Katmandú, Nepal | AFP.
Nepal ha puesto en marcha una campaña para medir de nuevo el Everest y comprobar si la altura de la montaña más alta del mundo se ha visto alterada por el terremoto de 2015, indicó este viernes el gobierno.
La altura oficial del Everest, que forma parte de la cordillera del Himalaya, en la frontera entre China y Nepal, es de 8.848 metros y fue medida por primera vez por India en 1954.
A lo largo de los años varias expediciones han vuelto a medir la cima pero las cifras de 1954 están comúnmente aceptadas.
"Nepal nunca ha medido el Everest por su cuenta aunque la cima más alta del mundo está en su territorio. Así que queríamos demostrar a nuestro pueblo que Nepal es capaz de medir el Everest" dijo a la AFP Ganesh Prasad Bhatta, el responsable del departamento de medición.
Un equipo de expertos nepalíes y extranjeros están ajustando el método de medición, que durará dos años, indicó Bhatta.
Un equipo de sherpas llevará el material de medición a la cima en abril, cuando empieza la temporada primaveral de ascensos, o en octubre, otro periodo de buen tiempo.
En abril de 2015, un terremoto de magnitud 7,8 en Nepal destruyó parte del país y provocó una avalancha que mató a 18 personas en el campo base del Everest. Desde entonces algunos expertos creen que podría haber afectado a la altura de la montaña.
En mayo hubo un debate entre expertos sobre el llamado paso Hillary, una roca en el camino a la cima, que según un experimentado alpinista británico se habría hundido, algo que niegan los guías locales.
"Es verdad que hay preocupación sobre la altura del Everest tras el terremoto de abril de 2015 pero no es la única razón para volverlo a medir", dijo Bhatta.
Hace seis años Nepal ya quiso medir el Everest después de una polémica diplomática con China, que aseguró entonces que la cima era cuatro metros más baja que la altura oficial, aunque el proyecto finalmente no prosperó.
En mayo de 1999 un equipo estadounidense añadió dos metros a la altura Everest usando tecnología GPS, una medida que desde entonces la organización estadounidense National Geographic pero que no está comúnmente aceptada.
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Escalada del Everest ya cobró diez muertos este año
Un alpinista australiano falleció en el Everest, anunció su expedición este domingo, elevando a diez el número de fallecidos en la actual temporada de ascensos al monte más alto del mundo. Jason Bernard Kennison, 40 años, falleció el viernes tras encontrarse indispuesto, informó a la AFP Dawa Steven, sherpa de Asian Trekking.
Después de hollar la cumbre, el alpinista quedó “inconsciente” y fue trasladado a la zona conocida como el Balcón, un poco más abajo de la cima del Everest. “Como las botellas de oxígeno se estaban acabando, decidimos bajar al Campo 4 con la intención de volver a subir con botellas y rescatarlo”, dijo esta fuente.
“Pero el fuerte viento y el mal tiempo nos impidió volver a por él para bajarlo. Murió en el área del Balcón”, añadió. Kennison es la sexta víctima mortal de nacionalidad no nepalí de la temporada en el Everest, a las que hay que añadir cuatro sherpas fallecidos.
En la época primaveral, cuando comienza la temporada de ascensos al Everest, mueren de media cinco alpinistas cada año, aunque en 2019 la cifra subió a once, con cuatro fallecimientos atribuidos a la masificación de la montaña. Según medios australianos, Kennison sufrió un grave accidente de auto en 2006 y estuvo varios años para poder andar con normalidad de nuevo.
Nepalí iguala récord
El montañista nepalí Pasang Dawa Sherpa alcanzó este lunes la cumbre del Everest por 27ª vez, igualando un récord marcado la semana pasada por otro nepalí en la montaña más alta del mundo, anunció el organizador de su expedición. “Pasang Dawa Sherpa llegó a la cumbre hoy con un cliente chino. Es su 27ª cumbre”, dijo a la AFP la empresa que organizó la expedición, Imagine Nepal Trek and Expedition. La semana pasada, el nepalí Kami Rita Sherpa logró el récord del mayor número de cumbres en la cima más alta del mundo - que tiene 8.849 metros - con 27 ascensiones.
