Doña Nélida es la viva imagen de muchas mujeres mayores que profesan su fe y peregrinan hasta llegar al Santuario de Caacupé. “Siempre que puedo, voy a venir” sentencia la mujer.

Tiene los pies con callos de tanto caminar. Llega hasta el puesto juvenil Salesiano N.º 2, en donde voluntarios procedieron a hacerle algunas curaciones. Doña Nélida Vallejos de Cabrera, madre de 10 hijos y oriunda de Santaní, dice que toda su vida peregrinó para agradecerle a la virgen de Caacupé por las bendiciones que recibió en su vida.

Doña Nélida tiene un pañuelo que le cubre toda la cabeza bajo su sombrero piri. Dice que es un método que resulta para aplacar el calor. Cuenta que viene en bus desde Ciudad del Este pero baja en Coronel Oviedo. Desde allí emprende su peregrinaje. Es una cuestión casi normal en la vida de doña Nélida hacer este recorrido hasta la capital espiritual cada diciembre. “Todos los años vengo pero últimamente desde Coronel Oviedo, porque me canso mucho” dice, mientras es asistida por los voluntarios salesianos.

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Doña Nélida, con la fuerza de su fe llega cada año caminando hasta el Santuario de la Virgen. (Foto de Fernando Riveros)

Dice que salieron de Oviedo ayer, cerca de las 16.00, con el sol todavía alto. Cuando llegaron a Itacurubí, ya eran las cuatro AM de esta mañana. “Cada año vengo para cumplir una promesa, generalmente por mi salud. Yo tengo varios problemas de salud pero este año no tuve ninguna complicación, entonces vine para agradecer eso, porque realmente no hice una promesa directa” explica doña Nélida.

Como cada año, la mujer llega hasta el Santuario en compañía de sus vecinas, que la acompañan, a paso lento, en el peregrinaje. “Yo tengo que venir, no puedo fallarle a la virgencita” dice doña Nélida. Los callos en los pies no le hacen mella en su fe.

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