- Fotos: Cristóbal Núñez
En este “Expresso” a puro guitarreo y canción, Augusto dos Santos recibe al cantautor, abogado y diplomático Hugo Ferreira, quien recientemente ganó el primer premio en un concurso municipal de composición de guaranias. Ferreira repasa los inicios de su carrera, sus influencias, los nuevos desafíos de la canción testimonial y enfatiza la importancia de promover la industria cultural como política de proyección a nivel internacional.
–Si tuviéramos que bucear en los orígenes del Hugo Ferreira cantante, músico y creador, ¿a qué tendríamos que atribuir?
–Y en realidad al colegio, a una búsqueda del lugar del mundo del uno. Hay algunos que jugaban fútbol, básquetbol, a algunos se les daba por bailar, etc., etc., y bueno, yo no estaba encontrando nada. Como mi papá tocaba la guitarra en casa, dije “capaz que por este lado”. Y, bueno, así empezó.
–¿A esta altura ya te pasa que empezás a percibir que alguien está cantando o está hablando de una canción y no sabe que lo escribiste vos?
–Ojalá más, pero sí. Había una frase que decía Facundo Cabral que cuando ya nadie sabe el autor de tu canción, es cuando llega la gloria. Me pasa mucho con “Crecimos”, que es una canción que la escribí en el colegio, que es para la época del colegio y últimamente con “Mi país”. De la voz de Ricardo (Flecha) especialmente y también de otra gente que la escucha y la canta.
FACETA DIPLOMÁTICA
–¿Cuál es tu tarea en el ámbito diplomático?
–Yo estoy trabajando en la Embajada de Paraguay en Uruguay. Ahí me encargo de los temas que tienen que ver con el Mercosur.
–¿De formación sos abogado?
–Soy abogado y estudié Relaciones Internacionales y Administración Pública en España en un máster hace casi 20 años ya. Y bueno, siempre estuve vinculado a lo que tenga que ver con relaciones internacionales, organizaciones sociales, políticas.
–En cuanto a lo que es la diplomacia cultural, que existe, que se nota, da la impresión de que siempre se puede hacer mucho más al respecto de eso, ¿no?
–Sí, yo creo que es un proceso también de identificación nacional dentro de una larga historia con varios capítulos. Está la historia de la independencia, de la guerra, la posguerra, la dictadura, la democracia, etc. Y creo que hubo varias aristas desde las cuales se enfocó la identidad cultural de Paraguay. Y creo que ahora, con este tiempo de democracia más larga, se está encontrando un lenguaje común que tiene que ver mucho, por ejemplo, con la guarania, tiene que ver con el guaraní, tiene que ver con el mismo desarrollo urbano de Paraguay y sus expresiones culturales y artísticas. Eso está empezando a llamar la atención a nivel internacional y está generando interés no solamente desde el punto de vista cultural meramente, sino de las industrias culturales mismas y se está mirando un poquito hacia Paraguay. Potenciar eso como política internacional es muy interesante porque genera un rédito genuino.
ECLOSIÓN
–En qué momento te ubicás al respecto de toda esa historia que vino antes de vos con gigantes como Maneco Galeano y compañía.
–Nosotros somos los Salieris del nuevo cancionero. Hay mucha gente que surgió a finales de los 90, 2000 básicamente, especialmente Aldo Mesa y Víctor Riveros que estuvieron conmigo cuando la música urbana todavía no era reguetón (risas). Queríamos darle ese carácter porque en esa época la música estaba muy identificada con la realidad campesina, con ese discurso muy de la tierra, de la lucha del campo. Entonces, si bien el nuevo cancionero ya empezó a tocar temas que tenían que ver con la dictadura, la canción contestataria a esa realidad, nosotros tomamos ese hilo del nuevo cancionero con referentes como (Carlos) Noguera, Maneco, Jorge Garbet, Ñamandú, Sembrador, todos los grandes. Y tratamos de sumar.
–Hablanos de cómo se formó ese movimiento.
