• Por Augusto Dos Santos
  • Periodista

Si las autoridades resultantes de las elecciones del 22 de abril -de todos los partidos políticos- no se sientan a construir un pacto político que posibilite la superación de la política de las trincheras, el próximo lustro puede ser más de lo mismo: inicios nupciales y finales con el paroxismo febril del todos contra todos. ¿Que nos obliga a seguir con el mismo destino?

Son malas las auto-referencias, es cierto, pero en nuestro libro "Y qué dice el Presidente" (2015) sostenemos que normalmente el lapso que va desde el 23 de abril hasta el 15 de agosto en los años de elección Presidencial está subaprovechado ya que podría ser el tiempo de los grandes acuerdos políticos, tan necesarios en democracia.

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Aunque parezca increíble, llevamos un cuarto de siglo sin generar acuerdos más o menos substanciosos en la "clase política" siendo el último de ellos el recordado "Pacto de Gobernabilidad" descollante en buenas intenciones, pero con un final amargo de clientelismo voraz y nuevos padrinazgos políticos. Pero -cuidado- la culpa no es del pacto sino de los que torcieron su finalidad.

Aquel Pacto

Concluida la etapa dictatorial y tras el Gobierno inaugural de Andrés Rodríguez, asume el primer gobierno civil en décadas a cargo de Juan Carlos Wasmosy en 1993. Pero sus números en el Congreso no eran suficientes para sostener la hegemonía colorada que sobrevivió a la dictadura con el consuegro de Stroessner. Esto obligó a los referentes políticos (con inusitada madurez por cierto) a sentarse a la mesa a estudiar cómo se pondría en ejecución los compromisos asumidos por la flamante Carta Magna.

Es cierto también que, en aquellos tiempos, soplaba una brisa de optimismo, la estructura de la política estaba aireada por exiliados que retornaron con nuevas ideas y el clientelismo pospacto no existía aún con su carga de retroceso brutal de la cultura democrática que luego fue aportando, lamentablemente. En síntesis y pecando de sutileza, todavía existía un equilibrio entre el pragmatismo de don Blas y el principismo de Waldino Ramón Lovera.

El pacto logró algún equilibrio en la conformación de las nuevas instituciones democráticas nacidas de la nueva Constitución. Salvo un momento histórico en el que nadie sabía cómo repartir una torta sin morir ahogados por la gelatinosa dulzura de su decorado. Produjo, como bien lo señala el posterior informe de la comisión de Verdad y Justicia el imprescindible proceso de "desmilitarización" del país y de la política; en definitiva, comenzó una nueva etapa en la Transición paraguaya, durante la cual el civilismo tomó la conducción del país sin la presión del aparato militar".

Después, cuando a los "muchachos" se les cayeron las fichas sobre las posibilidades que esa herramienta tenía para el fabuloso negocio del clientelismo político, "se pudrió todo" y el pacto pasó a ser una buena idea con un lamentable final.

Un acuerdo "urgente y necesario"

El Presidente resultante de las elecciones del mes de abril debe tomar una sola decisión que marcará el éxito o el fracaso de su proceso: construir una base de acuerdos políticos para la construcción del futuro del Paraguay. Si no lo hace, el panorama seguirá siendo el mismo que marcó la suerte de los gobiernos en todos estos lustros: acosos a la institucionalidad, amenazas de juicio político, canibalismo, tensiones extremas.

El riesgo de no hacerlo es altísimo por varias razones: se seguirá con la teoría sobre que el norte de la razón política en el congreso es la mayoría de votos y no la calidad de tales razones. Será cada vez menos trascendente el programa de Gobierno y cada vez más preeminente la agenda de las mayorías, por las mayorías mismas. Por default el poder desbordará de la institucionalidad y terminarán actuando como árbitros sectores de poder fáctico (en este momento por ejemplo, el liderazgo se disputa entre enormes grupos de poder económico en posesión de medios de comunicación) y posiblemente pasará lo que siempre, a mitad del mandato empezarán las conspiraciones para tumbar al presidente con alguna operación de calculadora sumando y restando congresistas.

