Naypyidaw, Birmania | AFP, por Catherine MARCIANO.
El papa será recibido este martes por la premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi, al frente del Gobierno birmano, en el marco de su viaje a este país lastrado por décadas de violencia y la crisis de los rohinyás musulmanes.
El martes por la mañana, el infatigable defensor del diálogo interreligioso inició su jornada con una reunión “privada” en Rangún con dirigentes religiosos budistas, hinduistas, cristianos, musulmanes y judíos.
El programa oficial del pontífice argentino comenzará con un vuelo, el martes por la tarde, a Naypyidaw, la capital administrativa, rodeada de arrozales y campos de caña de azúcar, a 320 km de Rangún, capital económica.
Allí será recibido por el presidente, Htin Kyaw, un allegado de Aung San Suu Kyi, y luego por esta última, quien, pese a ser oficialmente ministra de Relaciones Exteriores es, de facto, jefa del Gobierno.
La Iglesia birmana defiende a Aung San Suu Kyi frente a la avalancha de críticas internacionales por la falta de empatía que mostró ante los rohinyás, argumentando que ella debe negociar con el ejército y que sigue siendo una figura clave para democratizar el país.
El pasado mayo, el papa Francisco recibió a la premio Nobel de la Paz de 1991 en el Vaticano.
Con motivo de esa visita, la Santa Sede y Birmania anunciaron la instauración de las relaciones diplomáticas plenas. Un nuncio apostólico -un embajador oficial de El Vaticano-, acaba de instalarse en el país.
Además, el papa argentino pronunciará un discurso ante las autoridades civiles, representantes de la sociedad civil y del cuerpo democrático en el inmenso centro de congresos en el que será recibido.
La Iglesia Católica local está preocupada por no ponerse en contra a una población mayoritariamente budista, marcada por un nacionalismo budista antimusulmán, e indignada por las críticas de la comunidad internacional sobre la suerte de la minoría étnica musulmana de los rohinyás.
- “Rohinyá”, palabra tabú -
Todas y cada una de las palabras de Francisco serán examinadas con lupa, justo después del discurso de Aung San Suu Kyi el martes por la tarde.
El hecho de saber si el pontífice osará pronunciar la palabra “rohinyá”, un tabú para los birmanos, durante su visita ha despertado muchas dudas.
Temiendo una reacción de los budistas extremistas, el arzobispo de Rangún, Charles Bo, primer cardenal del país, le recomendó que evitara ese término y que, en lugar de ello, se refiriera a los “musulmanes del estado de Rakáin”.
Esta terminología oficial, neutra, es la que desearía imponer Aung San Suu Kyi para evitar la guerra semántica entre la apelación “bangladesíes” (utilizada por la mayoría budista en Birmania) y “rohinyás” (empleada por esos musulmanes para designarse).
“Aunque no pueda decir la palabra, todos sabemos que está allí por los rohinyás... Debemos apoyar a los pobres, a los que sufren”, declaró a la AFP una religiosa católica de Tailandia que viajó a Rangún para asistir a la multitudinaria misa que oficiará el papa el miércoles.
Desde la plaza de San Pedro de Roma, el papa ha manifestado su emoción en varias ocasiones al hablar de la situación de los rohinyás, “torturados y asesinados a causa de sus tradiciones y de su fe” en Birmania. Parece poco probable que vaya a expresarse tan libremente en territorio birmano.
El lunes por la tarde, interrumpió su descanso para participar en un “encuentro de cortesía” privado, de un cuarto de hora, con el jefe del ejército, al que la ONU acusa de haber llevado a cabo una “limpieza étnica” contra los rohinyás.
El poderoso general Min Aung Hlaing, que en principio debía reunirse con el pontífice el jueves, le aseguró al papa que su país no ejercía “ninguna discriminación religiosa” y que el ejército actuaba “por la paz y la estabilidad del país”.
En cambio, se declaró opuesto al regreso masivo de los rohinyás, pese que se hubiera anunciado un acuerdo en este sentido la semana pasada entre los gobiernos de Birmania y Bangladés.