• Por Augusto dos Santos
  • Analista

Ayer, alguien que en las redes se presentaba como funcionaria de Codeni en la Municipalidad de Ñemby, localización del horrendo y trágico fin de varias personas a consecuencia del raudal, decía que no había que culpar al intendente, sino a la irresponsabilidad de quienes transitan en medio de tales contingencias. Este desalmado comentario representa la flor y nata del pensamiento criollo que exculpa a las responsabilidades colectivas y culpa la víctima. (En el caso de una violación: "usaba luego minifalda").

Si ponemos los puntos sobre las íes vamos a ver cuan fácil es entender la irresponsabilidad criminal de las autoridades municipales, aun cuando existiera de por medio una especie de asociación ilícita por parte de los ciudadanos que arrojan sus basuras a los cursos de agua o la eliminan en las calles fuera de los recipientes específicos.

Es muy sencillo. Las arterias peligrosas, las que desembocan en un puente habitualmente sobrepasado por las aguas, principalmente si no tienen barandas (Ñemby) o en una boca de descarga de las precipitaciones pluviales de proporciones peligrosas o en cualquier forma que provoque una descarga de agua capaz de arrastrar autovehículos de cualquier tipo, sencillamente tienen que clausurarse en el curso de una precipitación intensa. Esta debía ser una práctica común y corriente, porque es la fórmula más sencilla para evitar que lloremos, como siempre, sobre leche derramada.

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Y aquí me dirá alguno, ¿cómo va a saber la municipalidad que va a llover tanto que se formará un raudal y cómo hará la municipalidad para llegar a tiempo con sus agentes para reorientar el tránsito?

Estas son las preguntas que reflejan nuestra peor brutalidad imprevisora, porque la solución es demasiado simple, tan simple, que uno no se figura cómo no pudo haber aterrizado en la cabeza de alguno de los tantos intendentes, o jefes de tránsito o concejales de nuestros ilustres municipios: la Dirección Nacional de Meteorología es una institución capaz de prevenir con semanas de anticipación que van a producirse precipitaciones. Con pocos días de anticipación pueden describir el volumen de las precipitaciones. En el día de las precipitaciones –valga la exageración– podrían vaticinar incluso en qué distritos o barrios va a llover, qué volumen y hasta cuándo.

¿Cómo es posible que por lo menos uno de los numerosos funcionarios que engordan la lista de funcionarios de todas las comunas no pueda encargarse de la sencilla misión de coordinar con Meteorología estos eventos? ¿Cómo es posible que ese funcionario –a su vez– no pueda coordinar con la Policía Municipal (tan ágil para detectar un mal estacionamiento dos días antes más o menos) de manera que se active de inmediato un sistema de desvío de tránsito en las zonas de riesgo, se dispare una alarma a través de las redes, se ponga a otro funcionario a llamar a todas las radios y se decida que por tales calles, hasta que se alivien los raudales, no se transita.

Cómo es posible que hasta hoy los municipios y sus policías de tránsito no han logrado coordinar con los vecinos de tales calles peligrosas el simple tendido de cintas delimitadoras (de las que usa la policía o las empresas de construcción) de una acera a otra, para cesar el tránsito en la peor hipótesis que la Policía Municipal no llegue.

Es una tremenda estupidez partir de la base que todos los conductores conocen o deben conocer el riesgo de transitar en tales condiciones. Los que conocen el riesgo en general no lo hacen. Muchas víctimas son personas que nunca transitaron por el sitio o nunca vivieron un fenómeno de tal intensidad.

Hagamos algo en serio, no podemos seguir viendo por la tele cómo la gente muere porque llueve en el centro de nuestras ciudades. Es vergonzoso.

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