Entre guitarreo y guaranias, el cantante Ricardo Flecha comparte con Augusto dos Santos este “Expresso”, de GEN/Nación Media. La destacada voz del folclore nacional cuenta anécdotas fundacionales que lo llevaron a transitar con éxito el difícil camino de convertirse en músico a tiempo completo, desde sus primeras incursiones en el canto en una escuela del oeste de Asunción, sus influencias, su consolidación y el proyecto de gira nacional e internacional como parte de la campaña en pro de la declaración de la guarania como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.

  • Fotos Cristóbal Núñez­

ADS: Don Ricardo, ¿en su casa había música?

–RF: Sí, había música. Mi her­mano era un comprador com­pulsivo de discos. Había un negocio en la calle Estrella y 15 de Agosto. Creo que era de los Ríos, donde se vendían discos. Él trabajaba a una cuadra de ahí. Así es que música había, mi papá era músico.

–Suponía tener un tocadis­cos en la casa.

–Claro. Teníamos uno de esos que se llamaban com­binados, que era un mueble enorme. Ahí escuchábamos los discos que mi hermano compraba. También tenía la visita de algunos músicos amigos de mi papá, que era amigo de los hermanos Larra­mendia, un grupo de música con una historia brillante. Y también se cruzó un par de veces con José Asunción Flo­res. Él era un músico amateur, que acompañaba a Rubito y compañía a la serenatas que se hacían en aquel entonces. Estoy hablando del barrio San Antonio, en el límite con el barrio que hoy se llama Hos­pital, que era la zona del Hos­pital de Clínicas, toda esa zona de la Marinería y de la loma San Jerónimo.

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–Y aprendiste de tu viejo entonces.

–Sí, algunas notas aprendí de él. Mi papá sabía algunas canciones paraguayas y, por supuesto, como era de espe­rarse, todas esas canciones mexicanas. Él tenía un can­tor preferido, que se llamaba Ortiz Tirado.

–¿Alguna vez pensaste por qué hubo tanta hermandad entre Paraguay y la música mexicana?

–Creo que nos parecemos mucho más con los mexicanos que con cualquiera que está por acá cerca. A los mexicanos les gustan los tiros, les gusta el trago y los gritos como los paraguayos.

HISTORIAS PATERNAS

–Entonces, ¿se puede entender que la guitarra vino con el viejo?

–Sí, con papá y sobre todo las anécdotas. Mi papá era sistemático en contar historias. Entonces, me contaba la historia de algunas sere­natas. Había unas historias que yo siempre le pedía que me contara una y otra vez, que era sus viajes a Buenos Aires. Él estuvo en el cuartel, él era marinero. Y entonces iba cada 25 de mayo a Buenos Aires con la cañonera y hacían los desfi­les. Aprovechaban esos cuatro o cinco días que se quedaban ahí y se iban a ver partidos de fútbol. Él contaba que fue a ver un par de veces los parti­dos de Arsenio Erico. Él tenía dos íconos, que eran Arsenio Erico y José Asunción Flores.

–Ser marinero siempre te lleva más allá que de tu aldea.

–Exacto. Mirá cómo son las cosas que él traía los discos de (Carlos) Gardel. Tal es así que yo en mis primeras incur­siones en las veladas yo tenía el peinado engominado de Gardel.

–¡Qué extraordinario Gar­del!, su vida y como músico.

–Y de una visión que ya desa­pareció, porque Gardel era un cantante con mucho carisma. Y lo que son las cosas. Gardel se encuentra con Astor Piaz­zolla en una película en Nueva York y hay una escena cortita en la que Piazzolla hace de vendedor de diarios. A través de Gardel yo también me fui interesando por la música que no sea la música paraguaya.

DEBUT

–¿Cuándo fue tu presen­tación en sociedad como el pibe del barrio o de la escuela que canta?

–Y en la Escuela San Anto­nio, que es una escuela parro­quial que quedaba a dos cua­dras de mi casa. Yo le tengo que agradecer a mi profesora de música, que no recuerdo su nombre ni su apellido, que nos llevaba al salón de música, donde había un piano y ella nos enseñaba cancio­nes patrióticas. Yo aprendí “Acosta Ñu”, “Nanawa”, las canciones sobre el mariscal López con la profesora de música.