Kami Rita Sherpa, de 53 años, conocido como “el hombre del Everest” podría marcar un nuevo récord, ya que tiene una nueva ascensión prevista esta semana. Nepal tiene ocho de las diez mayores cumbres del mundo y cada año recibe cientos de escaladores en la temporada de temperaturas más clementes y vientos más débiles. Las autoridades del país han emitido este año 478 permisos para la ascensión del Everest. La mayoría de los montañistas requieren de un guía y para este año se proyecta que un récord de más de 900 personas intenten subir a la cumbre.
La industria del montañismo en el Himalaya se basa en la experiencia de los guías, que generalmente son del pueblo sherpa, que es originario de los valles del Everest. Estos guías pagan un alto precio por acompañar a cientos de aventureros cada año a la “Cima del mundo”. Un tercio de los muertos en el Everest son escaladores nepalíes.
Logra 28ª ascensión
El montañista nepalí Kami Rita Sherpa coronó la cumbre del Everest el martes por 28ª vez, un récord, un día después de que un compatriota suyo igualara su anterior marca. “Kami Rita Sherpa hizo una segunda cumbre del Everest esta mañana. Es la 28ª vez”, declaró a la AFP Thaneshwor Guragain, de la compañía que organizó su expedición, Seven Summit Treks. La víspera, Pasang Dawa Sherpa, de 46 años, había igualado el récord establecido por Kami Rita Sherpa la semana pasada, al escalar por 27ª vez la montaña, de 8.849 metros. Ambos han subido a la cima más alta del mundo dos veces esta temporada.
Kami Rita Sherpa, un guía de 53 años con más de dos décadas de experiencia y conocido como el “Everest Man”, alcanzó la cumbre del Everest por primera vez en 1994, mientras trabajaba para una expedición comercial. Desde entonces, ha coronado el techo del mundo casi cada año, en varias ocasiones liderando el primer equipo, que se encarga de fijar las cuerdas para facilitar la ascensión del grupo. Nepal tiene ocho de las diez mayores cumbres del mundo y cada año recibe cientos de alpinistas en la temporada de temperaturas más clementes y vientos más débiles. Las autoridades del país han emitido este año 478 permisos para la ascensión del Everest.
La mayoría de los montañistas requieren de un guía y para este año se calcula que más de 900 personas podrían intentar subir a la cumbre, un récord. La industria del montañismo en el Himalaya se basa en la experiencia de los guías, que generalmente son del pueblo sherpa, originario de los valles del Everest. Más de 500 montañistas han subido al Everest, según datos del Departamento de Turismo de Nepal. Una hazaña en la que cada año se registran muertes. Esta temporada, 10 montañistas perdieron la vida intentando llegar a la cima del Everest, cuatro de ellos, guías.
Amputado de ambas piernas
Un exsoldado nepalí, antiguo miembro de la brigada de los Gurkhas, Hari Budha Magar, se convirtió en el primer doble amputado de piernas (por encima de la rodilla) en coronar el Everest, declaró este domingo un miembro de su equipo. “Alcanzó la cima del Sagarmatha hacia las 15:00 del viernes (hora nepalí). Tras hacer la cumbre, descendió al campo base y volverá a Katmandú mañana (lunes)”, indicó Him Bista a la AFP, indicando en nombre nepalí del Everest.
Magar, de 43 años, fue amputado de ambas piernas por encima de las rodillas tras haber resultado herido por un artefacto explosivo artesanal en Afganistán en 2010, en una misión de la brigada de los Gurkas, unidad de soldados nepalíes que pertenece al ejército británico. Solo dos amputados, ambos por debajo de las rodillas, han alcanzado la cima del Everest: el neozelandés Mark Inglis en 2006 y el chino Xia Boyu en 2018.
Tras años de rehabilitación y entrenamiento, ascendió el Everest en el marco de un proyecto, que presenta en su página de internet con el lema ‘Ni piernas ni límites’, que le había llevado ya a coronar varias cimas en todo el mundo, entre ellas las del monte Toubkal en Marruecos, e Ben Nevis en Escocia o el Mont Blanc en Europa.
