• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

El 28 de mayo de 1919, el legislador del Partido Nacional Republicano, Telémaco Silvera, presenta ante la Cámara de Diputados el proyecto de ley de la igualdad civil y política de la mujer, lo que más comúnmente se recuerda como el derecho al voto femenino. Acompaña la propuesta su colega radical Lisandro Díaz León. Aunque es quizás un hecho por el cual se recuerda con mayor preponderancia a este intelectual colorado, sin embargo, su lucha sostenida para saldar la “deuda imprescriptible que la nación tiene con las mujeres paraguayas” está en plena correspondencia con la reivindicación constante de los obreros, de los mensús “y el proletariado campesino”, profundizando la riqueza social de la doctrina partidaria.

En la convención partidaria del 25 de noviembre de 1914, realizada en el Belvedere, bajo la presidencia de Pedro Pablo Peña, el doctor Telémaco Silvera reclama por el voto secreto “que ha sido suprimido por el Gobierno bajo el especioso pretexto de que el pueblo no se halla habilitado para las altas funciones electorales, aduciendo que los analfabetos serían objeto de coacción de parte de los caudillos, cuando la verdad, la única, estriba en el temor de que el pueblo, escudado en el voto secreto y consecuente al abrigo de las persecuciones sectarias de parte de las autoridades, se pronunciara con entera libertad respecto a los aspirantes a representarlos”. Denuncia, al mismo tiempo, la situación dramática por la que atraviesan los “obrajeros y los peones yerbateros, en cuya defensa debemos acudir no ya solamente como paraguayos, sino, también, porque uno debe ser de humanidad”. Y remata: “Nuestro partido encarna la esperanza del pueblo”.

En la asamblea del Partido Nacional Republicano del 25 de noviembre de 1918, en la Quinta Caballero, Telémaco Silvera ya era un extraordinario orador al lado de Ignacio A. Pane, Ricardito Brugada, Juan Manuel Frutos y Antolín Irala (quien presidía la comisión directiva). “La fuerza de nuestro partido –decía entonces– descansa en el vigor de su tradición eminentemente popular, en la unidad y solidaridad de acción de sus asociados y, por encima de todo, en el poder incontrastable del espíritu nacionalista, de ese mágico poder que, como un ósculo de amor de nuestros mayores, ha hecho de nuestro credo el culto mismo de la patria (…). Nuestro nacionalismo es de raza, no de salón; no el que se forja en bellas figuras de dicción, sino el que se escribe con el aliento popular; pero del pueblo todo, sin desmembramiento, del pueblo que fue y del que es, del que conquistó y defendió los fueros de la patria y del que hoy recoge y se escuda en esos fueros; del pueblo que fue mártir por la redención y del redimido”.

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Rememorando uno de los párrafos del Programa/Manifiesto del 11 de setiembre de 1887, añade: “Leyes sabias para el país y no para determinada agrupación; labor, honestidad y patriotismo”. Abogaba por un “Gobierno que cuelgue el látigo embrutecedor de la barbarie y abra escuelas e institutos de enseñanza; que haga finanza buscando el equilibrio entre los intereses públicos y privados, no esquilmando al pueblo con gabelas; que fomente vías de comunicación y proteja a la agricultura, la industria y todos los ramos de la actividad productora; que asegure el imperio de la legalidad por el respeto de las libertades públicas y la dignidad de los funcionarios y no se imponga por la acción demoledora y anacrónica del caudillismo analfabeto”. Una expresión, también demoledora, que, en gran parte, sigue teniendo vigencia.

Desde hace unos días volvió a circular una entrevista al doctor Luis María Argaña, en la que el periodista (Bruno Masi) le consulta sobre la ideología de la Asociación Nacional Republicana: “Es de centroizquierda”, fue la respuesta. Esa es la línea que había profundizado Silvera durante la celebración del Día del Trabajador, el 1 de mayo de 1917, mediante un artículo publicado en Patria, el 3 de ese mismo mes y año, bajo el título “El socialismo dentro del credo republicano”. En él hace alusión al programa del partido sobre “el proletariado y su sentido de reivindicación política y económica”. “El socialismo nacionalista –escribía– está de acuerdo con el patriotismo sereno y bien entendido; no encarna sentimientos hostiles al extranjero y a la propiedad privada dentro de los límites de la justicia social, ni viene a enjuiciar nuestras tradiciones nacionales sin dejar por lo demás de considerar las ideas de Marx y Engels”. Y refuerza su posición, enfatizando que “tan arraigados son los prejuicios contra el socialismo que, no faltan quienes confunden con el anarquismo o con el comunismo, no obstante, su sentido diametralmente opuesto”. Casi un año después, el 7 de mayo de 1918, en la ciudad de Corrientes, República Argentina, pronuncia su conocida conferencia “El obrero y el socialismo científico”. Telémaco Silvera, por sí solo, merece varios artículos. Pero habíamos acordado que este sería el último sobre la “Línea social del coloradismo”. Sin embargo, en algún momento, andaremos nuevamente sobre este mismo camino. Buen provecho.

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