Jorge Zárate - jdzarate@gmail.com

"La música hacía que los barrotes se doblaran", dice exagerando Jordán Aguilar, hoy ya en libertad, pero que gracias al Taller de Música de Sonidos de la Tierra, descubrió un camino que sueña "se pueda replicar en todas las penitenciarías del país".

El proyecto impulsado por Luis Szarán, provocó importantes beneficios para las vidas de los internos que participan del mismo en el Penal de Emboscada y en la Cárcel del Buen Pastor.

Para Nelson Barrios significó un cambio en su vida. "Para mí fue encontrarme con la música que es algo que me gustó siempre pero que nunca pude desarrollar, también me ayudó a despejar la mente, a poder sentir positivo y ahora que gracias a Dios estoy en libertad quiero llevar el taller a Carmelo Peralta para enseñarles a los chicos", cuenta después de tocar en el escenario "Iñapytimby", un tema de su autoría.

Los muchachos siguen cumpliendo con la actuación, con un programa en el que se ejecutaron "Tu decisión" de Jorge Glits, "Sueños de libertad" de Jordan Aguilar, "El crack" de Manuel Ojeda, además de una selección de polcas y baladas ejecutadas con un ensamble de guitarras y voces.

El maestro Luis Szarán está satisfecho con los logros del programa. "Se lo pudo hacer, estoy muy contento porque el Ministerio de Justicia lo apoya, está pendiente de lo que se necesita. También quiero agradecer a Lucha Abatte de Tierranuestra por ocuparse de todos los detalles", comentó.

El arte en las prisiones es un oasis, lo sabe cualquiera que haya asistido a expresiones, en estos marcos. Aún para los que no tienen buena conducta y miran detrás de los barrotes, apiñados en las pequeñas ventanas que dan al patio. La mayoría de los 982 presos de Emboscada tienen entre 18 y 35 años, y a su vez, el grupo etáreo más grande es el que tiene entre 25 y 35, gente joven que puede volver a empezar.

"Sería bueno que el Poder Judicial les preste más atención, solo 133 de todos tienen condena", pide el director de la cárcel, Christian González. También cuenta que se necesitan colchones y que la situación de la alimentación es satisfactoria.

Habla ahora Víctor Samudio, que aprendió a hacer guitarras, que está hace un año preso y que reza "todos los días para poder salir y enseñar a la gente que se puede tener un oficio". Cada vez más se suman a los talleres de lutheria, para construir instrumentos, en un aprendizaje que ayuda a entender que es posible la reinserción social.

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