Durante muchos años, este exsoldado no pudo intentar el ascenso al Everest por la ley nepalí que impedía practicar el alpinismo a las personas doblemente amputadas de piernas, así como a los ciegos. En 2018, por la presión entre otros del propio Magar, la Corte Suprema de Nepal anuló esta ley que no estaba en vigor cuando Mark Inglis ascendió los 8.849 metros de la cumbre más alta del mundo.
“Si se puede adaptar la vida al tiempo y a la situación, todo es posible, no hay ningún límite, el cielo es el límite”, dice con optimismo”, explicó Magar en una entrevista a la AFP en abril, cuando preparaba su viaje al campo base en el Everest. Nepal tiene ocho de las diez montañas más altas del mundo y cada año en primavera, cuando las temperaturas son dulces y los vientos himalayos, generalmente peligrosos, soplan con menos fuerza, el país se llena de alpinistas de todo el mundo. Bigyan Koirala, del departamento de turismo de Nepal, aseguró a la AFP que esta temporada ya han coronado el Everest cerca de 450 alpinistas.
En 2023, Nepal dio 478 permisos para ascender el Everest y como cada persona debe estar acompañada por un guía, se espera que más de 900 personas alcancen la cima esta temporada, un récord. Diez alpinistas han fallecido ya en lo que va de temporada de escalada, después de que se anunciara este domingo la muerte el viernes del australiano Jason Bernard Kennison, de 40 años.
Fuente: AFP.
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El COVID-19 amenaza la temporada de ascensión al Everest
“Entrada prohibida”: estos carteles separan a los equipos de alpinistas que se disponen a subir a la cumbre del Everest, pese a varias indicaciones alarmantes de que la epidemia de COVID-19 hace ya estragos en el “techo del mundo”.
La temporada de alpinismo se anunciaba bien, con un récord de más de 400 permisos de ascensión al Everest (8.848 metros), a 11.000 dólares cada una, ya que las autoridades habían flexibilizado las normas de cuarentena para atraer a más montañistas extranjeros, tras la catastrófica temporada pasada, anulada por la pandemia.
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Pero los helicópteros ya van y vienen para evacuar del campamento base, a 5.364 metros de altura, a los alpinistas que presentan síntomas inquietantes. Según los responsables de una clínica que los acoge, se cuentan ya más de 30 evacuaciones médicas, y algunos de los alpinistas han dado positivo al coronavirus en Katmandú.
El inicio de esta temporada coincide con la segunda ola de COVID-19 que golpea a Nepal (351.005 casos y 3.417 muertos en total), pero el gobierno sigue negando la aparición del coronavirus en el Everest.
Incógnita
“Hay escasas posibilidades de que se declare una epidemia en el campamento base, todo el mundo es muy prudente. Entre las personas evacuadas algunas dieron positivo en Katmandú. No fueron sometidos a test en el campamento base, por tanto, no sabemos dónde se contagiaron”, declaró el jefe del departamento de turismo de Nepal, Rudra Singh Tamang.
No obstante, en abril, el alpinista noruego Erlend Ness fue el primer poseedor de un permiso de ascensión al Everest cuyo caso positivo de COVID fue confirmado. Estuvo enfermo dos días y fue trasferido en helicóptero el 15 de abril del campamento base a Katmandú, donde se hizo exámenes médicos.
“El resultado fue positivo de COVID”, declaró Ness a la AFP. “Creo que no soy el único (...) Todos los equipos del campamento base saben que el riesgo de COVID acecha y que deben ser prudentes”, afirmó. La semana pasada, la alpinista estadounidense Gina Marie Han-Lee prefirió por precaución abandonar su expedición, cuyo coste medio se eleva a 40.000 dólares.
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“Tras la primera jornada, tomé un helicóptero para dejar el EBC (campamento base del Everest) y volver a Katmandú. La situación del COVID en el EBC es verdaderamente muy difícil” explicó en su página Facebook el 29 de abril.
