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En Nigeria, muchos de sus ciudadanos no recuerdan la guerra civil de su país. Gran parte de ellos nacieron años después de la lucha de 30 meses entre Nigeria y la región separatista de Biafra, que terminó cuando los secesionistas se rindieron en 1970.
No obstante, durante el mes pasado protestas independentistas estallaron en varias ciudades del sureste, donde alguna vez quiso existir el autodeclarado estado de Biafra. Y los agitadores dijeron que esta vez no será igual.
"Biafra es un país para ser restaurado", aseguró uno de ellos. "Estamos decididos a luchar hasta el final".
Esta es una preocupación para el nuevo gobierno de Nigeria. Organizaciones secesionistas en Biafra han estado agitando durante años, pero los analistas estiman que la escala de las marchas actuales no tiene precedentes. Superficialmente, fueron provocadas por el arresto de Nnamdi Kanu, la cabeza visible del movimiento Poblaciones Indígenas de Biafra y director de Radio Biafra, una estación de radio pirata. Los rencores son profundos.
Nigeria no existía hasta que colonialistas británicos dibujaron una línea alrededor de cientos de grupos étnicos rebeldes, los Igbo en el este, los Yoruba en el oeste y los Hausa-fulani en el norte. Estas regiones del país han pujado por el poder desde entonces.
Predominantemente, los manifestantes Igbo no olvidaron que decenas de miles de sus habitantes fueron asesinados antes de que Biafra declarase unilateralmente su independencia en 1967. Entre 1 y 3 millones de personas murieron durante la guerra civil, muchos de ellos mientras el territorio rebelde era hambreado hasta llevarlo a la derrota. En los 45 años desde que terminó la guerra –ellos sienten–, se los ha bloqueado de cargos políticos de alto rango, se les ha negado servicios públicos y se los ha empobrecido por un programa de posguerra que ellos dicen subastó sus casas y les dejó apenas 320 dólares, en dinero de hoy.
En las elecciones presidenciales de marzo último, la mayoría de los sureños y norteños votaron por el presidente Goodluck Jonathan, quien proviene de esa región. Pero él perdió ahora ante Muhammadu Buhari, un musulmán del norte. "#NigeriaWillRot (Nigeria se pudrirá)", declaró la estación de radio de Kanu después del anuncio de los resultados.
Los políticos han azuzado a los agitadores susceptibles al afirmar que el nuevo gobierno está marginando a los Igbos, según advirtió Nnamdi Obasi del Grupo Internacional de Crisis, un grupo de análisis con sede en Nueva York.
En el delta del Níger, rica en petróleo, sin embargo, una revuelta de la década de 1990 se centró más en el poder y una parte del botín antes que en la ideología. Muchos analistas piensan que lo mismo es cierto hoy en día.
Mientras la gran mayoría de las manifestaciones han sido pacíficas, aunque los lugareños dicen que las tiendas han sido saqueadas y neumáticos fueron incendiados en las calles, los manifestantes afirman que la policía ha matado a varios de sus dirigentes, cargos que la policía niega.
Eso podría cambiar si Kanu es asesinado o maltratado por agentes de seguridad nigerianos. Boko Haram sentó en su momento un precedente infeliz: El movimiento islamista se convirtió en una insurgencia a gran escala sólo después de que su líder, Mohammed Yusuf, fue asesinado de un balazo estando en custodia policial en el 2009.
Otra preocupación es el fin inminente de una amnistía de seis años para los militantes del Delta. Ellos podrían retomar la violencia si dicha amnistía no se amplía el próximo mes, extendiendo la inestabilidad en la región.
Kanu no es reacio a jugar con fuego. Hizo un llamado a las armas a principios de este año y una página sin verificar en Twitter a su nombre está llena de retórica radical e imágenes de biafreños mutilados, que Obasi decía a menudo ser falsa. La semana pasada la estación de radio dedujo tras un atentado a bomba de Boko Haram que el "asesinato de Igbos en gran escala ya ha comenzado".
Muchos de sus seguidores hablan con un tono igualmente intimidante.
"Denos Biafra o todos moriremos consiguiendo Biafra", proclamó uno de ellos.
La verdadera preocupación no es la presunta brutalidad del gobierno, sino la mala gobernanza. A pesar de la enorme riqueza petrolera, los nigerianos tenían el doble de probabilidades de ser pobres en el 2010 como lo eran en 1980. La frustración no se limita al sureste. La pobreza y el desempleo han impulsado a los reclutas hacia los brazos de los terroristas de Boko Haram, que quieren establecer un califato en el noreste, donde hay mayoría musulmana. Los insurgentes habían luchado por la autonomía en el Delta hasta que fueron pagados para dejar de hacerlo.
A través de los años muchos de los políticos de Nigeria han estado demasiado ocupados llenando sus bolsillos para pensar en la solución de los problemas comunes subyacentes, haciendo caso omiso de ellos hasta que se salieron de control.