Al conmemorarse el pasado 25 de agosto el Día del Idioma Guaraní, que se celebra en honor a la promulgación de la Carta Magna de 1967, que por primera vez lo reconoce como lengua nacional, se problematiza sobre algunos aspectos del tan declamado “orgullo guaraní” en la cultura paraguaya.

La construcción iden­titaria de la sociedad paraguaya está sig­nada por la honda paradoja entre lo que, por un lado, pro­clama y, por el otro, quiere ser; o, en este caso más espe­cífico, no quiere ser y rechaza de manera más o menos explícita. En este sentido, la síntesis concreta que resume la condición de lo indeseable es la figura del “indio”.

Por ello, al mismo tiempo que la sociedad paraguaya hace alarde de ser heredera del “dulce idioma guaraní”, un amplio repertorio de pre­juicios y prácticas racistas hacia los indígenas y su len­gua resultan más que paten­tes en el día a día.

LA “RÉMORA”

Pasando por alto el largo historial de persecuciones y proscripciones que sufrió la lengua indígena desde los tiempos de la Colonia, sigue aún muy arraigada la creen­cia de que el guaraní es una traba a la realización perso­nal y una rémora de la que es preciso despojarse.

Por ello, a pesar de las accio­nes declarativas respecto al idioma guaraní, los paragua­yos han internalizado hasta tal punto ciertos prejuicios que, de manera casi espon­tánea e inconsciente, mani­fiestan permanentemente actitudes racistas hacia las sociedades indígenas en su conjunto. Esto aunque nos preciemos de haber here­dado el idioma vernáculo; o, al menos, lo que resta de él.

Esta estratificación por razo­nes de lengua se verifica noto­riamente en la división de las funciones que corresponden respectivamente a cada len­gua de acuerdo al contexto. Tal como lo señala Melià, “las dos lenguas del Paraguay cubren campos semánticos diferentes. Debido a facto­res de marginación cultural y social, el guaraní, ya desde los tiempos de la Colonia, quedó encerrado en el campo más conservador y estático de lo íntimo, y carece hoy de un léxico adecuado a las nue­vas necesidades de un mundo en evolución. El guaraní no puede entrar en ciertos cam­pos semánticos, concreta­mente aquellos de la ciencia y la técnica. Incluso el que se dice y se cree bilingüe no abordará nunca ciertos temas en la lengua indígena; senci­llamente no puede, porque el hecho social no se lo permite” (Melià, 1997: 47-48).

Así, pues, el guaraní se encuentra ante terrenos cer­cados en los que le está vedado el decir.

EL AVA

A pesar del orgullo decla­mado de ser una nación bilingüe y multicultural, la generalidad de los paragua­yos, incluso cuando se están expresando en el “dulce idioma guaraní”, manifiestan un fuerte sentimiento racista hacia los indígenas. El califi­cativo ava o “indio” encierra un significado peyorativo y se utiliza para denostar con­tra determinadas conductas consideradas impropias de las personas “civilizadas” o “educadas”.

Consultada al respecto, la escritora Susy Delgado indica que el contenido semántico del término incluso se fue desvirtuando por efecto del desprecio hacia los indíge­nas. “Sabemos que en princi­pio ava significaba hombre o persona. Luego se le agregó el significado de indígena y así se adoptó por ejemplo para nombrar a los avá-guaraní. Este habrá sido el disparador para que se le fueran agre­gando connotaciones nega­tivas por el desprecio hacia el indígena. La variedad de acepciones que le atribuye nuestra sociedad va desde el rasgo de antisocial, pasa por el de áspero, el arisco, el salvaje, hasta los del terco o necio, lo que se suele aludir con la expresión «icerrado», que es prácticamente equiva­lente. Una persona de difícil trato”, señala.

Por su parte, Bartolomé (2003) identifica una impor­tante característica de esta “fórmula agraviante” obser­vando que el sustantivo ava no requiere de ningún adje­tivo para constituirse en una ofensa. Es una injuria por fuerza propia. “En el Para­guay la expresión ¡nde ava!, «¡tú, indio!», no requiere de utilizar un adjetivo despec­tivo, ya que el concepto gua­ranítico de «hombre», ava, se considera un insulto en sí mismo, aunque las perso­nas que así se ofenden estén hablando en guaraní” (Bar­tolomé, 2003: 235-236).