–¿Cómo fue esa primera vez que cantaste la versión en español del himno de Los Beatles?

–Todo esto es culpa de mi hermano, que compraba los discos y por ahí yo escuché una versión en español de “Hey Jude”, que es una her­mosa canción que le dedi­can al hijo de Lennon, que es Julian Lennon.

–¿Qué representó para vos este grupo?

–Era un sentimiento extraño porque en realidad no com­prendíamos la letra de las canciones. Ahí aprendí que la música es un idioma universal porque más allá de no enten­der la música de Los Beatles nos marcó a todos. Uno des­pués va reflexionando sobre la obra de Los Beatles y, más allá de Los Beatles, sobre la obra y la forma de ver el mundo que tenía John Lennon.

–¿Formalmente nunca hiciste un ingreso al mundo de la música con otro ritmo que no sea el folclore?

–La verdad que te voy a sor­prender. Mi primer grupo se llamaba “Los caimanes del Caribe”.

–¿Hacías música tropical?

–Claro (risas).

–¿Cómo qué por ejemplo?

–”La piragua” y las canciones de Los Wawancó, que marca­ron época. Entonces, hacía­mos serenatas para la gente del barrio.

VOCACIÓN TEMPRANERA

–¿Cómo empezó toda tu vida en un mundo más for­mal de decir “soy músico”?

–Yo a los nueve años cuando subí por primera vez a un esce­nario ya quería ser músico y después pasó toda esa etapa de escuchar y cantar. El disco de Vocal 2 fue realmente un disco que me marcó para escuchar la música para­guaya. Hubo un lapso entre los 10 y los 13 años que escu­ché mucho rock and roll, por­que a mi hermano le gustaba. Escuché “El lado oscuro de la luna”, Yes, Supertramp, Deep Purple. Tenía un vecino que tenía una terraza, que eran los Martínez, que tenían también un combinado y ahí nos encontrábamos todos y bailábamos. Cuando mi her­mano en el año 73 compra el disco –y te digo esto porque es importante, ya que después el tiempo y la historia nos va a juntar– me llamó la atención como arreglador Óscar Car­dozo Ocampo. Dije yo “qué genial, qué genio”.

–¿Ya empezabas a tener oído para el arreglo?

–Para los arreglos y a mí me encantaban esas reversio­nes históricas de la música paraguaya que ya tenían un sonido contemporáneo. Des­pués aparece el disco de Mer­cedes Sosa homenaje a Vio­leta Parra y después Horacio Guaraní, Facundo Cabral y ahí el mundo va girando. Me impactó un reportaje que leí en una revista que se llamaba Radiolandia a Mercedes Sosa en el que decía “cantar con fundamento”. Se me quedó eso y escuchándole a otros me di cuenta de que el cantar con fundamento era una forma de vida y de hacer arte. Vi que Violeta Parra hacía lo mismo y después miré atrás y vi el disco de Vocal 2 y encontré “Kaaty”, “Minero sapukái”. Yo le pre­guntaba a mi papá, que viene de San Pedro del Norte, ¿qué lo que es el mensú? Entonces él me explicaba lo que era el mensú, lo que era un yerbal, todo lo que la gente sufría en eso. Entonces yo escuchaba que Flores era un cronista de su tiempo y a me gustó esa idea. Yo quería contar tam­bién las cosas que pasaban.

–¿Elegiste por influencia de la Negra Sosa el canto comprometido?

–Ya existía la nueva canción latinoamericana porque eso nace en el año 61 en Mendoza, con Tito Francia, Mercedes Sosa y (Óscar) Matus, que era la pareja de Mercedes, y Armando Tejada. Ese fue el germen y después se exten­dió por Chile con los Parra en el año 67, 68 y después en el 72, 73 ya con la nueva trova cubana. El nuevo cancionero argentino fue muy fuerte acá. Había un lugar que se llamaba la Guarida del Matrero con Santi Medina, Maneco Galeano, Óscar Gómez, que traían ese canto con fundamento.

–¿Cuál fue el primer grupo que integrás?

–Juglares.

PROYECCIÓN INTERNACIONAL

–¿Que fue también tu pri­mera experiencia en un grupo que hacía giras inter­nacionales?

