• Por Jaime Egüez
  • Socio del Club de Ejecutivos
Últimamente hemos entrado en varias oportunidades a las que denomino la zona oscura de la institucionalidad paraguaya. Es aquel lugar donde más allá que nos hayamos puesto de acuerdo en acciones a ser tomadas y de que es relevante atender cuando vayamos a la zona oscura para no perder a nadie ni tampoco tener una víctima fatal en este sitio, priman solo dos cosas muy claras: a) el compromiso asumido como pilar de sostenibilidad a futuro, y b) los instintos básicos de sobrevivencia bajo la absoluta certeza del daño de no hacerlo.
La zona oscura es aquella donde ponemos a prueba nuestros acuerdos de protección, de construcción del futuro, definimos cómo nos protegeremos, cómo transitaremos los momentos en los que la falta de claridad no nos permite ser lógicos, aquella área que todos transitamos en algún momento de nuestras existencias.
El país transita y ha pasado varias veces por estos espacios de oscuridad. Y uno es el que estamos atravesando con el proceso de aprobación del PGN. Si en el momento de oscuridad institucional en el que deberíamos cumplir lo que hemos acordado en la claridad, hemos firmado con puño y letra y hemos asumido como compromiso, nos dejamos guiar por los miedos, los intereses, las argumentaciones manipuladoras de las circunstancias, las consecuencias son las mismas siempre. Vamos a pagar caro con las consecuencias y tendremos que lamentar víctimas de este desacierto que será pagado en oportunidades pérdidas y sobrecargas en impuestos futuros para todos los paraguayos y escasamente para los congresistas por su posición de privilegio social.

Es triste entender que la gran mayoría de las personas que están en uno de los poderes de decisión de nuestro futuro, como es el Parlamento, no está en condiciones de conseguir sostener un acuerdo, una estructura de seguridad, de blindaje al país.

Es triste mirar que a la sociedad entera solo le resta gritar en la oscuridad “congresistas cumplamos lo que juntos acordamos” y escuchar del otro lado “sálvese quien pueda”. Es que me niego a creer que en ambas cámaras, y sobre todo en Senadores, por integrarse con menor cantidad de personas, no exista una mayoría que más allá de sus posiciones puntuales sobre la visión de un país no pueda sostener un criterio básico, que es: “Lo que ya firmamos lo cumplimos”.
Me niego a aceptar que no podamos construir un marco de seguridad para el país. No acepto que solo me quede gritar en cada momento de oscuridad institucional pidiendo “respeto, coherencia, cumplimiento, seriedad”. Estos cuatro pilares de la gestión personal son básicos para construir institucionalidad, es básico para caminar juntos hacia un futuro mejor. Por encima de cualquier argumentación que se pueda esgrimir en las opiniones, la verdad es que se analiza siempre un interés sectorial (que puede tener su argumentación válida) en perjuicio del interés y la sobrevivencia de la población general.
Es en estos momentos en los que probamos si somos capaces de transitar por los lugares oscuros con seguridad, con solvencia, con cumplimientos, o si solo nos queda gritar desesperados a nuestros líderes que sigan el camino hacia la luz sin tener que lamentar víctimas en estas circunstancias. Estamos cansados de gritar. Debemos acordar ser serios y consecuentes. En esto consiste la tarea principal de nuestro Congreso Nacional.

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