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Creemos que el nuevo Presidente no puede calzarse la banda Presidencial el 15 de agosto sin haber logrado un pacto de convivencia política. Ninguna idea, por más beneficiosa que sea para la sociedad, sobrevivirá si el elemento substancial de la política: los políticos, no alcanzan un acuerdo suficiente.

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¿Para qué un acuerdo?

En un comentario del mes de setiembre del 2017, citábamos aspectos que son imprescindibles de concretar en ideas de Gobierno mediante el ejercicio de acuerdos entre sectores políticos cuyas posiciones resultaran determinantes en las elecciones del 22 de abril.

Decíamos que existen preguntas que solamente pueden responderse en base a consensos entre los liderazgos políticos, por ejemplo: ¿de dónde obtendrá los medios para financiar la puesta en marcha de sus ideas? ¿Qué piensa hacer para utilizar esos fondos en actividades multiplicadoras que produzcan lo necesario para pagar los intereses y, en definitiva, devolver dichos préstamos? ¿O elevará los impuestos y acabará con la evasión impositiva, y agrandará la base de contribuyentes? ¿Cómo organizar el desarrollo? ¿Cómo lograr que la educación, históricamente deficitaria y con tantos problemas comience a ingresar en el Siglo XXI?

El país necesita exportar más. No solamente soja y carne. Deberá propiciar la instalación de industrias para elaborar productos utilizando materia prima nacional y mano de obra nacional. Y propiciar la exportación de esos productos para obtener divisas para el país y para ayudar a reducir el desempleo.¿Cómo acordamos un proyecto de inversiones que sea previsible y sin sobresaltos?

¿Habrá un proyecto moralizador de la política? ¿Se encarará una lucha abierta y sin cuartel contra la corrupción y la impunidad?

En realidad, en nuestro país hay una gran cantidad de problemas y males que arrastramos desde hace décadas, para salir de esa situación y avanzar hacia el futuro se necesita establecer pactos entre todos los sectores para encarar políticas de crecimiento económico y social. ¿Estaríamos dispuestos a concretar esa clase de pactos con otros sectores políticos?

En resumen cómo hacer para: Reducir la pobreza; Modernizar la educación; Que la salud sea para todos los habitantes; Establecer el seguro de salud universal; Mejorar el sistema jubilatorio. Proteger el medio ambiente y acabar con la deforestación; Crear empleo; Perfeccionar la democracia; Moralizar la política; Modernizar el Estado; Modernizar a los partidos políticos. Impulsar la inversión privada nacional; Asistir y desarrollar las pequeñas y medianas empresas. Elaborar una lista parece muy sencillo. Pero..

Consenso, el hueso perdido

Sin embargo tenemos un grave problema: nuestra incapacidad para generar consensos que vayan mas allá de las conspiraciones políticas. Fruto de que estamos parados (acepten la figura) en la etapa "preindustrial" del pensamiento político. Aún creemos que la política es un asunto instrumental en tanto ella es la mismísima producción de sentidos de una sociedad que aspira a un futuro mejor. La política debería estar por encima de los intereses sectarios, las apetencias de todo tipo, porque en esencia la política nace para que las personas coincidan en un punto plural, en un ágora, a fin de ponerse de acuerdo sobre su devenir.

Sin embargo, la tentación paraguaya es que la construcción de mayorías es más importante que el consenso, probablemente porque por muchos años estuvimos obnubilados (quizás una paranoia posdictadura de la que nunca pudimos recuperarnos) por aquello de las mayorías que mandan. Nunca aprendimos que las mayorías son coyunturales, mientras que los consensos, generalmente, tienden a durar un poco más, a ser bastante más previsibles, serios y garantizan vuelos sin grandes turbulencias.

Ojalá del 23 de abril al 15 de agosto, las autoridades que resulten del conteo de votos de las generales tengan una mesa, lo más grande posible, para poner en limpio las ideas fundamentales del nuevo Presidente y entremos a la cancha con acuerdos básicos que ahuyenten a los fantasmas de la conspiración y la inestabilidad que tanto mal nos produjo en más de un cuarto de siglo.

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