–Sí. Llegamos a hacer giras nacionales e internaciona­les con Juglares. Juglares se separa en el 76 y los integran­tes en aquel entonces eran Juan Carlos Chaparro, Juan Carlos dos Santos, Chondi Paredes y Jorge Crouch. El creador del grupo fue Carlos Noguera, que una o dos actua­ciones tocó con ellos. Yo les veía a ellos en la televisión y me conmovió la formación de Juglares porque tenía guita­rra, cello, flauta dulce. Había un programa que se llamaba “Tercer tiempo”, que se emitía desde el Hermitage, que era un restaurante con música y durante las siestas se hacía un programa deportivo con Edgardo Villalba Viccini y había como entremeses musi­cales. Ahí tocaba Juglares y yo realmente me quedaba pren­dido, porque son las dos pasio­nes que yo tengo, el fútbol y la música. En el 79 viene Chondi Paredes y me dice “queremos invitarte para rearmar el grupo”. Chondi me llama por­que nos encontramos en uno de esos 15 de mayo, cuando en el barrio nos juntábamos 20 chicos y hacíamos serenata al Día de la Madre.

–¿Y ahí te escuchó?

–Sí, y en aquel entonces había como un renacer nacional, había un sentido patriótico y tiene que ver mucho tam­bién con el momento polí­tico que vivía el Paraguay. Había venido Nelson Roc­kefeller y había habido una represión. Era 72, 73. Había una izquierda nacional que estaba fomentando muchas cosas. Se llamó un tiempo el Movimiento Independiente, pero en el fondo eran todos progresistas y de izquierda. Se hizo el festival de home­naje a Flores y el homenaje a Emiliano R. Fernández en el estadio Comuneros. Todo ese momento yo pasé a través de mi hermano, que estaba en la universidad. En algún momento dado tuve diferen­cias con mi papá porque él tenía mucho temor de que yo me dedique a la música.

–¿Por qué?

–No quería que termine bebiendo y fumando. Una vez me escapé de la casa una noche para una serenata y cuando volví él me estaba esperando en la pieza con la luz prendida. Él entonces me encara y me dice “¿a vos te gusta la música?”. Sí. Yo tenía 12 años. “Yo te voy a dejar salir, pero con tu hermano, pero prometeme algo: ni vas a fumar ni vas a beber”, me dijo. Así empezamos una relación muy fuerte con mi hermano. Yo me iba a un colegio noc­turno y mi hermano estaba en la Facultad de Derecho en la Católica. Yo me iba junto a él después de las clases para esperarle y le pedía permiso al profesor Telechea para entrar a la clase de Derecho Romano. Entonces me decía “usted se va a sentar allá atrás y se va a quedar calladito”.

–Hablanos un poco del nuevo cancionero para­guayo.

–La gente le encasilla al nuevo cancionero paraguayo como un grupo de músicos contes­tatarios, de canto de protesta. Odio ese tema porque yo creo que ese rótulo nos puso al ene­migo. Nosotros seguíamos la tradición del canto social, pero si vos te ponés a pen­sar y analizar el nuevo can­cionero dio muchísimas can­ciones que están en el gusto popular que no tienen que ver con eso.

RADIOGRAFÍA DEL PARAGUAYO

–Como cualquier encasi­llamiento no solamente es antipático, sino reduccio­nista.

–Mirian Pacuá me dijo una cosa fantástica. Es como decir que Flores lo único que hizo fue ralentizar la polca y nació la guarania, una cosa tan reduccionista. Flores fue un hombre increíble. Hay un trabajo intelectual demasiado grande que pasa por las dos vertientes de la guarania, la popular y el poema sinfónico. Si vos escuchás los 12 poemas sinfónicos que se grabaron en Rusia, son como una radiogra­fía del paraguayo.

–¿Quién era Flores para vos?

–Flores fue un paraguayo fundamental, un hombre que tenía esa capacidad de resu­mir. Primero tenía la capa­cidad de mirar, ver y retra­tar porque eso es lo que hizo, retrató en su música al para­guayo. Yo no conozco ni un paraguayo hasta ahora que no se conmueva estando acá o estando en otro país con una guarania, eso ya es fundamental, es el ADN del paraguayo y Flores consi­guió eso porque fue un hom­bre que caminó muchísimo y hay una elaboración inte­lectual en su obra. Hay una elaboración intelectual, hay como un ethos. Él descubrió eso, de tanto andar, de tanto mirar las culturas originarias, la Asunción de aquella época, que tenía todavía un vestigio fuerte del interior.

