• Jimmi Peralta
  • Fotos: Archivo/Gentileza

Entre lo culto y lo popular, el género musical creado por José Asunción Flores demuestra su plena vigencia y capacidad de renovación en el año de su centenario. El maestro Diego Sánchez Haase y otros compositores e intérpretes comparten con El Gran Domingo de La Nación sus reflexiones sobre el presente y el futuro de una corriente folclórica que aún ofrece a los creadores múltiples potencialidades por explorar.

El próximo miércoles 27 de agosto se recuerda el Día de la Guarania en homenaje a la fecha de nacimiento del creador de este género musical, José Asunción Flores.

Este año se agrega el condimento especial de que la recordación coincide con la agenda de celebración del Año Nacional de la Guarania, declarado con motivo del centenario de la obra “Jejuí”, primera composición del maestro inscrita en esta vertiente musical. A esto se añade el reciente reconocimiento como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

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ORIGEN

El término guarania apareció por primera vez en un poema de Guillermo Molinas Rolón (1892-1945) y hacía referencia a un espacio ideal y tierra mítica de los guaraníes. “La región prometida / como tierra de ensueño, de ilusión y de vida, / tierra donde crecieron las flores santuarias / de robustas pasiones y gestas fabularias”, reza uno de los versos.

Tomando esta denominación, Flores convirtió la cadencia del 6/8 de la polca tradicional en un lenguaje sonoro propio, del que se sujetarán posteriormente las palabras de grandes letristas de la cultura popular paraguaya.

Flores será recordado por siempre por llevar la música paraguaya a la universalidad del mundo sinfónico con piezas innovadoras como “María de la Paz”, “Ñanderuvusu” y “Pyhare pyte”, que hoy resuenan en nuevas generaciones de creadores e innovadores que desde el presente indagan en su obra y responden con un lenguaje desafiante a la interrogante sobre el futuro de la guarania.

Uno de estos referentes es Diego Sánchez Haase, director de la Casa Bicentenario de la Música y de la Orquesta Sinfónica del Congreso, quien en este diálogo habla sobre la audaz apuesta de fusionar la guarania con el sonido característico de Johann Sebastian Bach.

–Abordaste en su momento la guarania y la música bachiana en un proyecto. ¿En qué consistió ese trabajo?

–Fue un experimento muy interesante y enriquecedor. El director del BachFest de Leipzig, Michael Maul, uno de los musicólogos más prestigiosos del mundo, me solicitó el año pasado –teniendo en cuenta el lema “Transformation” del BachFest de Leipzig de ese año– experimentar una fusión entre la música de Bach y la guarania. Me entusiasmó la idea, pero no fue fácil, porque en principio me parecían dos mundos totalmente distintos que no tenían nada en común.

UNIÓN DE UNIVERSOS SONOROS

–¿Cómo fue uniendo estos dos universos sonoros a primera vista tan disímiles?

–En algunas sentadas de improvisación al piano en mis tardes de estudio (que son todos los días), se me ocurrió analizar algunos rasgos estilísticos que podrían tener en común algunos corales o arias de Bach con la guarania. Así, exploré algunas arias y corales bachianos escritos en ritmos de 6/8 o 3/4, y empecé a pensar en las guaranias con las que se podrían eventual­mente fusionar de manera natural y orgánica, sin forzar nada. Una vez seleccionadas las piezas que podrían fun­cionar, pensé en las estruc­turas.

–¿Qué características debían tener las obras pre­sentadas?

–El BachFest nos pidió dos piezas de 11 minutos de dura­ción cada una. No era poco tiempo. Entonces trabajé en una introducción de mi completa autoría, un arre­glo mío de la guarania y luego la parte más compleja: una transición también comple­tamente de mi autoría, que conduzca de manera natural y orgánica a la pieza de Bach, que estaría acompañada con ritmo de guarania, respe­tando la melodía y armonía original de Bach. Luego, nuevamente la transición mía hacia la guarania para un final que reúna ambas cosas. Las piezas tenían que estar escritas para tenor, clarinete y piano, que era la conformación que llevaría­mos de aquí.

