- Por Matías Ordeix
- Socio del Club de Ejecutivos
El Paraguay es un país donde las empresas familiares juegan un rol muy importante. En especial, cuando de grandes jugadores hablamos. Grupos empresariales familiares, que incluyen habitualmente hasta tres generaciones trabajando duramente por la continuidad y el crecimiento. Empresas que nacieron de un sueño de sus abuelos, donde los padres han dado un gran empujón, y sus hijos hoy sumando cosechan sus frutos y creen en una nueva forma de gerenciamiento.
Estas diferentes generaciones también luchan por su diferencia de cultura organizacional. Desde la vieja escuela, donde primaba el ser más duro y exigente, más verticalista, al extremo moderno, participativo y democrático de las nuevas generaciones. Y de una vieja cultura donde el lucro es el único fin empresarial a la nueva forma de hacer negocios, en el que si bien las empresas buscan rentabilidad, la sustentabilidad social y medioambiental es determinante.
Sin duda alguna, no ha de ser sencillo integrar un directorio con tanta diversidad y opiniones, quizás en algunos casos hasta extremas. Pero la diplomacia familiar, más la incorporación y profesionalización de la alta gerencia, es muy importante para transitar en esta nueva era de hacer negocios.
Los abuelos y padres deberán dejar espacio para que las nuevas generaciones hagan un buen gobierno en sus empresas, con su acompañamiento. Entender que el uso de tecnología, ubicar al cliente al centro de nuestras operaciones, ser omnicanal e inspirar al equipo como pieza fundamental de crecimiento, es solo parte de los grandes cambios que indefectiblemente las empresas necesitan.
También, sin duda, ha cambiado en Paraguay la forma de hacer negocios. Creemos que ha habido mejoras en la ética empresarial en las nuevas generaciones, en relación a lo que “se puede hacer, y no se puede hacer”, entre lo “correcto e incorrecto”. Se ha abandonado en su mayoría dobles contabilidades, personal “en negro”, importaciones “no declaradas” y otros tantos vicios que en épocas pasadas eran más habituales. Muchas empresas han pasado de ser informales a ser formales, y esto es un gran paso.
Sin embargo, en las sociedades modernas y ya megatendencia en negocios, se impone el procurar hacer más allá de lo que la ley nos obliga. Me explico, hacer las tareas correctamente y legalmente, es muy bueno, pero en esta sociedad hiperconectada y colaborativa, debemos ver qué más podemos aportar a la sociedad, desde nuestras empresas. Nuestros consumidores, clientes, sociedad en general a quienes debemos agradecerle nuestro crecimiento económico, deben ser retribuidos.
Y es aquí donde la responsabilidad social empresarial, en pos de un desarrollo sostenible, le suma y mucho a las empresas de vanguardia. No en vano, grandes empresas globalmente reconocidas tienen importantes programas para colaborar con la sociedad en general, ya sea en el fomento y financiación de la educación, tareas de mitigación del efecto climático u otras importantes obras sociales hoy absolutamente necesarias para toda empresa que quiera dejar huella, aportar a un mundo mejor o simplemente crecer.
La nueva generación empresarial es clave para que, a través de estas nuevas empresas, generadoras de empleo, sumen más a la sociedad. Generar valor compartido, o sea beneficio empresarial y beneficio social simultáneamente, es el nuevo mandato de estos jóvenes empresarios innovadores. La tarea interna, la puja familiar es un gran reto que cada uno lo resolverá a su manera. Sin embargo, los abuelos y padres, como consejo consultivo, llevarán un gran rol en sus organizaciones, siempre y cuando dejen volar en sus nuevas ideas a estos nuevos “soñadores”.