Piracicaba, Brasil. AFP.

Se obtiene con restos de la caña de azúcar y no requiere nuevos cultivos: el etanol de segunda generación que Brasil promueve como la vanguardia en combustibles renovables puede convertirse en un arma efectiva en la lucha contra el cambio climático.

Primer productor y exportador mundial de azúcar y segundo de etanol detrás de Estados Unidos (que lo produce del maíz), en Brasil el etanol se fabrica desde hace cuatro décadas a partir de la caña de azúcar y es utilizado por más de 60% de su flota de 36 millones de vehículos. Pero el país ha avanzado un paso más y ahora consigue aprovechar la paja, hojas y restos de la molienda de caña en lo que se conoce como "etanol 2.0" o "etanol 2G".

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En Piracicaba, epicentro azucarero del país a unos 100 Km de San Pablo (sureste), se ubica la fábrica de Raízen, una filial conjunta de la multinacional Shell y la brasileña Cosan donde el aroma a cachaça –el licor de caña de azúcar con el cual se fabrica el cóctel nacional brasileño, la caipirinha– invade cada rincón. Ya produce azúcar, etanol y ahora tiene el potencial para fabricar hasta 42 millones de litros de etanol 2G por año, aunque su primera meta en el 2015 es de 10 millones de litros. Exporta toda su producción a Europa.

"La gran ventaja del etanol de segunda generación es que se puede aumentar la eficiencia del sistema sin expandir el área agrícola", comenta a la AFP Antonio Stuchi, director ejecutivo de producción de Raízen. "Es un producto revolucionario que abre una frontera enorme", añade en el patio de la fábrica, rodeado de enormes tanques donde se realizan los procesos químicos. La producción de etanol 2.0 aumenta el rendimiento de una hectárea cultivada de caña en 50%.

Por ahora Raízen y GranBio, en el estado de Alagoas (noreste), son las únicas dos fábricas que producen etanol 2G en Brasil. Son consideradas pioneras en el mundo, donde esta tecnología también es incipiente con apenas un puñado de plantas en países como Italia o Estados Unidos.

El etanol 2G puede representar, además, un nuevo impulso para la industria azucarera de Brasil tras años de falta de inversiones y crisis. El gobierno brasileño defiende activamente la aún pequeña producción de etanol 2G y financió en 87% los 60 millones de dólares que costó la planta de 2G de Raízen.

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