FUSIÓN DE LENGUAJES

–¿Cuál fue la recepción que tuvo entre el público?

–Y la verdad es que salió algo maravilloso, que tuvo un éxito rotundo en Leipzig y también aquí en Paraguay. La fusión no se da solamente en la música, sino también en el lenguaje. En la primera pieza se combina el guaraní maravilloso de Manuel Ortiz Guerrero con el alemán y en la segunda, el castellano y guaraní con el latín. Todo se fusiona gracias al más universal de los lenguajes: la música. Tanto fue el éxito que, en Lei­pzig, nos solicitaron que, ade­más del concierto oficial en el que estrenamos las piezas, presentáramos las mismas en una recepción ofrecida a los 80 principales patroci­nadores del Festival. Aquí, luego del estreno de las obras, el pastor Michael Nachtrab, de la iglesia Evangélica Ale­mana (la iglesia a la que per­tenecía Bach), me envió una hermosa carta alentándome a seguir trabajando en este experimento, que –según su óptica– puede sentar las bases para una nueva música sacra paraguaya. Me encantó su idea. Este experimento es también mi homenaje a Bach, a Flores, a la guarania y, sobre todo, a la universalidad de la música.

–¿Qué potencialidades tiene por desarrollar la guarania dentro de lo sin­fónico y lo popular, ya sea desde lo creativo o desde el rescate de los grandes creadores?

–A mí me gusta mucho una frase de Flores: “La guarania es un camino ancho, donde caben todos los estilos”. La guarania tiene mucha poten­cialidad dentro de lo sinfó­nico. Pero creo que tene­mos que ser más creativos. Tenemos que hacer que, en lo sinfónico, la guarania experimente nuevos lenguajes, nuevas sono­ridades. Hasta ahora hay pocos composi­tores que avanza­mos con esta idea. La mayoría escribe aún de manera tra­dicional.

–¿Y cuál es el camino que debería seguir esta innovación?

–La guarania tendría que experimentar las técnicas extendidas de los instru­mentos (como lo hice en mi “Concierto para clarinete y orquesta”), la música con electrónica en vivo (como lo hace José Ariel Ramírez), las diferentes posibilidades armónicas (como lo hice en el segundo movimiento de mi “Sonata para oboe y piano”, que es una guarania hexato­nal), etc.

EVOLUCIÓN

–¿Y cómo podrían parti­cipar de esta innovación los géneros de la música popular?

–La música de David Por­tillo es un buen ejemplo del camino que podría ser explorado por los composi­tores populares para hacer evolucionar la guarania, ya que enriquece enormemente la armonía, que, según mi óptica, es el camino menos avanzado de la guarania usual. A los tradicionalistas no les gusta esta idea. Pero Flores mismo fue un innova­dor. La guarania no hubiera existido si Flores no hubiera innovado. La música es un fenómeno orgánico, que evo­luciona con la socie­dad misma. No debemos temer a la evolu­ción. Lo que sí es muy importante es conocer profundamente la tradición para mirar hacia el futuro y evolucionar sin perder lo esencial. Así como lo hizo Bach, que sintetizó la tra­dición y la proyectó hacia el futuro.

–A su criterio ¿cuál es la relevancia que tiene Flores en su rol de creador?

–Flores es un compositor capital de la historia de la música del Paraguay. Apareció en un momento clave e hizo un aporte trascendental para el desarrollo de la música de nuestro país. Su liderazgo fue notable y la historia le dio mayor protago­nismo que a otros músicos de su generación bastante mejor formados que él. Si bien tuvo sus detractores, principal­mente por su militancia polí­tica, trascendió en el tiempo con la guarania, cuyas melo­días no solamente cantaba la gente, sino que él mismo la llevaba también al plano sinfónico, llegando a espa­cios nunca accedidos por compositores paraguayos, como Moscú, donde grabó sus obras nada menos que bajo la dirección de Yuri Ahrono­vitch, una de las batutas más prominentes de su tiempo.

El Bach Collegium de Asunción presentó con rotundo éxito en Alemania piezas que fusionan la guarania con obras de Johann Sebastian Bach

SELLO PROPIO

–¿Cuáles les parece que son elementos más desta­cables de su creación?

