Por Alex Noguera, Editor / Periodista

Desde atrás unos malvivientes se acercaron a la estudiante que salía de la escuela y la golpearon con la culata del revólver para robarle el celular. La adolescente quedó tendida en la acera, inconsciente. Esto lo escribieron en un grupo de padres en Whatsapp y la reacción de indignación fue inmediata. Una cosa es que roben un celular o mil millones, pero otra muy distinta e imperdonable que toquen a los hijos.

Ese grupo, que normalmente es callado, se convirtió en un naciente infinito de mensajes, como el cacareo de las gallinas. Comienza una y todas replican.

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Cada quien expresaba su opinión. Y no una sino muchas veces. Uno, muy enojado hasta mencionó algo sobre los escuadrones de exterminio. Una madre respondió: "En eso del escuadrón de la muerte es tétrico, no es humano, no es cristiano. Nunca se solucionó nada matando gente. Lo que hace falta es más educación y mejores oportunidades de trabajo".

El debate siguió con ejemplos de sociedades como la China en la que se aplica la pena de muerte y era inflexible. También mencionaron la justicia local en la que un ladrón de celular va a la cárcel y el que roba mil millones obtiene prisión domiciliaria.

Pensé que esta discusión es vieja, viene de años. Sin embargo, hace apenas unos días pasé por enfrente de la Municipalidad de Lambaré y me llamó la atención de un cartel que los estudiantes secundarios dejaron pegado en la caseta donde se espera colectivos. Decía: "Señores ladrones, queremos decirles que se metieron con la generación equivocada".

No pude reprimir una sonrisa de contento. Es que esta generación produce orgullo. No como las anteriores murmuraban en silencio y con miedo las injusticias cometidas. Los estudiantes de todo el Paraguay se unieron. Desde el Chaco hasta Itapúa, merced a los adelantos tecnológicos, los chicos se comunican, se mandan fotos de sus sentatas, las comparan, e invitan a sus colegas a unirse. Y estos los siguen. Y no solo los chicos jóvenes, sino los jóvenes jóvenes, es decir los universitarios.

"Lo que hace falta es más educación", escribió la madre y recordé las clases de educación cívica de antaño en las que solo nos enseñaban qué era la democracia y que en ella se votaba, pero nunca nos enseñaron a elegir. Tampoco había debate, sino imposición de conceptos.

Tal vez la reacción de esta generación es el resultado de hijos que se avergüenzan de ver a sus padres sometidos, resultado de ver políticos ignorantes que se ufanan de ser populares en lugar de ejercer su deber y derecho de trabajar por los ciudadanos.

Recuerdo los consejos de un padre a su hijo adolescente, quien sentía deseos de salir a "chupar" con sus amigos. Él le decía que en casa podía beber todo lo que quisiera, que incluso tenía permiso de emborracharse y caer al piso desmayado si quería. Pero eso sí, le decía, nunca bebas para demostrar que sos hombre porque cuando todos rían y vos creas que sos simpático, ellos se estarán riendo de vos porque serás el payaso de la fiesta.

La conciencia colectiva de los jóvenes llegó a un punto en que ahora la ministra Lafuente anunció más de US$ 60 millones para reparar escuelas. Eso es mérito de las negociaciones de los estudiantes, que arrastran no solo a sus mayores como los universitarios, sino a las autoridades como el juez Corbeta que se muestra inflexible con Froilán Peralta y lo mantiene en Tacumbú. Y a Gualberto Caballero.

Este tipo de resoluciones dan esperanza porque si miramos al costado podemos leer que, por ejemplo, en el caso Indert los acusados ofrecen G. 24 mil millones para no ir a juicio oral y público, como si cualquiera pudiera robar y si lo descubren, simplemente ofrecen dinero y listo. Y la justicia no es esa. La madre también escribió "y mejores oportunidades de trabajo". Tiene razón. Esa revolución mental debe llegar a erradicar la prebenda de puestos laborales a cambio de votos, pues el resultado no implica solamente erogación en salarios pagados por todos, sino una atención inadecuada, ineficiente y hasta irrespetuosa de funcionarios aburguesados hacia sus verdaderos patrones.

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