LAS ENCOMIENDAS

Esta negativa a conside­rarse indígenas no es pro­pia o exclusiva de los para­guayos actuales, sino que es una práctica de los propios nativos que se remonta a los tiempos de la Colonia y que se habría acentuado de manera particular tras la expulsión de los jesuitas como una estrategia para escapar de la prestación de servicios bajo el régimen de la encomienda.

Telesca (2011) observa que además de la huida a los bos­ques y otros métodos para evadir la esclavitud colo­nial, muchos indígenas y mestizos lograron ser regis­trados como españoles en censos como el de 1782. Este mecanismo en muchos casos resultó conveniente para la propia élite provincial, que para entonces ya había acu­mulado importantes canti­dades de tierra y necesitaba mano de obra indígena para cultivarla.

Sobre la eclosión repentina de “españoles” en la provin­cia del Paraguay a fines del siglo XVIII, este investiga­dor se remite al empleo de una suerte de ficción jurídica mediante la cual en muchos casos los nativos lograron ser tenidos como españoles con el fin de evadir el régimen de servidumbre, una situación en muchas ocasiones tam­bién conveniente para los propios terratenientes crio­llos que necesitaban brazos para labrar las tierras que iban acaparando progresi­vamente.

En este sentido, Telesca señala que “si el dueño de la tierra reconocía que tenía un arrendatario indígena, entonces tenía que devolverlo al pueblo de indios de origen; en cambio, si lo reconocía como español, podía mante­nerlo trabajando en su tierra. Por esta razón, tanto al pro­pietario de la tierra como al indígena les convenía el trato. (…) El sistema de exclusión, marginación y de explota­ción a través de la enco­mienda obligó a esta pobla­ción (mestiza e indígena) a tener que negarse a sí misma, negar su identidad indígena, para dejar de ser explotados (Telesca, 2011: 152).

“CARACTERIZACIÓN ESTÉTICA”

Alvarado Borgoño (s/f) sos­tiene que en América Latina la élite político-literaria de la romántica ha construido una compren­sión del sujeto popular y del indígena desde una caracte­rización estética dominada por posiciones ideológicas que, en definitiva, han ter­minado por justificar las for­mas en que se ha ejercido el poder sobre estos.

Al respecto este autor afirma: “Todo se hace por el indio o el pueblo en pos de su pro­moción, para ello el pasado es embellecido y el bárbaro pasa a ser el «ingenuo sal­vaje», bello tan solo por su misma ingenuidad. La nueva mitología se construye por lo tanto sobre la base de sujetos elaborados escénicamente como dignos y sufrientes, olvidándose al sujeto cultu­ral concreto, con sus grande­zas y contradicciones. (…). El liberal-romanticismo crea en Latinoamérica un concepto de cultura antes de que lo hiciese la ciencia antropoló­gica, lo cual determinó una autocomprensión tanto con respecto a los efectos del pro­yecto ecuménico del Barroco como del Racional Ilumi­nismo, sellándose así un tipo de legitimación estética del poder de esa élite” (Alvarado Borgoño, s/f).

En efecto, uno de los princi­pales autores del romanti­cismo paraguayo y político colorado Natalicio González es uno de los que con mayor fervor y notable pluma pro­clamaron el principio de la “alianza hispano-gua­raní”. Este relato mitológico parte de la existencia de una supuesta unión pacífica entre los nativos y los colonizado­res españoles basada en la entrega “consentida” de las mujeres con el fin de entablar pactos de parentesco.

De esta manera se omite la violencia, las fricciones y las resistencias en el marco de un contacto que, aunque even­tualmente al principio pudo haber sido pacífico al punto de que se llegaron a estable­cer alianzas temporales, en ningún momento podría sus­traerse de los principios de la dominación colonial.

La visión de esta pretendida alianza hispano-guaraní es expuesta por González en las siguientes palabras en una de sus principales obras: “La alianza del indio y del euro­peo realizó la síntesis racial en el mestizo, primera expresión de una nueva humanidad, típicamente americana, que iba a irrum­pir con ideales y caracteres propios en la agitada histo­ria del mundo. El español y el guaraní desaparecieron en el abrazo fecundo de la pri­mera hora, para revivir en el vástago. El hijo de la india guaraní y del aventurero cas­tellano poseyó, desde sus orí­genes, un intenso patriotismo americano. Dueño de las con­quistas de la técnica europea, la utilizó para ensanchar los dominios de la cultura autóc­tona. Mediante este proceso, América comenzaba por conquistar al conquistador (González, 1988:109).

