Editor / Periodista
"Lo único seguro en la vida es la muerte", sentencia un viejo refrán. Sin ánimo de filosofar sobre inmortalidad, ciencia o criogenia, sino para completar la idea cito otra frase, recordada por el ex ministro de Hacienda Germán Rojas sobre las palabras de uno de los padres fundadores de los Estados Unidos, Benjamín Franklin, quien decía: "En este mundo solo hay dos cosas seguras: la muerte y pagar impuestos".
A pesar de que Franklin es reconocido como político, científico e inventor, también entendía muy bien de economía, no porque su rostro esté en todos los billetes de 100 dólares, sino porque incluso fue el encargado de la emisión de papel moneda en las colonias británicas de América, en 1727. Pero la idea no es exaltar la figura de Franklin, sino analizar su frase sobre los impuestos.
En Paraguay existe un peligroso fenómeno del que muchos no son conscientes. Para ser gráficos, imaginemos dos aldeas, una al lado de la otra, pero divididas por un gran abismo llamado ignorancia. En la primera aldea, los ciudadanos se comunican en el idioma económico; en la segunda, hablan el idioma ciudadano común.
Para los economistas, su idioma es claro, hablan de tributación, de impuestos, de multas, de presentaciones, de IVA, Iracis, que los comunes no entienden. Grandes avances tuvo la SET en cuanto a recaudación, incluso en educación tributaria. Pero el idioma es difícil y el proceso de adaptación es largo.
Hoy día el sistema Marangatú ofrece una clave personal a los ciudadanos, pero como muchos no pueden entender lo que leen al acceder a la página de Hacienda, generalmente piden ayuda a un contador.
Son muchos los ejemplos en los que ciudadanos fueron engañados en su buena fe por contadores. El más reciente gran ejemplo es la megaevasión tributaria, implementada por contadores y funcionarios corruptos y detectada en la presente administración.
El fenómeno peligroso al que me refería más arriba es ese abismo de ignorancia que divide a Hacienda y al ciudadano. Y mientras, las multas suman en contra de este último, ya que como dijo Franklin, tarde o temprano pagaremos los impuestos. Y cuanto más tarde sea, mayor será el monto.
El concepto de impuesto debería ser que el ciudadano deje al Estado parte de sus ganancias para que ese dinero sea utilizado en bien de la comunidad llamada país. Este concepto se tergiversa y pierde su sentido cuando las recaudaciones se producen como producto de multas por ganancias inexistentes, como la falta de presentación tributaria.
El idioma económico tiene respuestas brillantes para que ese sistema se mantenga. Sin embargo, en la otra aldea, la vaca pasta y las nubes pasan lentas. Lo único brillante que ven es el sol.
Los economistas deben encontrar otro sistema de traducción y no precisamente el de los contadores, que son parte interesada.
Existen muchos trabajadores independientes que tienen su RUC al día, otros muchos que no; también están los que prefieren pensar que esos impuestos o esas multas no existen y aquellos que están disgustados por la mala fe de los contadores o por la humillación a la que era sometido el contribuyente en administraciones anteriores. Hoy la buena voluntad en la SET es manifiesta, pero el idioma aún impide que el engranaje producción-contribuyente-impuesto sea óptimo.
Un muy actual estudio realizado por la Asociación Pro-Desarrollo revela que la economía informal representa el 40% del PIB de Paraguay. Por más que se combate el contrabando, éste no disminuye. ¿Por qué la gente no quiere pagar sus impuestos? ¿Tal vez por el destino que le dan?
Hacienda pierde dinero emitiendo multas por la falta de presentaciones de los trabajadores independientes y los aleja en vez de abrazarlos al sistema productivo. Multan con G. 50.000 por mes, cuando que integrándolos al sistema ganarían el contribuyente, Hacienda y el país. Es mejor cobrar impuestos por ganancias, que multas a un muerto.