• Por Jorge Torres Romero
  • Periodista

He oído a periodistas, junto a los llamados referentes de la sociedad y a un puñado de políticos de la oposición preguntarse dónde está la indignación de la gente: ¿Por qué no está en las calles manifestándose?

¿Por qué la vimos tan sola a la abogada Kattya González sentada en el primer escalón de la puerta de entrada del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM) aguardando escrachar a algunos de sus miembros, ante el escándalo de los audios filtrados?

La carga nuevamente recae sobre la tan invocada ciudadanía, la misma a la que reclaman que actúe, pero moldeada a los caprichos e intereses de quienes la invocan.

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Ese cuento de la política testimonial ya nadie cree. Aquello de dar golpes políticos para generar portadas de algunos diarios y obtener el guiño de cierta prensa en periodo electoral tampoco. Es que en Paraguay, para bien o mal, nos conocemos todos. Sabemos a estas alturas quién es quién y cuáles son nuestros males, quizás lo que no visualizamos aún es la solución, pero con esas poses y discursos grandilocuentes de actores de nuestra clase política en general, ya no se le mueve a nadie.

Por ejemplo, si realmente la política testimonial surtía algún efecto, hoy el Congreso estaría sesionando con políticos del partido Patria Querida. El sector que en su estadía legislativa marcó alguna diferencia, pero, sin embargo, no sobrevivió. La gente ya no los votó más.

En el caso González Daher, la propuesta del partido de la senadora Desirée Masi fue la de "castigar" al legislador con una suspensión sin goce de sueldo. Propuesta que finalmente no corrió y estalló la indignación selectiva nuestra de cada día.

Si la propuesta de "castigo" de Diserée prosperaba, no iba a cambiar absolutamente nada. González Daher iba a seguir siendo senador y el JEM seguiría funcionando exactamente de la misma manera como está hoy.

Es decir, el plan de quienes acompañaron la idea de Desirée era el efecto político inmediato, el posicionamiento sobre un tema que agrada a la agenda de algunos medios y después todo seguiría igual. Esta historia ya la vimos, ahí está el caso del senador Beto Ovelar y su famoso "trato apu'a". Fue sancionado, "castigado" sin goce de sueldo y no paso nada. Hoy es y seguirá siendo legislador.

Eso de lanzar nomás un mensaje político a la ciudadanía para mostrar que les preocupan los escándalos de corrupción y la impunidad son cuentos que solo creen los ingenios.

Es que ya sabemos que a una Desirée Masi la corrupción y la impunidad la tienen sin cuidado, de lo contrario, cómo se explica las casi 10 chicanas que promovió su marido Rafael Filizzola para eludir la justicia o la operativa de chantaje de la senadora a ciertos ministros de Corte para que cajoneen el expediente de Filizzola, a cambio de trancar el juicio político que se llegó a promover contra algunos de los ellos. El matrimonio Masi-Filizzola es sinónimo de corrupción e impunidad. Hasta que no resuelvan sus pleitos nadie les cree.

Lo mismo ocurre con otros referentes opositores. Ahí está Efraín Alegre quien desde las redes calificó de "difícil" y "triste" la semana que paso debido a que parlamentarios de su partido "se vendieron a Cartes". Sin embargo, siguiendo su lógica, no dijo una palabra de sus aliados del Frente Guasu.

Dos ejemplos del cinismo galopante de estos políticos. Entonces, ¿cómo pretendemos que la ciudadanía se indigne más allá de las redes? Esa indignación y repudio en todo caso debe alcanzar a todos por igual.

Claro que uno de nuestros principales dramas sigue siendo la impunidad, pero la principal responsable no es precisamente la ciudadanía con su indiferencia, sino una justicia corrupta maniatada por la clase política. Esto se desmonta no con posiciones testimoniales para portadas de diarios, sino reformando todo el sistema que permite este desorden. Y una vez que tengamos un sistema reformado, donde el fiscal o juez no sean removidos por antojos políticos, aparecerá, como en el Brasil, un juez Moro a quien no le temblará el pulso para meter presos a todos los corruptos sin distinción de colores. Puedo estar equivocado, pero es lo que pienso.

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