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Ha sido otra semana de oscilaciones vertiginosas para los precios del bitcoin y otras criptomonedas. Esta vez, los movimientos han sido principalmente bajistas, con algunos días de caídas de más del 20%.

Las opiniones sobre este tema siguen tan divididas como lo estuvieron durante la vertiginosa subida: ¿esto significa el estallido definitivo de una burbuja que se infló tan rápido como ninguna otra en la historia?

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Asia ofrece una explicación de la venta masiva de esta semana, y una visión del futuro para las criptomonedas. La amenaza de una prohibición en los intercambios en Corea del Sur fue la causa inmediata del desplome. Pero, en cuanto al futuro, la pregunta es: ¿de qué Asia estamos hablando? En un extremo del espectro está Japón, que ha adoptado las criptomonedas. En el otro, China, que prácticamente las ha desterrado. Corea del Sur se ha mantenido en medio de estas dos posturas.

Estos países juegan papeles desmesurados en el universo de las criptomonedas. Los intercambios en China albergaron más de nueve décimas partes del comercio mundial del bitcoin, hasta que el gobierno los prohibió, el año pasado. Japón ahora tiene la mayor participación en los mercados de divisas virtuales. Corea del Sur representa menos del dos por ciento del PIB mundial, pero casi el 10% del comercio del bitcoin.

El norte de Asia ha sido un terreno fértil para estas monedas por varias razones. En parte por la alta tecnología: la prevalencia de teléfonos inteligentes, la rapidez del internet y los muchos graduados en ciencias de la computación son factores que favorecen la receptividad a lo nuevo. La rigidez de las finanzas tradicionales ha ayudado también: los controles de capital impulsan el atractivo de las criptomonedas en China y Corea del Sur, y en Japón son una alternativa para las inversiones convencionales de bajo rendimiento. Por último, el entusiasmo por el juego seguramente ha atraído a algunos a un mercado impulsado por la especulación.

No obstante, los reguladores de la región van en direcciones distintas. China, alarmada por la manera en que las criptodivisas pueden evadir la supervisión del gobierno, ha tomado el camino más duro. El año pasado prohibió los intercambios domésticos, y en los últimos días ha tenido en la mira a los sitios de internet que incumplen esta prohibición. Los funcionarios también han pedido a las autoridades locales que les bloqueen el suministro de energía a los mineros de Bitcoin, redes de computadoras que crean nuevas monedas a través de cálculos masivos. Los mineros de China, aún dominantes en la industria global, se están trasladando a otros países.

El gobierno chino admira la tecnología que apuntala las monedas virtuales y quiere cosechar los beneficios. Está presionando a sus grandes firmas financieras para que experimenten con cadenas de bloques, conocidas en inglés como "blockchains", las cuales son bases de datos compartidas que funcionan como sistemas de libros de registro de operaciones distribuidos y han sido popularizadas por los bitcoines. Sin embargo, los funcionarios creen que pueden hacer esto sin tener que tolerar a las criptomonedas.

Uno de estos es Pan Gongsheng, vicegobernador del banco central, quien bromeó el año pasado citando a un economista francés: "Lo único que podemos hacer es sentarnos junto a la orilla del río y esperar a que el cadáver del bitcoin pase flotando".

Japón, por el contrario, ha dado a las criptomonedas un espacio para funcionar. Sus reguladores conocen los peligros. Uno de los mayores escándalos en la corta historia del bitcoin fue el colapso del 2014 de Mt. Gox, una casa de cambio nipona de bitcoines. Los funcionarios no han medido sus palabras, con Haruhiko Kuroda, gobernador del Banco de Japón, advirtiendo que el alza del bitcoin de finales del 2017 fue "anormal".

No obstante, en lugar de acelerar las monedas virtuales y las innovaciones que podrían generar, el gobierno japonés les ha permitido desarrollarse solo dentro de ciertos parámetros. En marzo pasado aprobó una "ley de monedas virtuales", que declara que son activos y se pueden usar para pagos. La autoridad de servicios financieros ha otorgado licencias a 11 casas de cambio, para reducir el riesgo de fraude. Zennon Kapron, un analista de monedas digitales con sede en Shanghai, dijo que algunos de los principales criptocodificadores de China se están trasladando a Japón.

Al principio, Corea del Sur no intervino en las regulaciones, pero ha aumentado la alarma sobre el fervor especulativo. Tan intensa es la demanda, que los surcoreanos pagan un sobreprecio de aproximadamente el 40% por sus bitcoines, que no son arbitrados fácilmente debido a los controles de capital. El 11 de enero, el ministro de justicia dijo que se prohibirían los intercambios de criptomonedas. Los devotos respondieron con una petición de clemencia, que rápidamente recolectó más de 200.000 firmas.

Ante esta reacción, el gobierno pareció suavizar su postura, diciendo que la prohibición era solo una idea. Otras medidas son menos invasivas: los inversionistas tendrán que pagar impuestos sobre las ganancias de capital y registrar sus cuentas con sus nombres reales. Sin embargo, a pesar de que los criptomercados recuperaron su aplomo, esta semana el ministro de finanzas de Corea del Sur dijo que la prohibición todavía estaba sobre la mesa. El colapso reinició.

Las monedas virtuales han vuelto a recuperarse, pero esta vez la caída fue grande. En un punto determinado, el bitcoin bajó el 50% desde sus máximos de diciembre.

Los creyentes en las monedas virtuales dicen que una de sus ventajas es la libertad de la que gozan frente a la intromisión de los gobiernos. No obstante, en Asia, que se sitúa a la vanguardia del mundo de las criptomonedas, son los gobiernos los que están haciendo –y destruyendo– su buena fortuna.

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