Por Alex Noguera

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El acto de ver es uno de los más corrientes del mundo, aunque no por ello sea fácil. Para hacerlo, la persona debe atravesar un elemento que, aunque no sea una maciza pared, es también materia, en este caso gaseosa: el aire. No hay prodigio en ello, pero ¿qué pasa si queremos ver qué hay en el fondo de una piscina? Si el agua está limpia, es posible. ¿Y si quisiéramos ver más abajo? A los 50 o 100 metros ya no distinguiríamos.

Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a una charla ofrecida por un hombre de 75 años. De apariencia bonachona, de mirada meditabunda y tono pausado, el disertante explicaba su pensamiento. Su nombre, Bernardo Kliksberg, es escritor, licenciado en Administración, contador público, licenciado en Sociología, doctor en Administración, doctor en Ciencias Económicas, profesor, catedrático, consultor y asesor sobre temas organizacionales y administrativos, sociales y económicos.

Es considerado referente mundial en temas de pobreza, el Gurú mundial de la Responsabilidad Social Empresarial. Además de ser autor de 56 libros, Kliksberg tiene 5 títulos universitarios y fue distinguido con decenas de títulos honoris causa en universidades de diferentes países, como la de Israel, España, Perú, Argentina, México y Costa Rica.

Este espacio no alcanzaría para citar todos los reconocimientos obtenidos por este "Gran Maestro", como lo nombró la Universidad de Buenos Aires. Apenas voy a citar algunos de los tópicos mencionados en esa charla.

Kliksberg habló de los superricos. Y aunque él no los detallara, sabemos que en primer lugar aparece Bill Gates con US$ 76 mil millones de dólares, Carlos Slim con US$ 72 mil millones, Amancio Ortega con US$ 64 mil millones, Warren Buffet con US$ 58,2 mil millones, entre otros.

El acto de ver es uno de los más corrientes del mundo y Kliksberg puede ver cosas que a los demás les resulta imposible. Por ejemplo, dijo que la prensa hacía de los superricos seres hollywoodenses. Los miembros de la prensa, presentes en el salón, quedaron sorprendidos.

Cuando los medios se refieren a estos hipermillonarios, los hacen ver como unos semidioses, poderosos, lindos, exitosos, y hacen que el resto de la humanidad los envidie y quiera ser como ellos.

Este hombre de sabiduría cana describió el mundo, habló de cómo la pobreza afecta directa y moralmente a todos, recordó que la desigualdad económica es asesina porque priva a las personas de años de su vida que, de haber tenido recursos, podría extenderse. También reflexionó acerca de la inaceptable discriminación que, aún en el siglo XXI, sufre la mujer.

Luego de exponer las alarmantes desigualdades que produce el actual sistema económico mundial, advirtió sobre las proyecciones de esa brecha y comparó la actualidad con un escenario del siglo XVIII, con señores feudales heredando fortunas increíbles.

Y la brecha crece. El año pasado, el 1% más rico era dueño del 48% de los recursos del mundo. De ese 99%, el 20% más rico tenía el 46,5% de ese 52%.

Un periodista le preguntó a Kliksberg cómo definiría a los hiperricos. ¿Gente enferma o que no se daba cuenta de lo que hacían? El experto respondió: "Un científico social de primera línea del mundo, Daniel Goleman, el que inventó lo de la inteligencia emocional, dice que una parte de ellos pierde contacto total con los otros sectores de la realidad. Goleman dice que esto tiene secuelas, que se insensibilizan y racionalizan al máximo la situación. Pero esto no es generalizable. Un superrico, Warren Buffet, por ejemplo, donó toda su fortuna, íntegra, a la fundación Gates, que está dedicada fundamentalmente a las enfermedades más pobres del mundo. Y cuando la donó, explicó que él creía que todo lo ganado era gracias al esfuerzo del pueblo americano y quiso compartir con el mundo. No son irredimibles. Gates y Buffet lanzaron un llamado a los ultrarricos para que donen el 50% de su fortuna, pero hay un problema de "islamiento", de insensibilidad, de indiferencia, subvaloración de los demás".

El acto de ver es uno de los más corrientes del mundo, pero tenemos que aprender a ver. Kliksberg cree que la respuesta está en la educación con calidad. No es una teoría, sino una realidad. El ejemplo, según él, son los países nórdicos.

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