–¿Y él hizo un camino a los otros paraguayos que fue­ron a Buenos Aires?

–Allá se desarrollaron muchas cosas. Allá él se encontró con José Bragato, que era cellista de la orquesta sinfónica del Colón. Bragato le ayudó muchísimo en el tema de cómo estructurar las cosas. Antonio Pecci es el biógrafo oficial para mí de Flores, el que tiene la precisa. Todo lo que yo escuché, esto que te estoy contando yo escuché de Agustín Barboza, que fue uno de los cantores de Flores, yo compartí muchísimo con él. Y por suerte hoy aparece Anto­nio Pecci, que va escribiendo, que va haciendo la memoria de Flores.

–Los biógrafos son funda­mentales.

–Sobre todo alguien como Antonio, que ama la obra de Flores y tiene una concepción de Flores, que también se hizo esa pregunta que vos te hacés porque ahí arranca también toda su investigación, quién era y por qué llegó a donde llegó.

LA MAGIA DE DOS GENIOS

–Hay un momento en que se produce un cruce histó­rico entre Flores y Manuel Ortiz Guerrero. ¿Qué es ese mágico momento?

–Es la magia de dos genios. Yo recuerdo un momento, por un lado triste y por otro lado sería, como dice la canción, entre el espanto y la gloria, que es el momento en que Ortiz Guerrero le dice “yo quiero hacerte la letra de ‘India’”. La letra de “India” ya estaba, fue hecha por Rigoberto Fon­tao Meza. Flores accede y es la versión que nosotros conoce­mos ahora.

–No te puedo creer que hay otra versión.

–Sí, se enojó Fontao Meza. Y ese es un momento duro, pero a la vez es un momento ícono de la unión de Flores con Ortiz Guerrero, que para mí es la dupla de oro de la gua­rania. Tienen “India”, “Bue­nos Aires, salud”, “Ne rendape aju”, “Panambi vera”. Tienen cosas que son irrebatibles.

–Una pluma maravillosa, un romántico que llegó tarde, pero llegó oportuno al mismo tiempo.

–Y hay un parecido extraor­dinario con un poeta que en aquel entonces era tan grande como Rubén Darío en Nicara­gua, que tiene más o menos ese estilo de expresión.

–¿Cuáles son algunas de las obras que escribiste últi­mamente?

–Acabo de hacerle una can­ción a Mirian y al amor que nos tenemos, que se llama “Colibrí de fuego”, y compuse parte de la música de “Aguyje, Maestro”, con Patrick Altami­rano y la letra con la gente de Purahéi Soul y Mirian. Tam­bién compuse una canción con Orlando Rojas, un para­guayo que vive en París y se llama “Estás”, que es también otro poema para Mirian.

–Contame la historia de Flores comunista y de Flo­res en la Unión Soviética.

–La obra de Flores está impregnada de su visión del mundo. No hay que olvidar que él nace en un momento histórico de todo ese movi­miento mundial del socia­lismo y el comunismo, que era tan fuerte. Yo estoy de acuerdo con Carlos Pagura, el escri­tor cubano, que dice que fue la utopía traicionada del siglo pasado. Es como que alguien deje de ser cristiano porque hay curas que abu­san de niños. Yo sigo pen­sando que ese es el norte y sigo pensando que con algu­nos cambios, algunas formas de ver el mundo más contem­poráneas, se puede llegar por ahí a una sociedad mucho más justa, un mundo mejor es posible. Y Flores también pensaba en eso y por eso escri­bió todo eso.

PUENTE PARA LA PAZ

–Y Flores se proyecta ahora a un desafío universal con la declaratoria de patrimo­nio. ¿Cuál es el estado del arte de esa gestión? ¿Qué se espera para este año al respecto de ello?

