José Altamirano, Ex ministro de la Corte Suprema, Director del Instituto de Desarrollo del Pensamiento Patria Soñada

¡Yo quiero ser… doctor!; ¡yo quiero ser ingeniero!; ¡yo quiero ser famoso, tenista como Djokovic o Nadal!, por ejemplo; ¡yo quiero ser futbolista como CR7 o Messi!; ¡yo quiero ser astronauta, científico o ser pa'i para llegar ser Papa…! Claro que podemos soñar, claro que podemos volar tan alto cuanto el plafond nos permita, claro que podemos pretender. ¡Cuántas cosas acontecen, cuántas cosas increíbles pasan…!, para más uno nunca sabe todos los recónditos secretos del porvenir ni tiene la capacidad de anticiparse a las sorpresas que nos da la vida.

Es cierto, y precisamente por eso…, sin ser negativo o pesimista, es más sensato, es más natural construir un sueño medianamente proporcional a nuestras capacidades, a nuestras alas para volar (Juan Salvador Gaviota –Richard Bach), a nuestros medios, a las limitaciones del entorno. ¿Cuántas cosas uno quiere?, ¿cuántos sueños uno quiere ver cumplidos, realizados? Pero… ¿son razonablemente alcanzables? O mejor, ¿razonablemente alcanzables por mí?

La lucha por la vida es cruel y mucha; y las oportunidades si se dan, son pocas. Por ello, no debemos estar jugados por el azar, sujetos a los caprichos de la diosa fortuna, a que las cosas sucedan pensando que puede ser que amanezca con suerte y entonces se produzca el milagro. Puede acontecer obviamente pero las probabilidades son remotas, salvo la aparición de una serendipidia. Quienes han logrado alcanzar las cimas (como Tenzing Norgay y Edmund Hillary – M. Everest: 8.8.48 Mts.) o las simas (como A. Piccard), en toda y cualquier actividad humana, han pasado por penurias, por esfuerzos increíbles, por ensayos no fracasos previos al logro final como afirma Thomas A. Edison, poniendo en la apuesta uno por ciento de inspiración y noventa y nueve por ciento de traspiración.

Cuando los sueños se forjan distanciados de la realidad, de las limitaciones propias y de las circunstancias concretas, ellos se convierten en utopías. Los sueños y las utopías son importantes y necesarios para las grandes realizaciones humanas; pero para que ellos generen esperanzas, conciten expectativas o despierten ilusiones, deben reducirse las distancias y contar con reales posibilidades de concreción; de no ser así, solo originan frustraciones, desencantos y pesares.

Es el fenómeno social que a diario nos agobia. Soñamos más de lo aconsejable y traspiramos muy, pero muy poco para pretender verlos concretado. Sin embargo, nos autoponderamos, nos autovaloramos, nos autoevaluamos casi siempre generosa y alegremente respecto a los estándares mínimos de la región e internacionales, y así… "que no hay deseos cuerdos con esperanzas locas" (Pobre Barquilla mía – López de Vega); así, casi siempre, los sueños mueren sin florecer. Cada día, cada momento debe ser ocasión para demostrar que mi valía, para ratificar que mi cualidad, para acreditar que mi accionar no es una mera ocasional puesta en escena, que no es efecto del azar sino la real expresión de mi condición de ciudadano comprometido con trabajo, mucho trabajo, dedicación y determinación para hacer realidad los sueños, para que estos no mueran sin florecer, no queden en el plano de las ideas sino de las realidades.

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