“La decisión (de abandonar) es dolorosa pero mi salud está en primer lugar” asegura. “No tengo ganas de correr el riesgo de encontrarme con el COVID en altura”, agrega. La respiración es ya difícil en alta montaña, y una epidemia entre los alpinistas sería potencialmente catastrófica.
Miedo y rumores
En las tiendas de campaña del campamento base, que albergan a más de un millar de personas, el ambiente es poco festivo: los alpinistas deben mantener las distancias unos de otros, ya que ningún test de detección es posible en el lugar. Lukas Furtenbach, de la agencia Furtenbach Adventures, teme una propagación más grave del virus.
“Es primordial saber lo que ocurre, conocer el número de casos confirmados, obtener informaciones y saber con quién se ha estado en contacto (...) para evitar un contagio más importante” declara. “Tenemos mucho miedo, hay muchos rumores y no sabemos lo que pasa realmente” dice por su lado el alpinista indio Harshvardhan Joshi. “¿Qué pasaría si alguien presenta síntomas una vez llegado a un campamento más alto?” se interroga. “La muerte, es el peor de los escenarios”.
Fuente: AFP.
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China y Nepal corrigen la altura del Everest, que aumenta en casi un metro
China y Nepal acordaron finalmente la altura de la cima del Everest, la montaña mas alta del mundo, que aumentó casi un metro y quedó fijada en 8.848,86 metros sobre el nivel del mar, se anunció en una conferencia de prensa conjunta.
La altura acordada del “techo del mundo” gana así 86 centímetros con respecto a la medida previamente reconocida por Nepal, y más de cuatro metros comparados con la altitud medida anteriormente por China.
Este diferencial se debía al hecho de que China medía la base rocosa de la cumbre y no su capa de nieve, que ahora sí se tiene en cuenta.
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Nepal decidió llevar a cabo su primer estudio por su cuenta tras recibir información que sugería que los movimientos de las placas tectónicas, incluido un fuerte terremoto en 2015, podrían haber alterado su altura.
Unos 300 especialistas nepaleses participaron en el estudio, algunos a pie y otros en helicópteros, para llegar a las estaciones de reunión de datos.
En la primavera pasada, expertos y escaladores nepaleses, con más de 40 kilos de equipo, incluido un receptor de navegación satelital realizaron dos horas de mediciones en la cima.
“La ascensión del Everest en sí misma ya es una tarea exigente, pero además tuvimos que medir”, dijo a AFP Khim Lal Gautam, un responsable del servicio de topografía, que incluso perdió un dedo del pie debido a una congelación.
En el verano una expedición china ascendió a su vez, beneficiándose de condiciones meteorológicas más benignas y de la calma reinante en las alturas del Everest, cuyos accesos a escaladores estaban cerrados debido a la pandemia de COVID-19.
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Según Dang Yamin, un experto de la Oficina Nacional de Estudios y Cartografía, entrevistado por el canal de televisión estatal chino CCTV, la altitud convenida es un valor medio entre los datos de Nepal y los de China, de conformidad con los métodos científicos.
La altitud del Everest había sido calculada por primera vez, a 8.840 metros, en 1856, por geógrafos del imperio británico, que recurrieron a la trigonometría desde las llanuras indias a centenares de kilómetros de la cumbre.
Después de que Edmund Hillary y su sherpa Tenzing Norgay alcanzaran la cima del Everest el 29 de mayo de 1953, un estudio indio había reajustado la altitud a 8.848 metros. Esta medida había sido ampliamente aceptada.
En 1999 la National Geographic Society de Estados Unidos había llegado a la conclusión de que la montaña alcanzaba los 8.850 metros, lo que Nepal nunca reconoció oficialmente.
Mientras tanto, China llevó a cabo sus propios estudios y, en 2005, anunció la medida de 8.844,43 metros, provocando una disputa con Nepal.
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Esta no se resolvió hasta 2010, cuando Katmandú y Pekín admitieron que la variación entre sus medidas respectivas se debía a que uno consideraba la nieve acumulada en la cumbre y el otro no.
Fuente: AFP.
