Desde hace años, un ciudadano español -con antecedentes por robo y denunciado varias veces por violencia intrafamiliar- viene acosando y amenazando a una mujer paraguaya y a toda su familia. A pesar de las denuncias, ninguna autoridad hizo algo al respecto. Incluso, el español vino a nuestro país en donde continúa con sus amenazas y violencia.
Él se llama Antonio Fernández Moreno, es un ciudadano español que llegó al país en julio pasado dispuesto a todo lo que sea para “volver” con Marta (nombre ficticio), una mujer paraguaya de 49 años cuya vida es un calvario desde conoció a este hombre, en 2007, cuando ella fue a trabajar a España.
Casi en un acto de desesperación, la hija y la propia Marta conversaron con la Nación y relataron lo que están viviendo.
La historia con Antonio empezó hace diez años. En ese entonces, Marta era parte de la gran colectividad de paraguayas que dejaba a su familia en nuestro país y buscaba en España la oportunidad de una vida más digna. A los pocos meses de haber llegado a Murcia, conoció a Antonio Fernández y surgió un romance como cualquier otro. Ni ella ni nadie de su familia podía imaginar lo que venía.
Pasaron los primeros meses y el noviazgo empezó a ser violento. Antonio no quería que Marta salga a trabajar, no quería que mire a nadie. No quería que salude. Empezaron los maltratos y la manipulación. Antonio Fernández, que se presentó en principio como un trabajador, pronto mostró su verdadera personalidad y a lo que se dedicaba. Era alguien metido en el mundo de la delincuencia y sus actividades eran riesgosas. Marta y su familia comprendieron ahí la magnitud de las cosas.
Durante años, la vida de Marta en España fue de cambios constantes de lugares de trabajo, de vivir encerrada, de no poder salir, de no conocer a amigos ni amigas. Como la hermana de Marta también trabajaba en España en ese entonces, Antonio empezó a amenazar con hacerle daño a ella, si Marta decidía cortar la relación. Era un suplicio para la mujer. Los años que sucedieron fueron siempre así, de viajar de una ciudad a otra, de ser amenazada en las redes sociales cuando estaba por Paraguay. “Me llegó a pegar con palo, me dejó marcas por todo el cuerpo, tenía mucho miedo de hacerle la denuncia” cuenta hoy Marta.
En el 2015, Marta hizo la última denuncia contra Antonio ante la guardia civil de Murcia por violencia doméstica. Los policías encontraron incluso el arma que Antonio tenía en la casa que compartían. Gracias a esa denuncia, el hombre desapareció unos días, lo que le dio la oportunidad a Marta de mudarse a Barcelona a mitad de ese año. Pero Antonio volvió a rastrearla. Ante esto, la mujer decidió volver definitivamente a Paraguay. En agosto de ese año, Marta volvió para quedarse a vivir con sus dos hijos, de 24 y 23 años. Ella creía que su pesadilla terminó.
"Me empezó a escribir. Me decía que mi destino era morir a su lado" - Marta (víctima) <br>
En el 2016, Antonio estaba en la cárcel, consecuencia de la denuncia que entabló Marta contra él y por otros antecedentes que tenía. De hecho, entre 2010 y 2011, Antonio estuvo en la cárcel de Barcelona por haber acuchillado a un gitano, en plena calle. Cuando logró salir de su encierro, a mitad del año pasado, volvió a rastrear a Marta. La ubicó por Facebook. Pero no solamente a ella, sino a toda su familia. Y empezó a amenazarlos a todos. “Todas esas amenazas no tomábamos en serio, porque él estaba lejos” dice Marta.
A principios de este año, Antonio participó de un asalto a un centro comercial en pleno centro de Murcia, pero logró escapar. La policía española desde entonces lo buscó. Sin embargo, Antonio logró escapar y se vino a Latinoamérica. Según Marta, consiguió las documentaciones necesarias antes de que se llevara a cabo el juicio. Primero fue a Colombia, junto a un amigo español que le dio un techo para vivir. Su objetivo principal ya estaba cerca.
En Paraguay
En julio de este año, Antonio ingresó al Paraguay por el Aeropuerto Silvio Pettirossi. Ya había llegado al Paraguay dos veces antes. En ambas ocasiones, fue para buscar a Marta. Pero esta vez, llegó con el libreto de ser diferente. “Me prometió que iba a cambiar, que ya no me iba a pegar”. Entonces, Marta y su familia le dieron una nueva oportunidad. Sin embargo, el cambio de actitud no duró mucho. Desde setiembre de este año, Marta volvió a trabajar en una hamburguesería de Itauguá. Desde ese momento, Antonio volvió a su locura de celos.
“En agosto de este año me pegó, me dio una patada por la cara” cuenta Marta. “Él se arrodilló, me pidió perdón, me dijo que nunca más me iba a tocar, lloraba, me dijo que yo le obligaba a hacer algo así”. Pero Marta no denunció esta golpiza. Tuvieron que intervenir sus hijos.
Una tarde de setiembre, Antonio estaba borracho. Tenía consigo un enorme cuchillo a la altura de la cintura. Tras unas agrias discusiones, la agarró del brazo a Marta y la obligó a irse con él en bus, hasta el trabajo de ella. Marta cuenta que en un descuido, cuando frenó el bus, ella logró bajar e ingresó a un comercio. Pero Antonio fue a la casa y allí encontró a la hija de Marta. Quiso ingresar a la fuerza, pero la joven le cerró el portón. Hubo gritos. Forcejeos. En ese momento, Antonio sacó su cuchillo y le hizo un corte a la hija de Marta en la mano. Después de este episodio, Marta y sus hijos llamaron al 911, a la policía, a todos los que pudieron para que este hombre se alejara de la casa.
Sin respuestas
Hasta ahora, la familia de Marta hizo tres denuncias contra Antonio Fernández Moreno. Dos se hicieron en comisarías diferentes de Capiatá y la tercera en la fiscalía zonal de la misma ciudad. “No apareció más pero empezó a mensajearme, a escribirme, que mi destino es morir a su lado” cuenta Marta.
Gracias al Ministerio Público, se llegó a un acuerdo con el ciudadano español para que él vuelva a su país de origen y además, el compromiso de que él no vuelva a molestar a la familia de Marta. Se logró una orden de alejamiento. Antonio no puede acercarse a 500 metros de la casa. Sin embargo, ninguno de estos puntos del acuerdo se cumplieron.
Hasta hoy, Antonio pasa por frente a la casa de Marta. Les llama a la casa de sus familiares, se va a la casa de sus padres. Ronda la casa de los familiares y si está borracho, va e insulta a todos. La familia de Marta ruega que alguna autoridad tome cartas en el asunto. La última denuncia, exigiendo que Antonio se aleje de sus vidas, es del 17 de diciembre. Supuestamente, el hombre trabaja en lavaderos o se hace pasar por lector "de cartas ancestrales".
“Lo único que pido es que se le agarre y se le envíe a su país, por favor. Ya no quiero más vivir así” ruega la mujer.
Marta no quiere ser nueva víctima de feminicidio en Paraguay.