- Jorge Torres Romero
La euforia desatada en todo el país por la clasificación de la selección paraguaya de fútbol al Mundial 2026 no es solo por la ansiedad que nos generaba los años de ausencia en la máxima cita del deporte más popular, sino sobre todo porque coincide con un momento especial para el país que podríamos resumir con la frase que se ha convertido en un eslogan del gobierno de Santiago Peña: “El resurgir de un gigante”.
Si bien para muchos esta frase hasta resulta un tanto exagerada y podría hasta sonar desproporcionada con la realidad, convengamos que expresa la idea de que Paraguay está en un punto de inflexión.
Pero esto no es solo producto de lo que ahora se está haciendo, sino que es la consecuencia de varios factores que se han sostenido a lo largo de los últimos años y se han consolidado en este periodo como por ejemplo la estabilidad económica, el crecimiento continuo y las oportunidades para la inversión y el desarrollo, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.
En este sentido, el impacto que va a representar para el Paraguay estar nuevamente presente en un Mundial de Fútbol refuerza esa imagen del país que se busca proyectar y demuestra su capacidad para competir a nivel global. Para países emergentes como el nuestro, el fútbol puede ser una herramienta para ganar visibilidad y relevancia en la escena internacional.
Pero más allá de todo esto, lo que se logró con este proceso liderado por el profesor Gustavo Alfaro, el autodenominado “cazador de utopías”, fue recuperar el ADN paraguayo y devolverle a la selección la identidad histórica de la “garra guaraní”, un estilo de juego caracterizado por el orden, la disciplina táctica y la lucha constante en el campo. Este enfoque le permitió al equipo –con la misma base de anteriores fracasos– recuperar la confianza y la competitividad.
Con sus palabras y su trabajo, se generó una conexión emocional con la afición, que se vio reflejada en el apoyo masivo y la celebración tras la clasificación. Alfaro afirmó que su objetivo era “agitar el árbol para que cayeran las arañas” y que “los frutos estaban ahí”, lo que demuestra su convicción en el potencial del equipo.
De la misma manera, podemos usar esta analogía en los demás ámbitos del país, puesto que está demostrado que el paraguayo es capaz de sobresalir a pesar de las dificultades.
Esta capacidad de levantarse de la adversidad ha forjado un espíritu de lucha y perseverancia que se ve como un rasgo distintivo de nuestra nación.
Si bien en momentos de dificultad, el fútbol puede servir como una vía de escape o un elemento distractor, como algunos quisieron señalar, nadie puede negar que también tiene la capacidad de unir a personas de diferentes orígenes sociales, culturales y políticos.
Y durante el Mundial, todo el país se une detrás de su selección, creando un sentimiento de pertenencia y orgullo colectivo. Por eso insisto, nunca fue solo fútbol. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.