Con motivo del encuentro interna­cional organizado por la entidad VOX Europa Viva, el presidente Santiago Peña ha lanzado un contundente mensaje sobre la importan­cia de los grandes valores de la sociedad paraguaya, que, históricamente, consti­tuyen los pilares de la vida nacional.

No se trata de una apreciación tradicionalista, en el sentido retrógrado de la expresión, sino de la reafirmación de los principios, normas y costumbres de la comunidad nacional que guiaron su comportamiento y sirven de regla de vida de su gente. Una reafirmación categórica de los ideales de la sociedad paraguaya desde siglos y que constituyen su inspiración como la gran familia humana que es.

El mensaje presidencial, que tiene un alto contenido humanitario, pone el acento en la importancia de la defensa inquebran­table de los grandes valores de libertad, familia, tradición y Dios, que es parte de la tradición paraguaya.

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Resaltó que la gran batalla que se está dando hoy en el mundo es real, “no es un puro cuento, porque la maldad es real, esta batalla se libra en el alma misma, en el corazón de cada ser humano. Estamos todos llamados a participar de esa gran batalla, a no ser meros espectadores. Es demasiado lo que está en juego”.

Para evitar cualquier tipo de dudas, enfatizó que en la tarea emprendida no hay lugar para tibios. “O estamos con el bien o estamos con el mal. Por eso cele­bro este encuentro internacional de Europa Viva 2025, y la enorme tarea que viene encabezando este valiente grupo de patriotas”, porque este conjunto de gente entiende que “estamos en medio de una gran batalla, nada más y nada menos, por los corazones de nuestros hermanos y conciudadanos”.

Afirmó que nuestro país se ha levantado como un inflexible guardián de los valo­res fundamentales de Occidente durante mucho tiempo y no solo ahora. “El Para­guay ha defendido siempre los valores en el Occidente, del triunfo del bien sobre el mal, de la verdad sobre el relativismo, de la democracia sobre el autoritarismo, de la familia sobre el progresismo radical, de la libertad del mercado sobre el socia­lismo, y por encima de todo, guiándonos siempre en cada paso con su presencia imponente y triunfante, el Dios todopo­deroso”, afirmó de manera categórica.

Las expresiones vertidas por el presi­dente Peña se sustentan en las disposi­ciones de la máxima ley paraguaya, la Constitución Nacional, por lo que tienen un gran valor para la sociedad paraguaya. Pues la norma fundamental pone énfa­sis en la trascendencia de los grandes principios. Cuando habla de la existencia humana, en su artículo 4.° dispone que “el derecho a la vida es inherente a la persona humana” y que se garantiza su protec­ción desde la concepción. Por lo que nada deja a la discusión sobre la posibilidad del aborto.

Con respecto a la protección de las per­sonas, en su artículo 9.° afirma que “toda persona tiene el derecho a ser protegida en su libertad y seguridad” y añade en el artículo 10 que “están proscriptas la esclavitud, las servidumbres personales y la trata de personas”.

Para evitar cualquier duda, la Carta Magna establece que “todos los habitan­tes de la República son iguales en digni­dad y derecho”, que no se admiten ninguna clase de discriminaciones (art. 46). Y que la familia es el fundamento de la sociedad, por lo que se promoverá y garantizará su protección integral (art. 49).

Con sus palabras, el mandatario asegura que nuestro país está plenamente iden­tificado con la sociedad occidental de la que forma parte en sus grandes princi­pios. Por lo que la lucha por la vigencia de los valores tradicionales es algo que corresponde a su tarea. Y que sostener el imperio de la vida, la libertad, la familia y la creencia religiosa por encima de otros ideales forma parte fundamental de su existencia.

Una nación no constituye solo un con­glomerado de personas que habitan una región geográfica determinada con una biografía común. Es además el conjunto de individuos emparentados por la san­gre o por las tradiciones, que tiene el pro­pósito de perseguir en su andar objeti­vos similares para la obtención de éxitos compartidos para ellos y sus descendien­tes. Y en ese transcurrir de la existencia, que se llama vida, alcanzan a conquistar logros colectivos que luego pueden repar­tir a lo largo del camino que los aguarda.

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