• Por José Cantero
  • Miembro del directorio del Banco Central del Paraguay (BCP)

David Bohm, uno de los físicos cuánticos y pensadores más eminentes de nuestro tiempo, investigó la vida de Albert Einstein y su esquema de pensamiento. Notó que Einstein había utilizado la técnica de Sócrates, que sirvió para que un pequeño grupo de griegos creara la base del conocimiento de la humanidad hace 2.400 años. Al encontrarnos en la era del conocimiento, qué mejor que adentrarnos en la técnica socrática conocida como koinonía.

Albert Einstein, según relata Bohm, mantenía una activa correspondencia con los científicos más encumbrados, compartiendo de forma abierta y transparente sus ideas, nociones y descubrimientos de la física. Ellos intercambiaban sus descubrimientos con mucho profesionalismo, respetando las ideas, en un ambiente colaborativo, sin el ánimo de cambiar los puntos de vistas de los otros o ingresar en un escenario de confrontación para dejar en evidencia quién tenía la razón o quién era el más listo de la manada. ¿Cómo fue posible que estos científicos colaboraran de modo tan efectivo? ¿Cómo fueron capaces de despojarse del pensamiento egoísta del que "todo lo sé" y de que "el otro es un simple necio"? ¿Cómo pudieron comunicarse de modo tan abierto y constructivo?

Einstein y sus amigos fueron capaces de generar conocimiento porque se basaron en la herramienta de comunicación constructiva grupal conocida como koinonía, que fue desarrollada por Sócrates en la Grecia Clásica y que se basa en reglas muy básicas.

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Para comprender la importancia del diálogo constructivo, conviene primero contrastarlo con el debate. Según Bohm, el debate es como el juego de ping-pong, en el que el objetivo de cada contendiente es ganar la partida, utilizando la astucia de lenguaje para validar que uno tiene la razón y que el otro está equivocado. Cuando el ego entra a la cancha, el resultado es ganar-perder.

La koinonía es lo opuesto, pues es un esquema de comunicación en el que todos salen gananciosos. Es una actividad de ganar-ganar, que por medio del intercambio de ideas se puede crear, conjuntamente, algo nuevo. Para participar de este diálogo colaborativo es necesario internalizar y utilizar sus reglas básicas. Se debe tener una predisposición a no prejuzgar, una intención de no alterar la forma de pensar de los demás, una capacidad de vaciar los conocimientos tomados como verdades absolutas, una buena disposición a admitir la ignorancia, y una habilidad para respetar a las personas escuchando y valorando sus ideas. La koinonía requiere que sus participantes se centren en las ideas y no en las personas que las esgrimen, de una manera constructiva, pues el propósito es ajeno a descalificar y contrario a destruir a los demás interlocutores.

¿Cómo sería la educación de un país si los profesores en vez de transmitir conocimientos enlatados activan círculos de diálogo con sus alumnos para encontrar nuevas luces en el conocimiento? ¿Qué tan edificante sería la arena política si sus protagonistas se desembarazasen del egocentrismo y de las discusiones banales, basadas en razonamientos falaces, utilizadas solo para desacreditar a sus contrincantes? ¿Qué tan competitiva sería una empresa si su ambiente de trabajo se basara en los principios de la koinonía? ¿Qué tan dinámica y abierta sería una sociedad si sus ciudadanos estuviesen predispuestos a dialogar de modo cooperativo y constructivo?

El pensamiento socrático nos brinda una herramienta poderosa y sencilla del razonamiento grupal, tan milenaria como válida para capitalizar la economía del conocimiento. Lo esencial es arroparnos de humildad, despojarnos de los dogmas y aferrarnos al deseo colaborativo de construir una mejor sociedad.

*Autor del libro "Pensar como Sócrates".

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