La derrota de la izquierda en las elecciones generales del domingo pasado en Bolivia no debe analizarse como un hecho aislado, sino como parte de un reacomodo regional que ya tuvo sus principales muestras en Argentina y Ecuador. El llamado “ciclo progresista”, que marcó a Latinoamérica durante más de dos décadas muestra claros signos de desgaste y avanza hacia un final, al menos en los países donde aún se mantiene la vocación democrática, que ciertamente no es el caso de Venezuela, Nicaragua y mucho menos Cuba.

En el caso boliviano, la explicación se encuentra en la combinación de factores internos: la crisis económica derivada de la caída del precio del gas, la pugna entre Evo Morales y Luis Arce, y una percepción cada vez más extendida de corrupción y mala gestión. El Movimiento al Socialismo (MAS), que alguna vez se presentó como sinónimo de estabilidad y bonanza, terminó atrapado en sus propias contradicciones.

Lo ocurrido recuerda el hartazgo argentino con el kirchnerismo, que catapultó a Javier Milei al poder bajo un discurso antisistema tan estridente como efectivo. En Ecuador, el correísmo perdió terreno por las mismas razones: corrupción, crisis y violencia. Allí, la derecha se mantiene como alternativa, más por rechazo al pasado que por confianza plena en el futuro.

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El denominador común es el voto castigo. Más que un viraje ideológico hacia la derecha, lo que observamos es un rechazo ciudadano a modelos que, tras años de hegemonía, dejaron de dar respuestas concretas. La gente vota con el bolsillo, con el miedo a la inseguridad y con la fatiga de escuchar promesas incumplidas.

La lección es clara: en América Latina los ciclos políticos no mueren por obra de la oposición, sino por el desgaste interno de los gobiernos. Hoy le tocó a la izquierda en Bolivia, como ayer en Argentina y Ecuador. Si los estudios previos no fallan, el mismo fenómeno de giro a la derecha se producirá en Chile y en Honduras, en noviembre próximo. La pregunta es si la nueva derecha logrará sostener la esperanza que el electorado depositó en ella o si, como ha ocurrido tantas veces, volveremos pronto al péndulo, movido por el castigo a las malas administraciones.

Y aunque aún está pendiente la segunda vuelta el octubre, tanto Rodrigo Paz como Tuto Quiroga tienen diferentes tendencias ideológicas tanto hacia la centroderecha como a la derecha.

En la próxima columna vamos a analizar que se espera con este cambio de dirección ideológica para Bolivia en el marco de sus relaciones regionales y mundiales. No olvidemos que estamos hablando de un socio pleno del Mercosur y un vecino nuestro con el que por diversos motivos (históricos, geográficos o ideológicos) siempre nos hemos mirado con mucha lejanía y en algunos casos hasta con recelo.

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