- Gonzalo Cáceres
- Periodista
- Fotos: Gentileza
Un valiente pueblo de recolectores, cazadores y agricultores cubrió unos 2.500 kilómetros con sus veloces canoas en poco más de un milenio. Un estudio realizado por un grupo de investigadores liderado por el argentino Daniel Loponte promete dar nuevos aires a nuestros conocimientos de la historia guaraní.
El artículo escrito por Loponte junto con otros colaboradores como Carbonera, Schneider y Gascue se titula “The guarani expansion through the lowlands of South America” y fue publicado en la prestigiosa Archaeological & Anthropological Sciences titulado.
El estudio está centrado en los objetos y formas de vida que se identifican con la cultura guaranítica y echa luz sobre el formidable proceso migratorio que transformó gran parte de Sudamérica, siendo quizás la más importante de la que tenemos vestigio antes de la irrupción de la colonización europea. Los análisis arqueológicos, lingüísticos y genéticos indican que la rama tupí-guaraní procede de la Amazonía suroccidental; selva tropical que abarca sectores del sur de la Amazonía brasileña, norte de Bolivia y este de Perú, favorecida por las nacientes de grandes afluentes del Amazonas como el Madeira, el Purús o el Juruá, siendo una región rica en biodiversidad y de larga ocupación humana.
EXPANSIÓN
Los investigadores coinciden en que los diversos grupos guaraníes se aventuraron con sus canoas hacia el sur y el este, desplazando y/o sometiendo a las etnias que encontraron en su ruta. A raíz de las evidencias, se constata la colonización gradual de la cuenca del río Paraguay, el Alto Paraná y el río Uruguay, además de la costa atlántica del actual Brasil y zonas del norte y este argentino (con algún testimonio de presencia en la falda de los Andes).
Los guaraníes preferían las zonas bajas y cercanas a los ríos, y evitaban sobre todo las regiones secas o montañosas. Su modo de vida mezclaba la agricultura (con cultivos como maíz, mandioca, batatas y calabazas) con la recolección y caza. Además, las canoas no solo eran un medio de transporte, sino una herramienta que les permitió ganar terreno con menos esfuerzo, llegar a lugares distantes y mantenerse conectados entre sí.
DATACIÓN
El equipo de Loponte identificó unas 313 fechas obtenidas a partir de radiocarbono (228) y termoluminiscencia (85), descartando los datos poco confiables. Aplicó métodos estadísticos complejos (como análisis de conglomerados, componentes principales y distribución de probabilidades) para ordenar la información, reconstruyendo la zaga migratoria en cuatro grandes fases.
FASE I (500-800 D. C.)
Los rastros guaraníes en la cuenca del Plata aparecen hacia el año 500 d. C., especialmente en zonas cercanas a la actual triple frontera (Brasil, Paraguay y Argentina). Estos asentamientos muestran rasgos culturales definidos, lo que indica que ya venían con una identidad consolidada desde otras regiones. No se trató de una migración masiva al inicio, sino de pequeños grupos con poca densidad de población (probablemente clanes o conjunto de clanes).
FASE II (800–1300 D. C.)
En este periodo, los guaraníes profundizaron las incursiones hacia el sur, probablemente dominando la zona del Pantanal. Aunque aumentaron los asentamientos, no hubo una ocupación total del territorio. Se movieron especialmente hacia sectores más húmedos.
FASE III (1300-1600 D. C.)
Hacia el 1300 d. C., los guaraníes llegaron hasta el delta del Paraná y el Río de la Plata. A partir de ese momento, la cantidad de sitios arqueológicos crece con fuerza, lo que indica una “invasión” en toda regla. Este hallazgo contradice teorías anteriores que ubicaban el pico poblacional en el año 1000. Siempre en la versión de Loponte, el crecimiento demográfico acelerado se produjo entre 1250 y 1300, lo que demuestra la enorme capacidad de adaptación de los guaraníes.
FASE IV (1600 EN ADELANTE)
Esta última fase coincide con la llegada de los europeos, cuando la empresa conquistadora interrumpió de forma drástica este proceso. Muchos asentamientos desaparecieron o se replegaron hacia zonas remotas, como el Alto Paraná o el norte de Río Grande del Sur. Al mismo tiempo, hubo una nueva dispersión: algunos grupos se integraron a las misiones jesuíticas, otros se refugiaron en áreas marginales y algunos lograron mantener sus costumbres incluso dentro de los espacios coloniales.
VELOCIDAD DE LA EXPANSIÓN
Una de las grandes contribuciones del estudio de Loponte es el cálculo de las tasas de migración. Estimaron que los guaraníes avanzaron entre 1,3 y 2,8 kilómetros por año, según la región.
Hacia el delta del Paraná: 1,7 km/año.
Hacia el río Uruguay: 2,4 km/año.
Hacia el Atlántico: 2,8 km/año.
A priori estas cifras pueden parecer bajas, pero son coherentes con un movimiento que no fue continuo ni forzado, sino que combinó avances y retrocesos, según el paisaje y la presencia de otros pueblos (el contacto no siempre era en buenos términos).
APORTE
Loponte actualiza la cronología y desafía las más antiguas teorías: por ejemplo, que la expansión fue uniforme o muy temprana, porque su análisis muestra una dinámica más compleja, con periodos de baja densidad poblacional, seguidos de momentos de gran crecimiento.
Este estudio también deja ver las limitaciones actuales. Hay zonas claves (como Paraguay, el Pantanal y Misiones) con pocos datos disponibles y no se conoce con certeza el tamaño de los asentamientos. Las dataciones del período colonial temprano son difíciles de interpretar, ya que pueden confundirse con actividad europea posterior (sería útil contar con más datos climáticos antiguos para ver si hubo relación entre cambios ambientales y los desplazamientos).
Loponte reconfigura el mapa del pasado guaraní. Abre un fascinante horizonte para nuevos descubrimientos, que sabemos no se limitan a un pasado estático ni a una narrativa cerrada. Muy por el contrario, es una historia en movimiento, todavía viva en las comunidades actuales, y que espera ser contada con mayor profundidad desde la ciencia, la memoria y el reconocimiento.