FRANCESCA GINO

Un reciente artículo del New York Times acerca de cómo Uber está usando diversos aportes de la economía conductual para empujar a sus conductores a tomar más pasaje es una de muchas historias recientes que han puesto a la compañía bajo una mala luz.

Como muchas herramientas, la economía conductual puede usarse de buenas y malas maneras. La disciplina se basa en la suposición de que los seres humanos se caracterizan por juicios falibles y preferencias y comportamientos maleables, que pueden ser impulsivos o miopes, y están impulsados por deseos sociales. A continuación, combina aportes de los campos de la psicología, la economía, el juicio y la toma de decisiones y la neurociencia, para entender, predecir y cambiar el comportamiento humano, en formas más poderosas de las que cualquiera de esos campos pudiera brindar por sí mismo.

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Uber ha estado usando dichos conocimientos para influir en el comportamiento de los conductores. Como Noam Scheiber escribe en su artículo del Times, un enfoque impulsa a los conductores hacia llevar más pasaje, basado en el aporte de las ciencias conductuales respecto a que las personas son altamente influenciadas por metas. Cuando tratan de desconectarse, Uber alerta a los conductores de que están muy cerca de alcanzar un anhelado objetivo y les envía a los conductores su siguiente oportunidad de pasaje antes de que termine el viaje actual.

Ahora, regresemos a la pregunta de cuándo los empujoncitos son buenos y cuándo son malos. ¿Son usados para beneficiar a ambas partes involucradas en la interacción, o crean beneficios para una parte y costos para la otra? Como Richard Thaler y Cass Sunstein argumentan en su influyente libro "Nudge", tres principios guía deberían estar en primer lugar al diseñarlos: deben ser transparentes y nunca engañosos, deben poder rechazarse fácilmente e impulsarse por la fuerte creencia de que el comportamiento alentado mejorará el bienestar de aquellos a quienes empuja.

Ahí es donde se encuentra la línea entre alentar ciertos comportamientos y manipular a las personas. Además, ahí es donde veo poca diferencia entre aplicar economía conductual o cualquier otra estrategia o encuadre para el liderazgo, el manejo de talento y las negociaciones. Siempre tenemos la oportunidad de usarlos para bien o para mal.

Si difieren los intereses de una compañía y sus empleados, la compañía puede explotar a sus propios miembros, como Uber parece haberlo hecho. Sin embargo, hay muchas situaciones donde los intereses están alineados, la compañía ciertamente se beneficia de los mayores niveles de desempeño y motivación, pero los trabajadores también, porque se sienten más satisfechos con su trabajo.

Ahí es donde veo un gran potencial en aplicar la economía conductual en las organizaciones: para crear verdaderos ganar-ganar.

(Francesca Gino es profesora en la Harvard Business School y afiliada a la facultad del Behavioral Insights Group en la Harvard Kennedy School. Ella es copresidente de un programa de educación ejecutiva de la HBS sobre la aplicación de la economía conductual a los problemas organizacionales).

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