En menos de dos semanas, un tiempo récord para eventos de esta índole, el designado embajador paraguayo ante los Estados Unidos de América, Gustavo Leite Gusinky, se acreditó en Washington como nuevo jefe de la representación diplomática de nuestro país ante una de las naciones más poderosas del mundo. Primeramente, el miércoles 27 de agosto entregó las copias de estilo de sus cartas credenciales a la directora de Protocolo del Gobierno estadounidense, la experimentada diplomática Monica Crowley. Y, posteriormente, diez días después, el viernes 5 de setiembre, hizo lo propio con los originales de sus credenciales de rigor ante el presidente Donald Trump, en una ceremonia protocolar celebrada en la Casa Blanca.
Cumplido este acto propio de la diplomacia universal, el mandatario de Estados Unidos mantuvo una amena reunión privada con el embajador Leite, a quien distinguió con esta cortesía política que no forma parte obligada del ritual de estilo. Sin dudas, debe considerarse justificadamente como una distinción dirigida no solo a su persona, sino también al presidente Santiago Peña y a la República del Paraguay.
La ocasión fue aprovechada por nuestro diplomático para transmitir al mandatario estadounidense el mensaje del Gobierno nacional sobre la necesidad de profundizar una alianza estratégica con una agenda bilateral que se enfoque en la prosperidad de los ciudadanos y emprendedores de ambos países. Destacó, asimismo, la importancia de aumentar la inversión de EE. UU. en Paraguay, la cooperación en defensa y seguridad, y el fortalecimiento de la democracia y los valores republicanos, así como la visión común en materia de política exterior, apelando a una vieja relación de amistad entre ambos países. Y, por supuesto, con énfasis también en el incremento del comercio bilateral en condiciones justas y equilibradas.
Hasta ahí la crónica formal de los acontecimientos. Pero el presidente Donald Trump tuvo la ocurrencia de mostrar las cartas credenciales presentadas por el embajador Leite Gusinky, teniendo como imagen de fondo el escritorio del mandatario estadounidense en el famoso Salón Oval. Y, de yapa, le obsequió el gorro que utilizó durante su campaña electoral con las siglas de MAGA (Make America Great Again o Hagamos de Nuevo Grande a América), que el embajador Leite se colocó inmediatamente como un gesto de cortesía hacia el anfitrión. También recibió el Sello del Presidente de los Estados Unidos de América (Seal of the President of the United States of America). Ambos presentes fueron exhibidos por el diplomático paraguayo en una foto oficial compartida por el Gobierno norteamericano con la Embajada paraguaya en Washington. Esto valió que un sector de los medios de comunicación y ciertos políticos abonados de dichas cadenas mediáticas descargaran toda su artillería de malicia, interpretaciones deliberadamente sesgadas y juicios carentes de principios lógicos, para tratar de desacreditar al embajador Leite. Por esa imagen –la segunda, porque la primera ni siquiera publicaron– llamaron a una “guerra santa” en defensa de nuestra soberanía y autonomía como nación libre e independiente. Salvando cierta distancia, el gesto de Leite es equiparable al de varios embajadores extranjeros acreditados en Paraguay, que suelen expresar su aliento a la selección paraguaya vistiendo la camiseta albirroja.
Las críticas al embajador Gustavo Leite tienen razones más profundas. Se trata de desacreditar al gobierno de Santiago Peña a cualquier costo. Incluso, caminando sobre la incoherencia más infame y ridícula. Algunos periodistas –entre ellos, quienes se ufanan de analistas– y políticos oportunistas aplaudieron a rabiar la abierta injerencia de la anterior administración de Estados Unidos en nuestros asuntos internos, a través del Departamento de Estado, que realizó designaciones con el único afán de afectar las chances del precandidato del movimiento Honor Colorado en las internas partidarias de diciembre de 2022; luego, candidato y, más tarde, presidente de la República, Santiago Peña.
Aquel representante diplomático del país del Norte en Paraguay hizo abierta campaña a favor del postulante de la oposición. Pero, quienes hoy se destrozan las vestiduras seudonacionalistas por el gorro que se calzó Leite, no abrieron la boca entonces. Es más, hasta festejaron con bombos y platillos que un Gobierno extranjero meta groseramente la mano en nuestros asuntos internos. Total, de lo que se trataba, para ellos, era derrotar a cualquier precio al candidato del Partido Colorado que no respondía a los intereses de los conglomerados mediáticos que fueron –y siguen siendo– aliados del exmandatario Mario Abdo Benítez, como así también de los periodistas sometidos a sus patrones y los políticos funcionales a estos medios. Y, por qué no decirlo, también, de algunos analistas o comentaristas políticos que siguen creyendo que solo somos un pueblo de cretinos.