Acostumbrados a una vida de ritmo acelerado, y no sólo debido al trabajo, también por las actividades sociales y los constantes estímulos tecnológicos, ¿estamos equilibrando bien nuestra vida con el dolce far niente, el placer de no hacer nada?
Por Jazmín Gómez Fleitas
jazmin.gomez@gruponacion.com.py

Nos sumergimos en esa recta final del año en donde todo comienza a acelerarse. Ya se hablan de cenas de fin de año y crece la ansiedad por las vacaciones. Nos sentimos obligados a no decaer en nuestro rendimiento, sino, inclusive, a exigirnos más para estar a la altura de la aceleración y así después disfrutar en paz de las vacaciones.

La mayoría de nosotros cree que descansar significa dormir, y que eso se necesita cuando identificamos que estamos agotados físicamente. Lo que en realidad sucede cuando dormimos -que por supuesto es vital para la salud al preservar el correcto funcionamiento de la memoria y más- es que el cerebro realiza una limpieza, fija los recuerdos importantes, se deshace de los que no, acorde con estudios de neurociencia.

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Ahora bien, cuando descansamos, cuando no estamos ocupados haciendo algo ni pendientes de los estímulos de mails, mensajes, etc., es decir cuando estamos ociosos, se activa una red llamada Red Neuronal por Defecto (RND), que permite acceder al inconsciente, a la creatividad y a las emociones, así lo explica el neurocientífico Andrew Smart en su libro El arte y la ciencia de no hacer nada.

“Cuando el cerebro recibe un bombardeo de estímulos no le queda tiempo para realizar nuevas conexiones entre temas aparentemente inconexos, identificar patrones o elaborar nuevas ideas. No le queda tiempo para ser creativo”

Y tal vez tenga razón. ¿Alguna vez se pusieron a pensar en por qué de repente, viajando en el bus camino a casa, nos llegan ideas nuevas? Sucede de repente, cuando estamos mirando por la ventanilla, sin hacer nada, sin mirar el celular. Porque seamos sinceros, el celular también nos roba esos breves momentos de espera.

"La red neuronal se activa por defecto en los momentos de ocio y permite que ideas, percepciones y recuerdos se abran paso al cerebro. La habilidad para pensar sobre nosotros mismos es una capacidad netamente humana", reflexiona Smart, quien además explica que muchos rehuyen de esos momentos en quietud, porque la actividad emocional que hace el cerebro es inconsciente, pero cuando no estamos haciendo nada esa carga emocional llega a la conciencia.

“Todas las emociones negativas de las que se está escapando burbujean a la superficie, por eso, para cultivar el ocio es necesaria una vida física y emocionalmente equilibrada”, destaca.

Capturar los momentos
Por supuesto que es más que necesario tener rutinas, horarios o actividades agendadas que realizar. Todo eso es parte fundamental de nuestra productividad, así como también lo es esa pausa en la actividad, el ocio.

Antes creía que sólo mi mamá era presa de esa constante necesidad de estar haciendo algo para sentirse útil, a raíz claro de la férrea educación de una tía suya con la que vivió en la capital durante la secundaria, y por pertenecer a la generación baby boomer. Sin embargo, me di cuenta de que todos somos vulnerables a ese sentir, aún ahora. Me refiero a la culpa de sentir que se pierde el tiempo si nos tomamos una pausa más larga o más regular de la que solemos. Al no disfrute de las vacaciones porque se piensa en los pendientes. Al sentirse mal si se opta por quedarse en casa -para hacer lo que quiera-, en vez de salir.

Deberíamos parar y autoexaminarnos. Si dentro de todas las cosas que hacemos habitualmente no existe ese espacio para "hacer nada", si el tiempo libre comienza a convertirse en "ponerse al día con..", deberíamos parar y pensar al respecto. Los italianos tienen una frase para ello: dolce far niente o el placer de no hacer nada, de simplemente sentarse a disfrutar de la vida. Algo que se ejemplifica sumamente bien en la película Comer, rezar, amar, con Julia Roberts como protagonista.

Para Smart, el cerebro es "una maravilla compleja y no lineal que siempre está activa". Y por eso se anima a expresar que grandes postulaciones fueron posibles gracias a haber alcanzado el potencial a través del ocio. Cita como ejemplos a Isaac Newton, con la teoría de la gravedad descubierta mientras estaba sentado bajo un árbol, o a Descartes que se cree, ideó los ejes X e Y mientras estaba acostado en su cama, observando a una mosca en el techo.

Del mismo modo, para el dramaturgo Lin-Manuel Miranda -autor de la obra Hamilton, la cual se convirtió un éxito musical en Broadway- "las buenas ideas llegan cuando descansas. Llegan cuando te bañas. Cuando estás jugando con tus hijos". Steve Jobs pensaba de manera similar, creía que "la creatividad es simplemente conectar cosas. Cuando le preguntas a las personas creativas cómo hicieron algo, se sienten culpables porque en realidad no lo hicieron, simplemente vieron algo y lo conectaron".

Aprovechemos esos momentos de ocio para realizar nuevas conexiones entre temas aparentemente inconexos. Busquemos ser intencionales con dejar de usar el celular apenas estemos libres, a dejar una brecha disponible para esos breves momentos de ocio que nos darán un respiro para, paradójicamente, seguir siendo productivos.

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