–La carpeta ya se presentó en marzo de 2023. Previa­mente, y tengo que destacar la gestión de Nancy Ovelar, la embajadora paraguaya ante la Unesco, de cómo impulsó y organizó un concierto en la sede de la Unesco donde estuvimos nosotros presen­tando a la guarania, que fue como un encuentro con los de la Unesco, con los que van a votar, un acercamiento. Real­mente después del concierto, muchísimos representantes de muchos países se acer­caron a nosotros a decirnos “nosotros votamos para que la guarania sea patrimonio de la humanidad”. Fue un concierto en el que también contábamos los orígenes de la guarania y cómo se iba desa­rrollando y por qué pensába­mos nosotros que era impor­tante, porque la guarania tiende puentes, la solidari­dad, la justicia social, de todo eso habla Flores. Y me parece que es un enorme aporte a la humanidad en este mismo momento donde hay muchos conflictos y donde es impe­riosa la necesidad de la paz.

–Ojalá que suceda. Esto es en diciem­bre y es en Para­guay incluso (la reu­nión de la Unesco).

–Si se declara esto, un mes des­pués, por­que esto se decidirá entre el 2 y el 7 de diciembre, un mes después la guarania cumple 100 años, porque la primera guara­nia se escuchó en enero de 1925.

–¿Cómo ves la música hoy en Paraguay, sus cul­tores, su escuela, su promoción?

–Yo veo con mucho entu­siasmo. Creo que esto de la guarania, la visualización de la guarania y que sea patrimonio cultural inmaterial de la humanidad nos va a obligar a nosotros, a los conservatorios, a echarle una mirada profunda a ese género musical que nos repre­senta y que en cierta medida en el ámbito de la música Flo­res y Ortiz Guerrero reivindi­can el idioma guaraní, que en aquella época era perseguido.

–¿Entonces vos notás que hay una proyección hacia lo universal, pero que está bien aferrada a sus oríge­nes?

–Creo que tenemos que tra­bajar más, según mi criterio, que es discutible, a la parte de las raíces.

TRANSFORMACIÓN

–¿Murió el canto testimo­nial?

–No.

–¿Se trans­formó?

–Yo creo que sí. Si vos pensás que vas a seguir encontrando can­tautores como (Joaquín) Sabina, Silvio Rodríguez o (Joan Manuel) Serrat, ya no. Fue parte de la historia y a partir de ahí el canto toma otro vuelo y entonces apa­rece René Pérez, de Calle 13, aparecen otros músi­cos importantes que te van dando, como decimos noso­tros, la precisa, que miran la sociedad que les toca vivir, el mundo que les toca vivir, y van expresándolo a través de esos géneros musicales, que a veces tal vez no sean los nuestros, pero los cua­les uno tiene que tomar. Por eso creemos que la guara­nia es una forma musical que deben tomar los jóve­nes y contar las cosas de este tiempo con los sonidos de este tiempo. Vos te vas a la escuela, por ejemplo, y tocás una guarania como “Reser­vista purahéi” y puede que le guste a la gente, pero no habla de su realidad. Enton­ces, es importante ubicarle en el tiempo y esas cancio­nes se escribieron en un momento histórico.

–Ricardo, ¿qué cosas vas a hacer de inmediato, de futuro? ¿Estás en pro­ducción?

–Tenemos dos proyec­tos, uno que es Guara­nia Universal, donde este primer corte de “Aguyje, Maes­tro”, que comparto con Patrick Altami­rano, con El Princi, con Purahéi Soul, con Juan Cancio, que es una producción de Mirian Pacuá. Y la otra produc­ción de Mirian Pacuá que se viene ahora, que es Guarania Inmortal con el Grupo Generación. Vamos a hacer nueve locales y uno en Buenos Aires. Es una gira nacional con lo mejor de las guaranias esperando diciembre. Estos son los dos proyectos grandes que tenemos.

“Flores fue un paraguayo fundamental, un hombre que tenía esa capacidad de resumir. Primero tenía la capacidad de mirar, ver y retratar porque eso es lo que hizo, retrató en su música al paraguayo. Yo no conozco ni un paraguayo hasta ahora que no se conmueva estando acá o estando en otro país con una guarania, eso ya es fundamental, es el ADN de los paraguayos y Flores consiguió eso porque fue un hombre que caminó muchísimo y hay una elaboración intelectual en su obra”.


“La guarania tiende puentes, la solidaridad, la justicia social, de todo eso habla Flores. Y me parece que es un enorme aporte a la humanidad en este mismo momento en el que hay muchos conflictos y donde es imperiosa la necesidad de la paz. (...) La declaración como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad nos va a obligar a nosotros y a los conservatorios a echarle una mirada profunda a ese género musical que nos representa”.

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