En este mismo sentido se expresa Efraím Cardozo, uno de los autores más influyen­tes de la historiografía para­guaya, quien refiere que el vínculo de los indígenas con los españoles se definió por la renuncia a la guerra, la adop­ción de la fe católica y el cru­zamiento. Así, expresa que la cultura guaraní es “de gran influencia en la formación histórica de nuestra nacio­nalidad, no porque fuera la única existente en el actual territorio del Paraguay, sino porque, en vez de hacer gue­rra viva a los conquistado­res, aceptaron su alianza, y por el camino de un vasto y sistemático cruzamiento de sangres, o por su voluntaria conversión a la fe católica y reunión en pueblos y reduc­ciones, organizados por auto­ridades y vecinos de Asun­ción y a cargo de religiosos franciscanos, mercedarios y jesuitas, se plegaron al nuevo orden de cosas. De la convi­vencia de las dos culturas resultó la cultura paraguaya (Cardozo, 2007: 24).

LA ALIENACIÓN CULTURAL

Como bien ha observado Augusto Roa Bastos en el pró­logo a “Las culturas condena­das”, compilación de relatos orales indígenas, las culturas dependientes, en este caso la cultura mestiza paraguaya, sufren contradicciones y dis­torsiones que minan sus raí­ces e incluso la realización de su proyecto como sociedad.

Roa Bastos asevera que, debido a la alienación cultu­ral, la sociedad paraguaya, “por lo menos en sus estra­tos más oprimidos y expo­liados”, vive un proceso de destrucción comparable al que sufren las culturas indí­genas. De manera análoga, como consecuencia de este desarraigo cultural, la litera­tura paraguaya no ha podido, según sus propios términos, “estructurarse como un sis­tema coherente”.

En un pasaje pleno de un profetismo lírico y trágico, nuestro más laureado escri­tor sentencia: “Orgullosa de una tradición cultural en la que continúan actuando o predominando los vestigios de la dominación y la depen­dencia o, en todo caso, los sig­nos de una hibridación que no ha alcanzado todavía a plas­mar su propio sistema y per­tinencia, los textos de esta literatura mestiza escrita en castellano, segregada de sus fuentes originarias, se apa­gan, carecen de consisten­cia y de verdad poética ante los destellos sombríos de los cantos indígenas tocados por el sentimiento cosmogónico de su fin último en el cora­zón de sus culturas heridas de muerte (Roa Bastos, 2011:23).

Así, a veces motivo de orgu­llo y otros de vergüenza, fluc­tuando entre el guarango y la “garra guaraní”, nuestra autopercepción descansa en gran parte en estos sen­timientos enfrentados que nos conducen a no terminar de asumir ni aceptar lo que decimos que somos.

BIBLIOGRAFÍA

Alvarado Borgoño, Ariel (s/f) Romántica, legitimación y dominación en nuestra visión de la cultura: Notas sobre las fuentes culturales de nuestras opciones paradigmáticas. Disponible en: http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/alvarado.htm

Bartolomé, Miguel A. (2003) “Flechadores de Jornales. Reli­gión e identidad guaraní en el Paraguay contemporáneo”. Suplemento Antropológico. Universidad Católica. Revista del Centro de Estudios Antro­pológicos (Junio 2003. Vol. XXXVIII, no.1), pp. 217-241.

Cardozo, Efraím (2007). Apun­tes de Historia Cultural del Paraguay. Asunción: Editorial Servilibro.

González, Natalicio (1988). Pro­ceso y formación de la cultura paraguaya. Asunción: Cuader­nos República.

Melià, Bartomeu (1997) Una nación, dos culturas. Asunción: CEPAG.

Roa Bastos, Augusto (2011) Las culturas condenadas. Asun­ción: Servilibro.

Telesca, Ignacio (2011) “Una identidad para un Estado-Na­ción” en: Bartomeu Melià. Otras historias de la independencia. Asunción: Taurus, pp. 141-163.

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