Por Alex Noguera
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Hoy hace exactamente 20 años que Iqbal Masih regresaba a su casa en bici, en Paquistán. Era un día normal, como cualquier otro para él, cuando fue interceptado por un monstruo en forma de furgoneta que escupía fuego.
Cayó al suelo, herido. Los vecinos, alertados por los aterradores estampidos, vieron huir a los autores de los disparos. Eran sicarios, mercenarios contratados para acabar con su vida.
Su cuerpo escapó definitivamente del sufrimiento cuando perdió la batalla de la vida, y con su último aliento cerró sus ojos de niño. Apenas tenía 12 años.
Escapó de ese sufrimiento y del que con el cual la vida lo había bautizado al cumplir los 4 años, cuando su propio padre lo vendió por lo que serían unos 49.000 guaraníes para cubrir un préstamo y poder pagar la boda de su hijo mayor.
A partir de entonces el niño tuvo dueño, Hussain Khan, un rico propietario de una fábrica de alfombras, que en lo sucesivo lo explotaría, obligándolo a trabajar 12 horas al día.
Cuando Iqbal contaba con 10 años el destino cruzó su camino con el de Ehsan Khan, conocido por su lucha activa contra las condiciones de esclavitud en el trabajo y juntos, tras escapar de su dueño, decidieron denunciar cómo él y muchos otros niños eran obligados a trabajar en los telares. Hussain fue llevado ante la justicia y, a pesar de intentar sobornar a las autoridades, fue condenado y su fábrica clausurada.
Iqbal se convirtió en voz de sus compañeros y una incipiente molestia para los empresarios que lucraban con la explotación infantil. Luego de 2 años de tolerar las exigencias de ese niño rebelde, el 16 de abril de 1995, decidieron callarlo y dar un ejemplo.
Según la Encuesta Nacional de Actividades de Niños, Niñas y Adolescentes 2011, en Paraguay, el 23,5% de estos ejerce algún tipo de trabajo. El 90,3% de entre 5 y 13 años, y el 91,1% de entre 14 y 17 años realizan trabajos peligrosos.
Esas son cifras oficiales de Paraguay, pero en el mundo, según publicaciones de Unicef, "158 millones de niños y niñas de entre 5 y 14 años trabajan cada día en jornadas de hasta 15 horas diarias, durante las cuales apenas ven la luz del sol. La Oficina Internacional del Trabajo (OIT) en su informe de 2010, reportaba 215 millones de niños (casi 31 veces la población total de Paraguay) en esta situación. Estas estadísticas son refutadas por muchas ONGs, que las califican como "encubrimiento de la esclavitud", y hablan de 400 millones de niños esclavos en todo el mundo".
Pero no hace falta salir del país para corroborar que los niños no solo son explotados laboral, sino cultural y psicológicamente. Aunque no hay fábricas de alfombras de Husseínes, sí podemos ver a Iqbales en los semáforos.
El informe de Unicef Paraguay revela un vergonzoso hecho: "el 15,5% de los niños, niñas y adolescentes considera que es natural que los padres golpeen a sus hijos e hijas cuando son menores de 10 años y el 24,3% dice que es normal que los golpeen cuando son mayores de 10 años. La razón más mencionada por ellos, con relación a los motivos por los cuales son castigados físicamente, es porque desobedecen, en el 84,2% de los casos; seguida de faltar el respeto, en el 75,6%; y hacer cosas prohibidas, en el 69,2%".
Ayer la Secretaría Técnica de Planificación presentó los más recientes datos de la Encuesta Continua de Empleo y se observa un decrecimiento en la actividad laboral de niños y jóvenes. En el estrato de 10 a 14 años, en el año 2010 el porcentaje era de 2,65%; en el 2011, 2,1%; en el 2012; 1,9%; en el 2013, 1,4% y en el 2014, 1,3%. De 15 a 19 años, en el 2010 era de 8,6%; en el 2011, 7,7%; en el 2012, 6,7%; en el 2013, 7,2%; y en el 2014, 6,1%.
Hoy es un día normal, pero no como cualquier otro. Hace exactamente 20 años que un ser humano, al que le negaron ejercer su derecho de niño, regó la tierra con su sangre de mártir y la humanidad, indignada, estableció en su nombre el Día Internacional contra la esclavitud infantil. Deberíamos tomar ejemplo de las autoridades paquistaníes, que no se dejaron sobornar, y exigir más empeño en proteger el futuro, que viene en una sonrisa inocente de niño.