Por Óscar Gómez
El plantel de Olimpia ayer volvió a mostrar que los futbolistas son seres humanos. Es imposible estar tranquilo ante tanta presión, que la misma termina jugándote en contra. Claro, demuestra debilidad en comparación a otros equipos, porque haciendo ese análisis, ningún conjunto podría salir campeón nunca porque la presión al jugar una final está siempre. Y ahí estuvo la clave para que el plantel olimpista tenga que llegar hasta la instancia menos esperada para definir el título.
Haciendo el análisis futbolístico, Olimpia fue levemente superior a lo que mostró en la semana pasada ante General Díaz, pero eso no alcanza. Jugar "un poco" mejor no es suficiente para ser campeón y el hincha franjeado se lo hizo saber a los jugadores, que a medida que corrían los minutos iban perdiendo noción del partido que estaban jugando y los nervios fueron superándolos de a poco.
El ingreso de José Ariel Núñez, sorpresivamente en sustitución de Iván Torres desde el inicio, mucho no le aportó a Olimpia. Núñez arrancó por izquierda, pero por sus características propias, en cada pelota que tomaba, se metía al medio por donde el callejón casi siempre estuvo cerrado. La defensa y la mitad de cancha de Santaní por momentos manejaban el partido a su antojo.
Pasó la primera mitad y los ánimos todavía no estaban tan exaltados, pero en la complementaria, con el receptor al oído, el hincha miraba, nervioso, cómo su equipo llegaba hasta la valla pero no podía convertir. Y alguna maldición le habrá echado el hincha de Cerro Porteño al arco norte del Defensores después del último superclásico. Más de 10 ocasiones claras de gol generó Olimpia en ese arco en los partidos ante General Díaz y Santaní y no pudo convertir ninguna.
Lo cierto y lo concreto es que el plantel de Olimpia fue superado por la presión. No tuvo capacidad de actuar en momentos determinantes y lleva la definición del campeonato hasta el último peldaño. Y por el momento de los equipos que jugarán por ser campeón, el Decano lleva todas las de perder.