En la polvorienta barriada limeña de Pamplona los vecinos votaban de mala gana este domingo, más preocupados por los contagios de coronavirus o la falta de trabajo y de ingresos, que por las elecciones peruanas. Muchos peruanos tenían temor de votar por el riesgo de contraer el temido virus, pero la gente pobre no puede darse el lujo de pagar una multa de 88 soles (24 dólares) por no hacerlo.

“Tenemos miedo de contagiarnos, porque esta pandemia es terrible, pero igual tengo que votar”, dice a la AFP Nancy Retamozo, de 58 años, mientras espera para votar en la escuela La Rinconada de Pamplona. Máximo Curi, de 68 años, explica que acudió a sufragar para no ser multado, pero se inquietó al ver que en la fila “no están manteniendo el distanciamiento” de un metro y medio entre cada persona, como lo aconsejan las autoridades sanitarias.

“Deberían mantener el distanciamiento o tener un protector adecuado”, comenta Curi. Los centros de sufragio de los distritos pobres de Lima fueron los primeros donde comenzó la votación este domingo. En los municipios de más ingresos, como San Isidro y Miraflores, hubo demora porque pocos electores acudieron temprano, según la oficina nacional electoral (ONPE). “Las zonas más populares han instalado [más] mesas, las más pudientes no han cumplido”, dijo el jefe de la ONPE, Piero Corvetto, a la radio RPP.

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43.000 contagios

La vida siempre ha sido dura en Pamplona, donde abundan las casas rústicas de madera y plástico, pero los problemas se agudizaron con la pandemia, que sumió al país en la recesión económica. La barriada pertenece al municipio de San Juan de Miraflores, de 422.000 habitantes, uno de los distritos con mayor densidad poblacional del país (17.342 habitantes por km/2), cinco veces más que Lima metropolitana.

El distrito ha sido azotado por la pandemia con 43.000 contagios acumulados, afectando a casi 10% de su población, mientras que a nivel nacional han resultado infectados 5% de los peruanos, según datos del ministerio de Salud. También suma más de un centenar de decesos por COVID-19, de los 54.669 nacionales.

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En 2019, el 18,2% de sus habitantes tenía un gasto inferior al costo de la canasta básica mensual de alimentos (352 soles, casi 100 dólares). Ello equivale a 76.000 personas en condición de pobreza, según datos oficiales. Parte de las familias comen en ollas comunes desde hace meses en Pamplona.

Según el gobierno, el 84,52% de las casas de San Juan de Miraflores “cuentan con abastecimiento de agua de la red pública”, pero en muchos casos la obtienen de un pilón comunitario en la calle. Pamplona es un “asentamiento humano” que comenzó a poblarse hace tres décadas con campesinos de la sierra andina que escapaban de la guerrilla maoísta de Sendero Luminoso.

“Situación crítica”

Luego de haber crecido varios años por sobre el promedio latinoamericano, la economía peruana se contrajo en 2020 en 11,12%, la peor cifra en tres décadas. Cuatro millones de peruanos perdieron sus empleos y cinco millones pasaron a ser pobres en 2020 en medio de la pandemia. Ahora un tercio de los 33 millones de habitantes del país vive en la pobreza, según datos oficiales.

La recesión afectó a millones de peruanos que trabajan en la informalidad, entre ellos miles de vecinos de Pamplona, quienes se ganan la vida principalmente como vendedores ambulantes, en tareas de limpieza o como mototaxistas. “Cada día estamos más empobrecidos. Yo no trabajo desde hace más de un año, yo no he tenido ni siquiera un bono [de los entregados por el gobierno por la crisis] para que me ayude a salir adelante”, se lamenta Crisín Mariacuri, de 58 años.

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“La situación es crítica, no he visto apoyo de las autoridades”, dice por su lado a la AFP Ricardo Farías, de 30 años. En los distritos pobres de Perú, el 94,7% de la gente trabaja en la informalidad, frente al 70% a nivel nacional, según cifras oficiales. La zona alta de la barriada, conocida precisamente como Pamplona Alta, comparte la ladera de un desértico cerro con urbanizaciones de clase alta del vecino distrito de Surco. Las diferencias en las condiciones de vida entre ambas son abismales.

Un muro de concreto y alambres de púa de 10 kilómetros de extensión, construido en la década de 1980, marca el límite entre la zona rica y la pobre del cerro y algunos peruanos lo llaman el “muro de la vergüenza”.

Fuente: AFP.

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