En un delirante mesianismo, algunos periodistas y políticos han comparado al destituido intendente de Ciudad del Este, Miguel Prieto, con Nelson Mandela, Lech Walesa y otras grandes personalidades que sufrieron el horror de la persecución, traducido en interminables cautiverios o sistemáticos encarcelamientos para que desistan de su lucha. No hay punto de comparación.
El ahora exjefe comunal de la capital del Alto Paraná perdió el cargo por corrupción, denuncia formulada por la Contraloría General de la República después de una exhaustiva investigación y, luego, corroborada por el interventor asignado para el caso. De acuerdo con lo que establece la Constitución Nacional, la Cámara de Diputados se encargó de la defenestración legal y legítima.
Nada que discutir. Al punto tal que los colorados disidentes, adversarios enconados del actual gobierno –en algunos casos hasta el grado de enemigo–, votaron en la misma dirección que los oficialistas.
Sin embargo, en un galopante como aberrante maniqueísmo, los eternos devotos del “ANR nunca más” (Asociación Nacional Republicana) quieren instalar en la conciencia colectiva de que Prieto fue víctima de una persecución política por parte del movimiento Honor Colorado, con una argumentación carente de reflexión y de cualquier sustento lógico.
Una conocida historiadora, que suele opinar como politóloga, afirmó que el ahora destituido intendente es el único con capacidad para derrotar al coloradismo. Es la misma que años atrás había pronosticado que el “colorado no vota dos veces a perdedor”, haciendo alusión a Santiago Peña durante su segunda incursión en las internas partidarias. Peña es hoy presidente de la República.
Pero vamos a desenredar la madeja con paciencia artesanal. Si fuera verdad que Miguel Prieto tiene el potencial para vencer al candidato a la ANR en las elecciones generales de 2028, su destitución es la mejor plataforma para lanzarse en procura de tal objetivo. Siguiendo, claro está, el paralelismo con Mandela y Walesa.
Una ciudadanía indignada, al borde de la ofuscación, debería acompañar la causa de Prieto, si su arrastre fuera en verdad popular. Ni siquiera decimos que salga a la calle, sino que se manifieste públicamente a su favor, reforzando su (pre)candidatura. Pero no ocurrió tal cosa, porque las pruebas en su contra son tan abrumadoras como contundentes. Nuestro pueblo es noble, pero hace rato dejó de comer vidrio.
Los hechos, a veces, son mejor explicados con los ejemplos. Cuando Kattya González perdió su investidura de senadora, sus aliados y entorno político ya le pusieron prácticamente la banda presidencial. Estaba con un pie en el Palacio de López. Mas, su proyecto fue diluyéndose aceleradamente y, ahora, está francamente al borde de la extinción. Tal es así que mata las horas como locutora, y solo en sus ratos libres oficia de activista política.
Más allá de la bulla de sus seguidores que se obsesionan con la derrota del Partido Colorado, sin importar quién gane ni su programa de gobierno, hemos de hacer la pregunta que deviene pertinente: ¿Será Miguel Prieto el candidato de consenso de la oposición? Porque la experiencia ya ha demostrado que, dividida, es improbable que gane al representante de la Asociación Nacional Republicana.
La respuesta es categórica, a juzgar por las declaraciones de los diferentes sectores internos del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), el único orgánico y con arrastre popular, porque varios de sus principales dirigentes ya adelantaron que no cederán el liderazgo en una hipotética alianza de cara los próximos comicios generales. La opción de Prieto, por tanto, será aceptar ser segundo o encabezar su propia fórmula, lo cual implicaría un suicido político, al riesgo de desaparecer definitivamente de la góndola de opciones electorales.
En cuanto a la supuesta persecución política, la situación debió significar la mejor plataforma para sus intenciones presidencialistas. Es decir, aunque se denuncia lo que ellos consideran una injusticia, deberían aprovechar para conseguir un formidable impulso para sus propósitos, cosa que no ha ocurrido.
Es muy probable, de acuerdo con situaciones similares (caso Kattya González), que otras figuras relevantes, tanto del liberalismo como de otros partidos emergentes, lo desplacen en los próximos meses.
Hasta los medios de comunicación aliados dejarán de fijarse en él. Y no pasará de convertirse en una anécdota más en el largo historial de quienes aspiran a derrotar al viejo Partido Nacional Republicano sin contar con una estructura seria y bien construida, ni con el apoyo popular del cual se ufanan, pero que, definitivamente, es su más evidente debilidad.
Solo estamos describiendo una realidad de la cual todos son testigos. Hasta sus más incondicionales adherentes. Aunque no quieran aceptarlo. Es la peor de las cegueras.