• Por Gabriela Rojas Teasdale
  • Socia del Club de Ejecutivos
Este artículo me encuentra regresando a Paraguay con ganas de seguir aportando a la transformación de nuestro país desde el ámbito en que me desempeño, y luego de haber asistido a un entrenamiento increíble en la Universidad de Harvard. Mientras estaba en el avión reflexionaba sobre todo lo que había vivido y aprendido los días previos, en una serie de eventos concatenados que me impulsaron a escribir sobre un tema que siempre me apasionó: el liderazgo de las mujeres.
Me inspiró en especial la campaña “Niñas al poder”, desarrollada recientemente por la organización Plan Internacional para fomentar la autoestima en las niñas y motivarlas a que puedan visualizarse en puestos de poder, algo que nos ayudará a avanzar en la difusión y el respeto de sus derechos.
Minutos después de tomar la decisión de escribir sobre este tema, escuché por los altavoces a una voz femenina dando la bienvenida a los pasajeros. Era la capitana Ortiz que nos hacía saber que comandaría el vuelo, ocupando un espacio que por lo general está en manos de los hombres. Pero esa no fue la única coincidencia. Una vez que despegamos, levanté la mirada hacia las pantallas y vi que estaban reproduciendo la película “Wonder Woman”, un filme con un mensaje fuerte sobre el empoderamiento de las mujeres. Todo alrededor conectaba con el liderazgo de las mujeres, mujeres que ya están generando grandes cambios en el mundo de la mano de figuras icónicas como Angela Merkel y Theresa May a nivel mundial y, en nuestro país, líderes indiscutibles como Berta Rojas o la ministra Soledad Núñez.
Cuando pienso en ellas, la primera imagen que me viene a la mente es la de mi hija –quien desde hace mucho sueña con ser presidenta– y la de todas las niñas que el día de mañana serán protagonistas en la construcción de un mundo mejor. Niñas con gran potencial y cualidades que estarán liderando diferentes espacios dentro de la sociedad. Los adultos no podemos dejar de sentirnos protagonistas en la formación de nuestras niñas. Somos nosotros los que debemos asumir el compromiso de ayudarlas a descubrir el valor que tienen, a motivarlas para lograr sus sueños, sus anhelos. Y para eso, las conversaciones y acciones se vuelven muy importantes: escucharlas, respetarlas, orientarlas y fortalecer sus valores caminando de la mano con ellas es algo crucial para su desarrollo.
Pero además, solo podremos hacer un buen trabajo si nos convertimos en sus modelos. Para ello tenemos que empezar a mirarnos a nosotros mismos. Gandhi decía: “Cuida tus pensamientos porque se convertirán en tus palabras, cuida tus palabras porque se convertirán en tus acciones, cuida tus acciones porque serán tus hábitos, cuida tus hábitos porque formarán tu carácter”. Esta es una reflexión que la internalizó de manera constante porque el carácter define quiénes somos realmente.
Seamos suficientemente responsables para reconocer lo que no está bien en nosotros y cambiar porque nuestros hijos terminarán repitiendo los mismos patrones. Todos tenemos una lucha interna entre la luz y la oscuridad, pero debemos creer en el amor y guiar nuestras acciones hacia el amor, la solidaridad, hacia la luz, hacia lo duradero y hacia lo importante que queremos construir.
Orientemos a nuestras niñas con amor y coherencia para formarlas como líderes fuertes, valientes, con principios y con potencial para cambiar paradigmas y para construir desde el amor un espacio sin diferencias, sin limitaciones y sin discriminaciones.

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