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Viaje al pico más alto del mundo
El alpinista Franz Rassl se propuso escalar el Monte Everest y lo logró. Esta es la historia del primer paraguayo que hizo cumbre, a más de 8840 metros de altura.
Texto: Micaela Cattáneo
Fotografía: Gentileza (Franz Rassl)
La primera vez que Franz (30) pensó en la posibilidad de escalar el Everest, estaba a 842 metros de altura, el punto más alto del país. Sí, fue en el cerro Tres Kandú, donde cual
estrella fugaz, se le cruzó por la mente esa locura de 8848 metros. Fue un deseo silencioso, de esos que ni siquiera disparan un “algún día...”. Era sólo él y ese efecto rebote de querer alcanzar nuevas cimas.
Pero Franz nunca había hecho alpinismo. Las ganas estaban, especialmente porque recordaba la historia que, de chico, su padre le contaba sobre Rainhold Messner, el alpinista italiano que escaló los ochomil, las 14 montañas que están por encima de los 8000 metros de altura (incluido el Everest, donde hizo cumbre sólo y sin botellas de oxígeno).
Rassl es paraguayo, hijo de un inmigrante alemán y una paraguaya. “Mi papá creció en el sur de Alemania, cerca de los Alpes, por eso siempre le gustó mucho la nieve. Cuando era niño, me contaba las hazañas de grandes alpinistas alemanes, italianos y austriacos. Por eso, el montañismo siempre me interesó”, revela.
Franz es funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores, donde ingresó por concurso público en el 2013. Actualmente vive con su padre, a quien no siempre avisa sobre sus aventuras. Como en febrero de 2017, cuando no le contó que emprendía una travesía al Aconcagua, la montaña más alta de América. “Yo sabía que si quería que el Everest fuera un proyecto, debía escalar otras montañas primero, ponerme a prueba. Por eso, decidí ir al Aconcagua”, relata.
El mundo a 7000 metros de altura
La única vez que un paraguayo hizo cumbre en la montaña mendocina, fue en 2012. Los créditos de ese hito lo lleva Christian Jirasek, un compatriota radicado en Argentina. Antes de partir, Franz intentó contactar con él, pero la comunicación no pudo darse, por lo que continuó leyendo sobre montañismo e intercambiando e-mails con la empresa que le vendía la experiencia, para iniciar el viaje bien asesorado.
El Aconcagua es un desafío extremo para cualquier aficionado, pero lo es aún más para los que no están acostumbrados a grandes alturas. “¡Mirá, un paraguayo! ¿Qué hace tan lejos de su tierra plana?”, repite Franz. Era la manera en que sus compañeros de expedición reaccionaban al enterarse de su origen.
Su preparación física arrancó dos meses antes. Trotaba 10 kilómetros todos los días y faltando un mes para la hazaña, empezó a levantar pesas para fortalecer el tren superior. A Mendoza llegó una semana antes de la subida, debía alquilar todos los equipos e informarse bien sobre como usarlos. “Hasta ese momento no sabía qué eran las botas dobles, por ejemplo. Son muy parecidas a los rollers. En la tienda, aprendí también a colocar un crampón, la plataforma de metal que se ubica en la suela de la bota y sirve para pisar la nieve y no resbalarse”, explica.
Para subir a la montaña, debía vestir tres capas: la primera es ropa sintética, que hace que el cuerpo sude y la respiración salga; la segunda ayuda a que el cuerpo mantenga calor, y la tercera, a que el cuerpo no se congele a medida que se alcanzan más y más metros.
El Parque Provincial Aconcagua fue el punto de encuentro con su grupo —montañistas de Argentina y otros países— y sus tres líderes, entre ellos, un nativo mapuche. Mientras las mulas cargaban sus equipajes hasta el campamento base, ellos iban a la misma dirección haciendo trekking durante aproximadamente 20 kilómetros, desde la entrada del parque. “En un período de cinco días, antes de subir por los tres campamentos principales (Plaza Canadá, Nido de Condores y Plaza de Cólera) para hacer cumbre, subimos y bajamos dos veces entre el campamento base y el primer campamento, para aclimatar e iniciar, luego, el ascenso directo”, recuerda.
