Pocas medidas son tan beneficiosas para la gente desde las finanzas públicas que la convergencia fiscal, entendida como la reducción y control del déficit fiscal con relación al producto interno bruto (PIB).
De modo de comprender mejor este hecho que con afán se busca en todos los países, es preciso hacer definiciones de principios.
Cuando hacemos referencia a la convergencia fiscal en beneficio de la población estamos refiriéndonos en el caso de nuestro país al retorno establecido en la Ley de Responsabilidad Fiscal aprobado en el año 2013. Consiste en disponer de recursos genuinos en el gasto público mediante el pago de los impuestos proveídos por los contribuyentes, sin tener que apelar a más gastos que ingresos. Hay una barrera. Y en nuestro país se estableció por ley el 1,5 por ciento del déficit tomando como referencia el PIB.
Como se podrá notar, la convergencia fiscal es un proceso de toma de decisiones logrado con prudencia y firmeza. Esto debe ser así para que no exista un abrupto faltante de recursos en sectores que no pueden dejar de funcionar sin los fondos necesarios.
La convergencia fiscal, y para dejarlo bien en claro, es un ajuste sin sobresaltos del Estado para bien de la gente. No se trata de disminuir las disponibilidades de dinero de las personas, familias y empresas. Se trata de que el dinero conseguido por el esfuerzo de la población le sean correspondidos sin afectar sus ahorros e inversiones.
Todo ello implica, además, alinear la postura fiscal de ingresos, gastos y deuda pública, cumpliendo con los compromisos contraídos, como también evitar déficits que van más allá de lo que dice la Ley de Responsabilidad Fiscal. Por cierto, la mencionada legislación en su momento fue sumamente elogiada en ámbitos internacionales y lo llevamos a cabo aquí en Paraguay (y esto último va para los agoreros del pasado y pesimistas del infortunio).
Transcurrieron cinco años que no se logra la convergencia fiscal en nuestras cuentas públicas y el gobierno actual lo va realizando de una manera correcta de modo de no afectar los niveles de inversión, asegurando la dinamización y el crecimiento de la economía. Esos son los motivos, entre otros, que llevaron al Poder Ejecutivo en su reciente presentación del Proyecto de Presupuesto de Gastos de la Nación (PGN) 2026, documento político económico más importante luego de la Constitución Nacional. Se ha priorizado la asignación eficiente de los recursos, otorgando atención a la convergencia fiscal.
A tenor de lo expresado consideramos que la administración del presidente Peña viene logrando este objetivo (reducir el déficit de acuerdo a la ley) apetecido en todos los países y la prueba de ello está en el presupuesto general del año que viene.
El presidente Peña, en efecto, dijo que el retorno a la Ley de Responsabilidad Fiscal establecido en el presupuesto 2026 es –al final de cuentas– una responsabilidad hacia las futuras generaciones, puesto que el orden en las cuentas públicas, junto con la estabilidad de las variables propias a cargo del Estado, propician el crecimiento de la economía.
Si el país desea aumentar los ingresos de la población, crear empleos y permitir mejores oportunidades, la convergencia fiscal lograda en estos dos años por parte del Gobierno es una apuesta hacia la dirección correcta. Se está mirando el futuro. Es lo que con acierto afirmó el presidente Peña cuando dijo que la estabilidad y el crecimiento son un reaseguro para las generaciones más jóvenes.
Son muy interesantes estas afirmaciones del primer mandatario. Primero, porque no solo las dice, sino que las cumple. Y, segundo, porque la tentación de gastar mucho más de lo que se recauda es muy fuerte últimamente en muchos países. Todavía se cree que el exceso de gasto público puede generar un boom económico por la mayor disponibilidad de dinero; pero, como se sabe, eso no es cierto y cualquier auge será a corto plazo y de graves consecuencias.
Si la ciudadanía desea saber si un gobierno es o no responsable con los recursos que administra –recursos provenientes de las personas, familias y empresas– pues un modo de darse una respuesta es si el gasto público se eleva sin correspondencia con la economía para ganarse la adhesión de ciertos sectores generando mayor déficit fiscal.
La respuesta la tenemos. A la fecha, el Gobierno está bajando el déficit mediante el retorno a la convergencia fiscal, ajustando al Estado en beneficio de la gente.