• Por Alex Noguera
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Hace apenas unos días la agente fiscal de Ciudad del Este, Juliana Giménez, se preguntaba qué estaba pasando. Y es que en 24 horas había recibido nada menos que 10 denuncias de violencia intrafamiliar.

También la fundación Tesãi expresó su preocupación por el aumento de las conductas violentas. Uno de sus tres reconocidos especialistas, el psiquiatra de Infancia y Adolescencia, Dr. Víctor Hugo Espínola Chena, fue tajante y afirmó "Estamos mal en salud mental" y a continuación enumeró las patologías más comunes en Paraguay: depresión, trastornos de ansiedad, psicosis. Según él, los factores condicionantes como las drogas, el alcohol, el desempleo, el desánimo y la desesperanza, llevan a muchas personas a cometer locuras, sin pensar en las terribles consecuencias.

Tiene razón y, sin embargo, la verdad es tan compleja que para llegar a ella y darle forma, antes es necesario unir todos los pedazos. Por ejemplo, para una persona, una computadora está compuesta de monitor, CPU, teclado y ratón. Para los jóvenes, sin embargo, la computadora es su celular. Entonces, ¿qué es una computadora? ¿O qué es una cámara fotográfica? ¿Las de antes que tenían una lente o los prácticos smartphones de hoy?

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La verdad tiene muchos ángulos y todos son ciertos. En realidad son medio ciertos. Son medias verdades. El problema es que hay tantas medias verdades que sumándolas no dan una unidad sino que dos o tres. O cuatro. O más. Y eso no es posible porque la verdad es una sola.

Para ser prácticos y seguir con el tema del principio podríamos preguntarnos –como la agente fiscal– qué está pasando, por qué hay tanta violencia en nuestra sociedad. Antes que nada, hay que aclarar que este fenómeno no se da solo en Paraguay, sino en todo el mundo. Si nosotros pensábamos que éramos una sociedad machista, ¿qué definición podríamos darle a la de Arabia Saudita que ayer por primera vez en la historia las mujeres pudieron asistir a un partido de fútbol? Sí, en pleno Siglo XXI, las mujeres tenían prohibido ir a la cancha. El encuentro de la Primera División en el estadio de la ciudad de Yeda, cambió esa arbitrariedad para siempre.

Tal extremismo no llega a Paraguay, aunque los ejemplos entran por los ojos y las telenovelas transmitidas (y repetidas) como El Clon o La Esposa Joven, siempre dejan enseñanzas en los más jóvenes. Es una media verdad.

Otra media verdad es la educación. Educación no es solo enseñarles a los chicos cómo usar una computadora, mostrarles qué teclas apretar. Eso es apenas una parte, sobre todo teniendo en cuenta la gran cantidad de información que reciben en todo momento. Educar implica que ese niño procese la información que recibe. Y eso es imposible. Es demasiada, que se queda absorto y se convierte en consumidor pasivo sin ningún poder de análisis.

Una tercera media verdad (o sea ya suman una verdad y media) es, como dijo el Dr. Espínola, las drogas y el alcohol acrecientan el problema de la violencia. Un hombre ebrio o dopado no razona. ¿Cómo convencerle de que no tiene derecho a quitarle la vida a otra persona porque ya no la ama? ¿Cómo hacerle entender que una mujer no es ni puede ser de su propiedad? Aun estando sobrio le cuesta entender que una mujer tiene derecho a decidir sobre su forma de vida y con quien compartirla. Y si se cansa de su pareja, también tiene derecho a buscar un nuevo proyecto de felicidad y no quedar atada a una perpetua agonía.

El año pasado finalizó con el vergonzoso recuento de 53 feminicidios en Paraguay y otras 6 de mujeres compatriotas en el extranjero. A pesar de que ese número macabro pareciera exagerado y de que quedaba la esperanza de que el 2018 trajera menos violencia, apenas iniciado este año ya se registraron dos nuevos casos.

Eso nos lleva a una cuarta media verdad, que es la débil institucionalidad judicial. La balanza de Astrea muchas veces no está muy bien equilibrada y otras se inclina sospechosamente hacia uno de los lados, entonces ¿cómo impartir justicia? La imagen del ejercicio del Derecho está muy deteriorada y la injusticia indigna, por no decir desespera.

En este complejo problema hay demasiadas medias verdades. Y cada uno defiende la que ve –como es lógico y natural– como si fuera la única. Sin embargo, todas sumadas dan varias verdades enteras. Entonces, ¿cómo responder qué está pasando? ¿Por qué tanta violencia? Creo que la verdad es como el agua, clara y transparente, aunque muchos se empeñen en enseñarnos que tiene un color. La verdad tampoco es un rompecabezas que tiene muchas partes y que al unirlas todas tendremos una sola unidad. No. La verdad es como el agua, no tiene forma. O sí, sí tiene, pero son miles y distintas. Cada uno puede verter agua en su mano y el líquido adquirirá la forma que sea, pero solo tiene una esencia. La verdad también.

Para saber qué está pasando debemos encontrar esa esencia y no ahogarnos en mitades.

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