Sofie de Rous es la primera en reconocerlo. Hace un año su casa en la costa belga era un remanso de calidez. Pero con la invasión rusa de Ucrania la factura se disparó, y con ello tuvo que cambiar sus costumbres. “Confieso que me gustan las casas bien calefaccionadas”, dice esta empleada de un estudio de arquitectura, que solía tener la suya a 21º C en invierno.
Al igual que millones de europeos, esta mujer de 41 años vio cómo su factura de electricidad se disparaba a partir de la primavera a causa del cierre progresivo de los gasoductos rusos hacia Europa, como consecuencia de la guerra de Ucrania.
La disparada de los precios del gas puso patas arriba los mercados mundiales y trajo una consecuencia muy concreta y muy cara: la competición de Asia y Europa por comprar el gas natural licuado producido en Estados Unidos, Qatar y otros países.
Y si bien hubo países como España y Francia que congelaron sus tarifas para proteger a los consumidores, otros, como Bélgica, dejaron más o menos que los operadores repliquen en las facturas de los clientes los precios del gas al por mayor.
“Tuve un poco de miedo”, cuenta Sofie, propietaria de una casa de 90m2 con problemas de aislamiento en Oostduinkerke y dotada de una caldera de gas, recordando los primeros mails de su proveedor avisando del alza de la tarifa. Antes de la guerra de Ucrania, Sofie pagaba 120 euros al mes (125 dólares al tipo de cambio actual) por el gas y la electricidad. Tras la invasión rusa de Ucrania, la factura subió hasta 330 euros (unos 350 USD).
Sin embargo, no lamenta esta “toma de conciencia”. Hoy en día vigila que la temperatura en casa no supere los 18º C, y se está interesando por la instalación de paneles solares y la colocación de dobles ventanas. Al igual que Sofie, toda una generación de belgas, franceses e italianos han aprendido a vigilar sus radiadores.
En el mundo de antes, el gas era abundante y barato. El precio variaba poco, en torno a 20 euros el equivalente de megavatio/hora. Este año llegó a subir a 300 euros, para luego caer a unos 100 euros. “Nunca viví un período tan caótico”, cuenta a AFP Graham Freedman, analista de Wood Mackenzie, que lleva cuatro décadas estudiando el mercado del gas natural.
Pese a todo, los países europeos lograron llenar sus reservas durante el verano aprovechando los últimos volúmenes recibidos de Rusia, y evitaron los cortes de suministro. “De momento, todo bien”, resume Thierry Trouvé, director general de la empresa que gestiona los gasoductos franceses, GRTgaz.
Recortes extremos
Y, sin embargo, la empresa no era nada fácil. Al inicio de la guerra, Europa era tan dependiente de Rusia para calentarse, generar su electricidad y hacer funcionar sus fábricas que el jefe del gobierno alemán, Olaf Scholz, advirtió del riesgo de recesión en todo el continente si se renunciaba al gas o el petróleo rusos “de un día para otro”.
Nueve meses después está en vigor un embargo europeo al 90% del petróleo ruso, la propia Rusia cerró sus gasoductos Nord Stream 1 y 2 en el mar Báltico, y Europa ha capeado la situación sin caer en recesión. “Hasta febrero parecía imposible que Europa pudiera salir adelante sin la energía rusa”, recuerda Simone Tagliapietra, del centro de reflexión Bruegel de Bruselas. “Pero lo imposible se ha vuelto posible”.
Los europeos tuvieron a su favor las suaves temperaturas del inicio del otoño, lo que retrasó la puesta en funcionamiento de las calderas y ahorró reservas. Eso sí, la caída del consumo de los hogares y las empresas ha sido extraordinaria: del orden del 25% en octubre respecto al período 2019-2021 en los países de la Unión Europea según los datos disponibles, indicó el centro Bruegel.
En pocos meses, Rusia perdió así al primer cliente de su gas, Europa, cuyas compras pasaron de 191.000 millones de metros cúbicos en 2019 a 90.000 millones este año. El próximo, las compras podrían limitarse a 38.000 millones de metros cúbicos, estima Wood Mackenzie.
“No hay suficiente gas”
El invierno próximo, y los siguientes, ya no habrá gas ruso para llenar las reservas europeas, que se habrán vaciado este invierno. “El factor clave será el tiempo que haga este invierno”, dice a AFP Laura Page, especialista del gas en la empresa Kpler. Y no sólo en Europa sino también en Asia. Si hace mucho frío, será necesario comprar gas natural licuado a partir de marzo de 2023. Y el “combate” entre Europa y Asia por aprovisionarse se volverá más rudo, añade Laura Page.
“No hay suficiente gas en el mundo para reemplazar el gas ruso”, precisa Graham Freedman. Para ver llegar al mercado los volúmenes procedentes de los nuevos proyectos de gas natural licuado habrá que esperar a 2025 o a 2026. La gran pregunta es si hasta entonces los europeos habrán aprendido a vivir a no más de 18º C.
Fuente: AFP.