–Destaco de su estilo la sen­cillez de algunas de sus melo­días, pero también las que son más elaboradas y que presentan más dificultades. La mayoría de sus guaranias también tienen una estruc­tura con sello propio, que lo hace absolutamente perso­nal. Del plano sinfónico, destaco su “Ñanderuvusu”, que tuve el honor de estrenarla en Paraguay en su versión escenificada con ballet. Creo que es de su escritura más avanzada. Sin embargo, me hubiera gustado que escribiera más, que desarrollara más su estilo y su técnica, y que pudiera abarcar otros géneros como la música de cámara, por ejemplo.

–¿Le parece que existen pendientes en lo que res­pecta a la difusión y puesta en valor de la guarania?

–Creo que uno de los temas siempre pendientes es el de la difusión de la guarania, tanto en el interior del país como en los centros educati­vos de todo el país. La guara­nia se escucha poco en el inte­rior, así como en las escuelas y colegios de todo el país. Si bien hay iniciativas princi­palmente privadas, desde el Estado no se vislumbra una política fuerte de difusión nacional de la guarania; de la enseñanza de su historia, de sus cultores tanto anti­guos como modernos. La poca importancia que se da a la enseñanza de la música en general, y de la música del Paraguay en particular, en las escuelas y colegios es sumamente preocupante.

Durante una improvisación al piano el maestro analizó rasgos estilísticos que podrían tener en común algunos corales o arias de Bach con la guarania

“LA GUARANIA DEBE REFLEJAR EL SENTIR Y EL VIVIR DE LOS PARAGUAYOS DE HOY”

Hugo Ferreira, cantautor paraguayo miembro fundador del movi­miento canción social urbana a fines del siglo pasado, hoy resi­dente en Montevideo, Uruguay, obtuvo con su obra “Mi lugar del mundo” el primer puesto del premio municipal Una Guarania para Asunción, en la categoría clásica tradición.

–¿Qué podrías comentarnos sobre tu obra premiada?

–“Mi lugar del mundo” la compuse con la intención de reflejar, más que lo pictórico, lo emotivo de ser asunceno. Vivir en el exterior por varios años me dio también una versión distinta de mi ciu­dad natal, cómo mirarla de lejos y redescubrirla. Es un homenaje al paso del tiempo por sus calles, por su bahía, por sus esquinas y también el paso del tiempo que hizo que dejara de ser solamente una “estampa colonial” para llenarse de edificios modernos, cam­biar su fisonomía para por fin mirar de frente al río con la costa­nera y reinventarse como capital de un país con particularidades muy concretas.

–¿Asunción y la guarania tienen algún sentir diferente para vos desde tu residencia en el extranjero?

–Mucho. La guarania suena a Paraguay y suena a Asunción. Desde lejos pude comprender ese poder que tiene cierta música de transportarte a su raíz. Descubrí que el guaraní y la polca, por ejemplo, claramente me transportan a la esencia del Paraguay como país, como cultura, como pertenencia a esa patria. Pero la guarania es más concreta. La guarania me transporta a Asunción, a la Cha­carita, al centro, a la costanera, a Sajonia, a mis siestas de partidí en la esquina de Rodó y Azara, al “mundo aparte”, que era mi barrio, a la cancha del Olimpia, a mis amigos de infan­cia. La guarania es nuestra música urbana.

–¿Qué desafíos representa la “actualización” de la guarania en tus composiciones?

–Para mi oficio de cantautor, la música siempre pasa por lo que dice la canción. El mensaje es primordial. Hay cierta discusión que me parece inocua sobre la puridad del 6/8 de la guarania o la cadencia “correcta”. El mensaje de las guaranias, indepen­dientemente de los arreglos o las fusiones, debe contar historias actuales nuestras, amores “modernos” quizás, luchas cotidianas, es decir, debe reflejar el sentir y el vivir de quienes somos los paraguayos hoy. Porque el mundo quiere saber quiénes somos.

–A la hora de poner en valor al género, ¿qué acciones te parece que están pendientes?