En cada parada, los excursionistas deben respetar ciertas reglas, como cuidar la higiene rigurosamente. “Después de tocar algo, sí o sí había que colocarse alcohol en gel, porque si te enfermabas, chau expedición. Incluso para comer, no podías tocar el plato de la otra persona o meter tu mano dentro de la comida común. Todos teníamos una cuchara propia”, relata.
Según Franz, los líderes también eran estrictos en cuanto a la hidratación. “¿Si sentí que me faltó el oxígeno? Por momentos sí, pero lo normal, no como para darme vuelta y volver”, comenta.
Franz alcanzó los casi 7000 metros del Aconcagua con el cielo cubierto. Llegó a la cima, se sacó una foto y volvió a bajar. “La nieve te venía a la cara, había truenos y relámpagos, por eso el descenso fue inmediato. Hubo personas que tuvieron mal de montaña al bajar. En ese caso, se les ata a una cuerda y se les estira, no es que van arrastradas, porque hay códigos en el montañismo que dicen que si no te podés mover por tus propios medios, sos peso muerto, y lo más probable es que te abandonen si las circunstancias son extremas. No es algo que uno quiera, pero todos sabemos a lo que nos enfrentamos”, describe.
“¿A quién le contaste primero que hiciste cumbre en el Aconcagua?”, le pregunto. “Subí la foto al Facebook, la gente se enteró por ahí. De hecho, como en la montaña no hubo señal en las tres semanas que pasé ahí arriba, los mensajes no me llegaban”, confiesa. Y continúa: “Pasa que quería estar desconectado, podía llevar un teléfono satelital, pero necesitaba concentrarme en la montaña. Hay gente que sigue conectada con sus seres queridos y es peor. Después, en el Everest, pasó. Un finlandés jubilado de alrededor de 60 años llevó un teléfono satelital y habló con sus nietos. Le convencieron de que no lo haga y abandonó la expedición. Fue una decisión correcta, porque estaba muy sensible”.
Su cumbre en la montaña más alta de América fue determinante a la hora de decidirse por el Everest. “Cuando bajé la información de que realmente lo logré, me dije que el Everest iba a ser posible. En diciembre de ese año, fui de vacaciones al Ecuador con la idea de escalar cuatro volcanes: Cayambe, Antisana, Cotopaxi y Chimborazo”, cuenta.
En Cayambe fue la primera vez que una montaña le dijo que no. “Mi error fue no aclimatar lo suficiente. En menos de 48 horas pasé de Asunción a querer subir el cuarto volcán más alto de Ecuador. Fue algo intencional también, quería saber si lo del Aconcagua fue suerte o si todo realmente dependía de la aclimatación. Me faltaron 200 metros para hacer cumbre”, agrega.
Su revancha la iba a tener con el volcán Antisana, pero debido a la dificultad para obtener los permisos, la aventura no pudo completarse. Tocó de nuevo un techo en el Cotopaxi, donde una nevasca complicó un poco la subida. Después de esta experiencia, el Chimborazo no le resultó tan pesado. “Pasé Navidad ahí, esa montaña la quería hacer porque la llaman `El Everest del hombre pobre`, porque es menos costosa, pero igual de complicada. Todas estas montañas fueron un entrenamiento para mí, debía mejorar mi técnica y ganar más experiencia en el montañismo, antes de enfrentarme al pico más alto del mundo”, remata.
Crónica de un ascenso bajo cero
Franz se ató los cordones con fuerza y empezó a trotar. Totó y trotó 20 kilómetros todos los días, y no paró de trotar hasta cuatro meses después del Chimborazo, a pocos días de embarcar a la aventura más grande de su vida. Y es que la montaña más alta del mundo lo esperaba más fuerte que nunca. Por eso, duplicó su rutina de ejercicios: alargó distancias y agregó peso a las mancuernas. Sabía que más de 8800 metros de altura y temperaturas de -30 ºC, demandan un esfuerzo físico de otro nivel.