–Hubo una especie de vacío en los 90 hasta el 97, 99 más o menos. No hubo casi nada nuevo, por lo menos que llamara la atención, desde lo último de Maneco, desde lo último de Ñamandú. Hay que mencionar a Rolando Chaparro porque él siempre fue como un hilo conductor. Rolando y Alberto Rodas. Son tipos que nunca dejaron de cantar desde el nuevo cancionero, fueron parte del nuevo cancionero y dieron un impulso a lo que fue la nueva música después. Siempre me acuerdo de ellos porque somos muy ingratos a veces y nos olvidamos del peso gigante de canciones como “Polcarera de los lobos”.
–¿Cuánto tiempo duró canción social urbana?
–Y dura todavía... Hasta que Mesa se fue a Uruguay, Víctor siguió grabando, pero creo que los tiempos también cambiaron. Fue una época en la que había mucho el tema de los festivales, de los proyectos que tenían que ver con la canción popular y demás. Y creo que llegó un momento en que dijimos “misión cumplida”. Ahora sigamos como amigos y colaboradores, pero no hace falta que toquemos los tres juntos todo el tiempo. Hubo un momento en que se pensaba que éramos un grupo y en realidad lo que queríamos era un movimiento y vincular a más gente. Estuvo en su momento Ulises Silva, Yenia Rivarola, no formando parte del movimiento, pero sí vinculándonos y haciendo ruido con esa gente. David Portillo...
–Ya después de ustedes vendrían Cristian Silva y otros.
–La siguiente camada y ya empieza más a diversificarse, entra la gente de La Secreta, aunque ellos son ya veteranos como nosotros, pero empezaron a hacer cosas nuevas. Entra Cristian, mi hermano también, Juanma Ferreira y mujeres también.
–Y en términos de matices, de tonadas, de estilos musicales, ¿qué se ve en todo ese tiempo de los 90 hasta principios de 2000? ¿Canciones era el género?
–Sí, la canción de autor más vinculada a la nueva trova era todavía lo que se hacía en los 90 tardíamente en Paraguay, porque esa ya era una cuestión setentosa, ochentosa en la región.
INFLUENCIAS
–Si tuviera que pedir tres referentes tuyos, Silvio Rodríguez estaría indudablemente.
–Aunque yo varío un poco de lo que es lo tradicional, aunque la gente me escucha y me dice es la misma voz de Silvio, pero en realidad es una mezcla de eso, también de (Juan Carlos) Baglietto y mucho de la trova rosarina que tenía esa forma de cantar.
–¿Quiénes serían tu podio en términos de referentes para vos?
–Alberto Cortez me parece exquisito en su letra, en sus composiciones. Ha escrito sobre absolutamente todo, cantaba con una pasión impresionante y a mí me quedó muy grabado lo de él. Me cuesta hacerte un podio, pero seguro está Alberto, seguro está Silvio, seguro está (Luis Eduardo) Aute, seguro está (Joan Manuel) Serrat. Y después nuevos por la cercanía de edad y porque me tocó conocerlos. Soy un admirador tardío de (Joaquín) Sabina por ejemplo. (Jorge) Drexler, Ismael Serrano.
–¿Cuáles son algunas colaboraciones que te resultan inolvidables o importantes en tu camino?
–La primera vez que me jugué, porque siempre fui medio cara dura, pedir directamente a alguien, siendo bastante desconocido, o sea, totalmente desconocido en algunos lugares, fue con Drexler. Drexler grabó conmigo en 2003 y me dijo “encantadísimo”.
–¿Qué otras colaboraciones recordás?
–Después vino Ismael Serrano, otro gran referente para mí, a quien admiro hasta ahora muchísimo. Coincidimos mucho en formas de escribir, de encarar la canción desde la letra y una sensibilidad genial. Con Ismael fue complicado porque nuestras tonalidades son muy dispares. Después en ese mismo disco está Frank Delgado, también un trovador cubano, de la novísima trova, canta un tema dedicado al Che, una salsa que Willy (Suchar) arregló, que tiene la particularidad que la parte de tamborín lo llevé a Cuba para grabar con Frank. En realidad en esa época era medio todavía raro. No era demasiado usual el tema de las invitaciones y las colaboraciones.