–A decir verdad, se ha hecho mucho de un tiempo a esta parte para poner en valor la particularísima cualidad de un ritmo fol­clórico con autor conocido, como la guarania. No obstante, creo que siempre hay mucho por hacer y con algo tan signifi­cativo como un género autóctono, que además tiene la ducti­lidad de poder ser desde sinfónico hasta pop. Importante es también pensar en apropiarse y exprimir el concepto amplio de la guarania para involucrarlo con otras expresiones artís­ticas, como el cine, por ejemplo, y a partir de ahí disparar al mundo el mensaje que contiene una canción que es per se “marca país”.

“UNA GRAN RESPONSABILIDAD”

Diana Barboza, hija de Agustín Barboza y de Yvera, voces pri­vilegiadas del acervo de artistas nacionales, habla sobre los desafíos y las exigencias de llevar la guarania al plano vocal.

“Yo siempre estuve dirigida por mis padres en lo que se refiere a cantar una guarania. No me disculpaban ni mu ni pío. La gua­rania es una forma, un género musical que papá bebió de la dirección del maestro Flores”, comenta.

“Uno le puede dar su voz y su interpretación a la guarania, pero el estilo de cantarla es de un fraseo impecable, haciendo la síncopa, y Flores no permitía que se haga más de dos fra­seos en toda una guarania. ¿Eso qué significa? Que cada cuar­teta o cada línea no va cortada; si no, no sería guarania. Muy pocos somos los que respetamos la forma de cantar e inter­pretar una guarania”, señala.

Diana formó parte del proyecto “Mujeres que cantan la guara­nia”, que nació en el seno de la Fundación Agus­tín Barboza en 1992 para homenajear a José Asunción Flores.

“Para mí, como hija de don Agustín, interpretar la guara­nia fue primero una gran responsabilidad. Ahora que ya soy una mujer hecha y derecha, sigo aprendiendo todavía y para mí es un orgu­llo haber tenido como padre a Agustín Barboza, en especial en lo que se refiere a Flores, porque papá fue elegido por José Asunción Flores para ser solista en su orquesta Ortiz Guerrero y fue el primero en grabar la música paraguaya en un disco y registrar la guarania Ñasãin­dýpe en 1934”, explica.

LOS TIEMPOS DE LA CLANDESTINIDAD

El cantor popular y gestor cultural Ángel “Pachín” Centurión narra algunas experiencias respecto al tiempo en que se le daba la espalda a la guarania y esta era escuchada de manera clandestina en nuestro medio por la proscripción impuesta por el régimen de Alfredo Stroessner.

“Era bastante escasa la difusión de las obras principales de Flores. Hasta ahora el pueblo, sobre todo los jóvenes, no conocen las obras de Flores. Se cantaban algunas cosas que ya no se podían atajar porque estaban en el alma la gente, como eran ‘Nde rendápe aju’ y otras cosas, pero sus obras un poco más revolucionarias no se podían. Yo tuve muchas experiencias adver­sas en ese sentido”, narra Pachín sobre su experiencia como joven cantor popular en tiempos de la dictadura.

“Yo solía frecuentar mucho La Curva, que era donde se reunían todos los grandes músicos tradicionales. Y yo cantaba ahí las obras de Flores y siempre recibía la desaprobación de muchos músicos que me gritaban ‘ekirirî nde comunista’”, narra Centurión.

Luego sigue contando que en los 70 se grabó en Buenos Aires un material en homenaje a los 50 años de la guarania, con arreglos de Óscar Cardozo Ocampo, y el cassette circulaba en Paraguay de manera clandestina.

“Recuerdo que en un local que se llamaba La Gorda solía salu­dar y hablar con Andrés Cuenca Sal­dívar, del dúo Cuen­ca-Saldívar. Él me decía ‘ore ko rohayhu la maestro Flores-pe, pero si llegamos a cantar su música nos van a censurar y no vamos a poder más comer’. Y él metió aquel cassette, que ellos también gra­baron, en el bolsillo de mi saco y me dijo ‘tereho ehendu kóa’”, finalizó.

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