Pero para escalar el ochomil por excelencia, lo atlético no sólo debe responder al estado del cuerpo, sino también al del bolsillo. “¿Si cuesta caro el Everest? Sí, pero todo depende de lo que uno esté dispuesto a pagar. En ese sentido, escalé el Everest dos veces, fue también un desafío económico para mí porque ahorré por todas partes. En ese sentido, decidí priorizar lo esencial para la expedición”, explica.
El monte Everest está ubicado entre China y Nepal, en la región autónoma del Tíbet, y forma parte de la cordillera del Himalaya (Asia). La temporada oficial tiene lugar en la primavera asiática, entre abril y mayo, ya que durante estos meses las condiciones meteorológicas son las mejores. Franz tuvo en cuenta este dato y el Miércoles Santo del año pasado, despegó en un vuelo rumbo a Katmandú, capital de Nepal.
Pisó suelo nepalí una semana antes de lo previsto. Su travesía al Everest arrancaba el 8 de abril, pero viajó 10 días antes para conseguir los equipos de montaña en las tiendas de Katmandú, meca del alpinismo, y hacer turismo por la ciudad. En una primera impresión, Franz definió a Nepal como “el país de las letras raras”. En su relato turístico, las escenas cobraron otro movimiento: caminos de tierra y polvo por todos lados, motociclistas en cualquier dirección, bocinazos en la espalda, monos agresivos en busca de comida dentro de los templos, etc.
Días previos a la salida, conoció a sus sherpas —nombre que reciben los habitantes de las regiones montañosas de Nepal—, en Katmandú, quienes se aseguraron, dos noches antes de partir, de que su equipaje de montaña esté en orden. “A la tercera noche, salimos rumbo a la montaña, a las 2 am”, recuerda y su entrecejo vuelve a dibujar aquel objetivo: ser el primer paraguayo en pisar el pico más alto del mundo.
Rassl eligió escalar el lado norte del Everest debido al costo más accesible, pero sobre todo, por seguridad. “Del lado sur están las cascadas de hielo y son más las personas que mueren ahí, tratando de atraversarlas, que en la altura. El gobierno nepalí emite muchos permisos para su lado de la montaña, lo cual crea mucha congestión hacia la cumbre. Estar atascado en la intemperie consumiendo oxígeno por mucho tiempo, no es buena ide. Pero el lado norte tiene sus dificultades: estás más expuesto al viento, que sopla más, como si te estuviera traspasando”, señala.
Camino a la frontera, los sherpas se aseguraron de que el grupo no tuviera elementos relacionados al Dalai Lama, para evitar vicisitudes por cuestiones políticas. “En el cruce, te controlan todo. Hay gente que sube a la montaña con carteles que dicen Liberen al Tíbet. Entonces, hasta las fotos del celular te piden que borres. Y es que las visas son grupales, y si le niegan el permiso a uno, le niegan a todos”, destaca.
El trecho definitivo a la cima del Everest incluye tres campamentos: el primero a 7100 metros de altura; el segundo a 7800, y el tercero a 8300, zona denominada de la muerte. Pero antes de alcanzar el primero, hay otros tres campamentos: el de base (5180), el interino (6100) y el de base avanzado (6500). “La primera semana pasamos en el campamento base. Cada uno tenía su tienda de dormir para evitar enfermedades. Pero había una carpa en común donde comíamos, repasábamos el itinerario y veíamos alguna que otra película. Quedarnos ahí es parte de la aclimatación, aunque también escalamos montañas cercanas que no tenían nieve”, narra.
Las subidas y bajadas a los campamentos iniciales ocurrieron en ciclos. “En el primer intento de ascenso al campamento 1 (7100), fracasé. De lejos, parece una pared de hielo en vertical, pero de cerca se ve como una escalera (formada, claro, por las pisadas de los que suben). Me quedé a mitad de camino con otros compañeros y dos sherpas, el viento era muy fuerte y riesgoso para todos, ya que no se podía ver nada más allá de un metro de distancia. Descansamos un día y lo intentamos de nuevo a la mañana siguiente”, cuenta. Y continúa: “Llegamos al campamento 1 y, luego de quedarnos a dormir, nos preparamos para bajar al campamento base. Desde arriba, el descenso parece un tobogán, si te resbalás podés matarte. Estás siempre enganchado, pero hay que tener cuidado. De hecho, yo me resbalé y caí 30 metros para bajo, en una grieta que, por suerte, no era tan profunda. Eso fue lo más peligroso que me sucedió. El Everest me estaba dando la bienvenida”.
