La dura realidad que deben afrontar los periodistas de diferentes medios que trabajan en el interior del país. Cómo se vive y se hace periodismo en zonas en donde manda el mundo narco o la violencia goza de impunidad.

Por Aldo Benítez / aldo.benitez@gruponacion.com.py / @aldo_be

Sabemos que Dios es paraguayo, el problema es que atiende en Asunción” dice una colega de Encarnación como para graficar un poco la sensación de quienes, como ella, trabajan como periodistas en el interior del país. Miembros del Sindicato de Periodistas del Paraguay (SPP) recorrieron durante cuatro fines de semana algunos puntos del país para recoger testimonios de periodistas de diferentes regiones, conocer sus realidades y buscar un fortalecimiento del gremio a partir de la participación y capacitación. Los encuentros tuvieron como eje central los diferentes problemas que deben soportar a diario los colegas del interior.

Amenazas, extorsiones, malos pagos, precarización laboral e impunidad. Con este cóctel trabajan en el día a día ciento de periodistas en el interior de país, en zonas en donde no hay caminos y ni llegan las señales de celulares. La realidad es muy distinta en casi todos los factores en comparación a lo que vivimos quienes trabajamos en este oficio en Asunción o zona metropolitana.

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Nosotros tenemos que movernos para buscar nuestros propios auspiciantes. Muchas veces, hacemos de operador y de conductor. Hay que hacer lo que se puede y como se puede” dice otro colega que hace 10 años tiene un programa de radio en la zona de Canindeyú. En este departamento el mundo narco manda. “Muchas veces, el tipo que está metido en eso (narcotráfico) es un conocido tuyo, vive cerca de tu casa o fue tu compañero de escuela o colegio. Tener que informar sobre eso y luego sabés que podés encontrarle por ahí, o sabiendo que esa persona sabe dónde vive tu familia, no es fácil” dice también otro periodista que hace un par de años trabaja en una radioemisora de la zona de “Maracaná”, un distrito que en los últimos tiempos prácticamente se convirtió en otro asiento para la plantación de marihuana.

Acá la mafia no amenaza, directamente actúa” explica otro comunicador que trabaja para un medio impreso. En estos lugares alejados de la Capital, se trabaja con resguardo y con miedo. En el 2014, el periodista Pablo Medina y la estudiante Antonia Almada fueron asesinados a tiros en una emboscada en un camino rural del distrito de Villa Ygatimí, Canindeyú, a unos 50 kilómetros de Curuguaty. Antes, en el 2001, ya habían matado también en esta zona al hermano de Pablo, Salvador, que trabajaba en una radio local y denunciaba cuestiones relacionadas al narcotráfico. Desde que terminó la dictadura de Alfredo Stroessner en nuestro país, en 1989, se registraron 16 casos de periodistas asesinados; prácticamente todos eran del interior. Hasta ahora, sólo un caso tiene al menos una investigación que apunta a un juicio oral, que es el de Pablo Medina. Hay demasiada sangre derramada y demasiada impunidad.

Hay veces que estamos pasando una información o denuncia que afecta a algún caudillo local, su gente llega hasta donde está la radio y tira piedras o hace disparos al aire, para intimidar” explica también otro periodista que trabaja en el departamento de Concepción, casi como si se tratara de un hecho anecdótico. La intimidación es una constante contra los profesionales, que no encuentran en las fuerzas de seguridad mayor respaldo “Nadie cree en la Policía” dice otro periodista, con resignación.

A pesar de que las redes sociales fueron ganando terreno como fuentes de información, o medios mediante el cual la gente se informa, en el interior del país todavía la radio de Amplitud Modulada (AM) tiene un papel fundamental como medio masivo. Claro que a partir de internet, Facebook se convirtió en un aliado para promocionar radios o programas. Sin embargo, la radio tiene su gente y su público. Y es también la radio en donde los periodistas tienen mayor precarización laboral.

Cada periodista tiene que buscar auspicio ya sea con comercios o en algunos casos, con políticos locales. Esto genera una suerte de dependencia. Pero es la única manera de sobrevivir, sobre todo en épocas electorales. “Hay veces que uno hace algún comentario y al rato ya viene la orden desde la dirección de la radio para “calmarnos”. Es difícil porque casi todos los políticos tienen negocios y amenazan con parar la publicidad, uno tiene que encontrar la forma” expone también otro colega de Itapúa. Justamente en este departamento, en la Colonia Fram, un periodista tuvo que pelear casi cuatro años para obtener -por vía judicial- la autorización de Conatel para operar su radio. Como las informaciones no le agradaban a las autoridades locales, le hacían lo imposible por tener la habilitación. Es apenas un caso más.

Muchas veces nos sentimos muy solos” dice una colega en una de las reuniones en Ciudad del Este, Alto Paraná. Otro elemento que tienen en contra en el interior es que las autoridades los hace de menos si no son de medios “importantes”. En ese sentido, existe una marcada diferencia de parte de las autoridades contra periodistas de radios locales y de medios que forman parte de grandes grupos empresariales, principalmente, con sede en Asunción.

Los colegas que trabajan deben ir a lugares en donde no hay transporte. Pocos son los que tienen suerte de que sus empresas tengan móviles. Algunos usan sus propios vehículos; motos o automóviles. Todo sea por llegar al lugar desde donde se puede tener la información de primera mano. Prácticamente ninguno tiene seguro social del IPS y mucho menos seguros privados. Todos trabajan por el día a día y nadie ve posible una jubilación en el sector, salvo los pocos que son corresponsales de medios grandes.

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Antes, en la época de la dictadura, teníamos que tener sí o sí el carnet de Antelco (hoy, Copaco) en donde decía claramente “locutor – interior”. Esa diferenciación, si bien ya no existe en algún cartón, igual se sigue sintiendo en otras áreas o competencias” expresa otra colega de Guairá.

Si bien el trabajo periodístico es una cuestión difícil fuera de las capitales de los departamentos, resulta más complicado aún para las mujeres. El pensamiento machista todavía se refleja en acciones muy directas contra ellas. A pesar de todo, durante la gira que hizo el SPP, una mayoría de mujeres participó de los encuentros. Los casos de acoso laboral, sexual y de todo tipo se repiten a diario, pero muchas veces no saben a quiénes recurrir. “Antes era como algo que teníamos que sobrellevar. Pero ahora al menos ya se denuncia” expone otra colega en uno de las reuniones.

Por supuesto que también están quienes utilizan este oficio del periodismo con otros fines. Pero esta realidad tan nefasta se da en el interior como también en la capital de los departamentos, así como en Asunción y en otros países del mundo. Es como en todo, están los mantienen la bandera de su vocación y están los utilizan su profesión para fines oscuros.

Acá nadie ve ni escucha nada” dice otro colega de la zona fronteriza, cuando menciona sobre caso de asesinatos que tenga que ver con la mafia de frontera. No obstante, afirma que igual, los periodistas deben trabajar. “Para eso tomamos esta vocación” afirma el mismo periodista.

El periodismo del interior muestra un amplio espectro de realidades que, quienes ejercemos esta labor desde la capital, muchas veces no entendemos, ni sabemos. Realidades de necesidades, de lucha, de perseverancia y de ganas capacitarse para poder informar, por la pasión que significa el periodismo.

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