• Por Marcelo A. Pedroza
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En el libro “Freud. Un viaje a las profundidades del yo”, el autor Marc Pepiol Martí sostiene que en un alarde de lirismo, Freud imagina, en un breve texto de 1916 – 1917 intitulado Una dificultad del psicoanálisis, cómo instituiría un experimentado psicoanalista a nuestro confiado y totalmente engañado yo, y a continuación transcribe lo escrito por Sigmund Freud, que además se encuentra en sus Obras completas, en el volumen XVII, páginas 134 y 135, publicadas por Editorial Amorrortu. En su redacción queda demostrada una vez más la profundidad intelectual con la que el padre del psicoanálisis aborda los temas que indaga.
En el texto hay contundentes expresiones, como: “No estás poseído por nada ajeno; es una parte de tu propia vida anímica la que se ha sustraído de tu conocimiento y del imperio de tu voluntad”. De alguna forma está llamando a la búsqueda del saber ser y de todo lo que con ello puede lograrse. Parte del acto libre de sentirse uno mismo, de ahondar en la grandiosa vida afectiva, de considerar la relevancia del “imperio de la voluntad”, de estrechar las conexiones vitales anímicas y voluntariosas para poseer y valorar las propiedades internas con las que se cuenta, y de esa forma evitar sustraerse de lo que realmente importa.
Las fuerzas anímicas requieren ser descubiertas, atendidas, cultivadas e integradas para encontrar aquello que está oculto, que ha sido negado; para desentrañar lo que no se quiere recordar; para darle luz a lo que se anhela, a lo que se quiere alcanzar; para determinar lo que se pretende transformar; para apreciar lo que se caracteriza como singular; en fin, para todo aquello que puede ayudar a transitar de la mejor forma posible por los distintos estadios personales y sociales que se viven.

Por eso tu defensa es tan endeble; luchas con una parte de tu fuerza contra la otra parte, no puedes reunir tu fuerza íntegra como si combatieras a un enemigo externo. Y la que de ese modo ha entrado en oposición contigo y se ha vuelto independiente de ti ni siquiera es la peor parte o la menos importante de tus fuerzas anímicas. Me veo obligado a decir que la culpa reside en ti mismo. Has sobreestimado tu poder al creer que podrías hacer lo que quisieras con tus pulsiones anímicas y no te hacía falta tener miramiento alguno por sus propósitos”, escribe el profesor Freud.

Nacen desafíos constantes, son los que pregonan la unidad de las fuerzas y por lo tanto evitan la fragilidad de sus defensas. Previenen para que las luchas no sucedan y se concentran en las fortalezas que atesoran la estructura compuesta por el ánimo y la voluntad. El libre albedrío reside en uno mismo. No hay que subestimar nada ni a nadie, lo que se posee yace en uno y está signado por su condición temporal efímera, y al mismo tiempo única y capaz de construir una huella existencial significativa para sí mismo y para su entorno.

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