REINVENCIÓN
–¿Qué se canta a partir de los 2000?
–Hay temas universales, por ejemplo la pobreza, la desigualdad. La canción justamente cambia a partir de irreverentes como Sabina. La canción de amor misma se vuelve una canción testimonial a veces porque se reinventa ese romanticismo, un trasegar de la lírica muy pura a esa lírica más sarcástica, a una canción un poco más inteligente. Yo creo que lo testimonial o la protesta entre comillas pasa por la reinvención de esa protesta a factores sociales mucho más complejos. El enemigo es más difuso, antes era la dictadura, ahora está en todas partes.
–Tuviste una premiación muy importante en estos días que tiene que ver con la guarania, ¿no?
–Sí, una guarania para Asunción, una canción que trata de hacer una canción más para Asunción, pero diciendo un poquito más de actualidad. Gané el primer puesto de la categoría de guarania tradicional. Hay otra categoría que era guarania moderna, como fusión. Me fui por lo tradicional y por suerte gané. Vamos a ver si se difunde lo suficiente para que se escuche.
MARGINALIDAD
–¿Cómo te llevás con esta irrupción casi hegemónica de nuevos ritmos como el reguetón?
–Quizás es cíclico. Tiene mucho que ver con factores como la tecnología, el acceso masivo, la inteligencia artificial, que hace que cualquiera pueda hacer una canción hoy en día. O sea, balbucea algo, te afina. Si escribís algo y no te sale bien, la inteligencia artificial te hace rimar lo que estás pensando. Fito Páez decía que es inútil enfrentarse a algo que es hegemónico. Aparte, la canción de autor y la canción testimonial, eso lo decía Caetano Veloso, siempre vamos a ser marginales, pero marginales en el sentido lato de la palabra. Siempre vamos a ser para un público muy chico. Si sos cantautor y querés ser masivo, te equivocaste de carrera. Luis Miguel por ejemplo es un tipo que nunca jamás va a hacer reguetón y ni en inglés quiere cantar él, él se mantuvo en su postura. Claro, estamos hablando de un genio, el mejor cantante para mí, el mejor cantante de música en castellano de la historia. Y otros tipos como Serrat que no van a ceder. Sin embargo, hay otros melódicos, por ejemplo, que tuvieron que hacer eso para sobrevivir.
–¿Quiénes, por ejemplo?
–Estamos hablando de Luis Fonsi, de David Bisbal. Gente que tuvo un éxito rotundo en los 2000 y para seguir viviendo tuvieron que hacer reguetón o juntarse con Daddy Yankee, juntarse con Fulanito para poder seguir comiendo. Charlie García decía y Fito lo confirmó que la música es melodía, armonía y ritmo, pero hoy en día solo tienen ritmo. El reguetón es ritmo y letra. Entonces le faltan como dos elementos para ser música. Es entretenimiento, es expresión cultural, eso nadie niega. Ahora, no sé si es música técnicamente, quizás es ritmo, quizás es una expresión cultural rítmica. La música en sentido estricto es melodía, armonía y ritmo, y ahí se va mezclando, siempre fue así.
–En estos últimos tiempos tuviste unas colaboraciones muy potentes que te reivindicaron un poco con la historia de tus propios referentes, ¿no?
–El hecho de estar en Uruguay y también un poco la pandemia que bajó los precios de muchas cosas, de estudio, de grabación, de costo de músico y demás, en su momento me llevó a estar más cerca de referentes muy importantes en mi historia de la música uruguaya y de la música argentina. En Argentina principalmente mi ídolo de adolescencia, el tipo que me enseñó a cantar a la distancia sin saberlo, Juan Carlos Baglietto, junto con Lito Vitale. Ese dúo material de ellos me marcó mucho.
–Se nos fue el tiempo. Muchísimas gracias por venir y muchísimas gracias por tanta creación para la música contemporánea en Paraguay.
–Muchas gracias a vos, Augusto. Hasta la próxima. Muchas gracias.