• POR EDUARDO “PIPÓ” DIOS
  • Periodista

Desde que tengo uso de razón, escucho siempre la preocupación real o simplemente de la boca para afuera de todos los políticos y funcionarios por los pobres y los extremadamente pobres. Se hace planes de todo tipo para luchar contra la pobreza, planes que van desde el reparto de víveres, chapas, cartones hasta la construcción de casas populares subvencionadas o gratuitas. Tierras para los campesinos pobres, ayudas de alimentos y semillas. Todo es para los "pobres". Mayormente no le llega, o le llega mal o no le llega lo suficiente, la ayuda está siempre, aunque sea en papeles o para la foto. Y está bien que se piense en ellos, que se los ayude, que se les dé una mano, tampoco vamos a enojarnos por eso.

Ahora bien, no solo de pobres y pobres extremos carenciados está poblado este país. Existe una clase media, baja, media o alta, donde hay necesidades que poco y nada le calientan a nadie, por que "ellos ya tienen comida y techo" no es "urgente" nada. Y así, la clase media va tirando como puede, suben impuestos, suben tarifas de servicios públicos, meten leyes populistas que nos joden más que a los ricos y puteamos silenciosamente mientras vemos cómo hacemos para seguir tirando solos, ya que no estamos en la cabeza de ninguna autoridad, salvo para sacarnos plata.

La clase media, y sobre todo la media baja, está hoy bastante jodida, uno de los motivos es la falta de créditos, el Banco Central adoptó reglamentaciones bancarias de países de primer mundo y nos las enchufo, dejando a la mayoría fuera de la posibilidad de ser sujeto a crédito. Al menos a créditos buenos, cómodos y a tasas razonables. O sea los bancos tienen la plata, pero no te pueden dar más que alguna pavada para comprar alguna cosa de vez en cuando.

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La ley de tarjetas que todos aplaudieron como la panacea y el fin de la usura, simplemente sirvió para sacar a más gente de la bancarización y llevarla a los usureros de siempre. De una tasa de 40-50% anual que cobraban los bancos por las tarjetas, nos fuimos al 10% mensual o más. Antes el tipo tenía la tarjeta del banco tal, con promociones, descuentos, cuotas y le servía para bicicletear y mantener un estándar de vida más relajado, dándose algún gustito, algún viajecito, sacarle a comer a la familia. Y un día se acabó, las autoridades, decidieron que éramos muy irresponsables para gastar, que los bancos abusaban con sus tasas y como gran ayuda nos mandó al córner. Se cortó el consumo, se cortaron los gustitos, comenzó la gran bicicleta de la usura en serio, esa que pagas y no solo no baja lo que debés, sino que debés más. Saltamos de la sartén al fuego. Eso también perjudicó toda la cadena, se cierran negocios, aumenta el desempleo, no le podemos pagar al usurero… fin.

Es hora de que el Gobierno –no solo es tarea del Ejecutivo, sino del Legislativo más que nada– se ocupe de los del medio. Cambiar la ley, hacerlo de manera consensuada con los bancos, incluir al BNF, de modo a refinanciar las deudas y dejar respirar un poco al ciudadano. Que la cuota del préstamo de refinanciación permita que sobre algo a fin de mes para que se pueda consumir. El consumo es el motor, en donde la reactivación se siente, donde los ciudadanos palpamos la mejora en la calidad de vida. En muchos países este tipo de medidas han salvado gobiernos y ganado elecciones. Gente contenta, gente más tranquila, gente con la cabeza fuera del agua.

Al menos pensalo…

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