Del campamento base, pasaron a una villa, abajo de los 4000 metros de altura, “el último descanso antes del tirón definitivo”, dice Franz. Y agrega: “Ahí nos bañamos, comimos comida caliente y descansamos por dos noches para que el cuerpo esté bien oxigenado. Luego, repetimos el ciclo: campamento base, interino y avanzado con descansos de una y dos noches. En el último, nos dieron las máscaras de oxígeno y nos enseñaron a usarlas, ya que desde el campamento 1 (7100) se sube obligatoriamente con estas, porque evitan que el cuerpo se desgaste excesivamente”.
En los campamentos de altura no había almuerzos en grupo, cada montañista comía sus provistas y se manejaba sólo con su sherpa. “Yo llené mi mochila de pringles, porque son livianas y te llenan”, comenta. Por las noches, dormían solos en sus propias tiendas, tiritando para entrar en calor. “Lo único que se escucha es el ruido del viento golpeando la carpa”, añade. Franz recuerda haber llegado tarde al último campamento (8300 m), por lo que debió ubicar su carpa más arriba del resto. “Es bastante inclinada esta zona, entonces las tiendas se reparten cada 100 metros, por ende, si llegás rápido te toca más abajo. Es el último paso antes de la cumbre. Yo ´dormí´ tres horas, pero es difícil porque a esa altura dormís con oxígeno”, confiesa.
Cada montañista hace cumbre con un sherpa. Franz subió con el suyo a las 9 de la noche —dos horas antes que sus compañeros—, cuando estaba oscureciendo. Colocó el agua en su pecho, controló que ninguno de sus elementos estén congelados (cámara, baterías, gafas, etc.) y tomó valor para completar el tramo final del reto. “Para hacer cumbre, hay que cruzar tres escalones. Al pasar el primero, mis compañeros me alcanzaron. Uno de ellos, un sueco, tenía mal de montaña, deliraba y decía: “¿dónde estoy?”, “¿qué es eso que brilla allá?” Él y su sherpa tuvieron que bajar, por ende no llegaron a la cima”, recuerda.
En un momento, Franz y su líder se quedaron quietos por media hora, esperando a que se descomprimiera el tráfico de gente en busca de su cumbre. Cuando se liberó un poco más el camino, escalaron los últimos metros y en un abrazo efusivo, registraron su llegada al pico más alto del mundo, siendo las 8:20 am del 19 de mayo. “A esa altura te comunicás con gestos, no se escucha nada porque el viento es fuertísimo y el sol te viene directo a la cara. Me sacaron la foto, y a los 10 minutos le indiqué a mi sherpa que quería empezar el descenso. Dicen que la cumbre es solamente la mitad del camino”.
Su preocupación no fue en vano, ya que permanecer muchas horas en la zona de la muerte es peligroso. De hecho, en el descenso tuvo un problema. “Se me fue nublando la vista periférica, 300 metros antes de llegar al campamento 3. Mi sherpa se colocó frente mío y me llevó como un lazarillo”, revela.
Franz pasó la noche en este campamento. A la mañana siguiente, recuperó la vista y emprendió viaje al campamento base avanzado. “Lo ideal es bajar lo máximo posible, porque así estás seguro. Ese día bajé de 8300 metros de altura a 6500. Llegué al campamento a las 9 de la noche y los sherpas estaban esperándonos con gaseosas para celebrar”, rememora.
“¿Si volvería a escalar el monte?” Claro que sí, pero siempre del lado norte; el sur me parece arriesgado. Igual, si tuviera la oportunidad, elegiría otro ochomil. Hoy, el Everest me motiva a cumplir otras metas, que no tienen que ver sólo con montañas, sino con la vida misma. Sé que el día de mañana, cuando esté en búsqueda de algo, voy a recordar que pude superar la montaña más alta del planeta”, finaliza.