• Por Richard E. Ferreira-Candia
  • Periodista, analista y docente
  • @RFerreiraC

Lemuel Gulliver es un personaje ficticio afortunado. A pesar de sus incidentados viajes, pudo conocer aspectos desconocidos e increíbles, lo que le convirtió en universal. Con la intención de hacer realidad sus sueños, como todo ser humano pero con las agallas que no todos demuestran, decidió embarcarse a extraordinarias aventuras.

Gulliver, en su primera travesía, quedó varado en Liliput, una tierra en la que las personas eran dos veces menor en tamaño que un ser humano; en la segunda, llega en Brobdingnag, un lugar donde los habitantes medían al menos 22 metros de altura. No fueron las dos únicas aventuras. Le siguieron muchas más, aunque estas dos son las más conocidas.

Con el comandante hablábamos del libro "Los viajes de Gulliver", un clásico de la literatura mundial. La novela presenta una narración satírica de unos "Viajes a varias remotas Naciones del Mundo", como memorias del personaje principal, Lemuel Gulliver, quien en primera persona cuenta sus aventuras.

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La obra es genial, dijo el comandante, mientras disfrutaba de su primer sorbo de café negro, sin azúcar, en el altillo del Café Literario, donde de nuevo nos encontramos. Nuestra conversación no giró precisamente sobre los viajes de Gulliver, sino sobre el autor de la obra, Jonathan Swift, y su aporte a la política. Fue un escritor satírico irlandés, que nació en 1667 y falleció en 1745. Es mundialmente conocido por ser el autor de "Los viajes de Gulliver". En sus escritos satirizó el funcionamiento de la sociedad e incluso la condición humana. En el campo de la política, se le atribuye un libro bastante conocido: "El arte de la mentira política". Hay que decir, sin embargo, que se generaron dudas sobre si fue él el autor o John Arbuthnot (1667-1735). Algunos han dado una solución salomónica a la polémica y atribuyen a los dos, pero mayormente, en todos lados, se encuentra a Swift como autor.

El fondo de la cuestión en este momento no es quién escribió, sino qué dice parte del libro, remarcó el comandante y agregó que una de las frases más conocidas señala que "la mentira política es el arte de convencer al pueblo, el arte de hacerle creer falsedades saludables para un buen fin". Esperemos que haya sido una afirmación satírica, sostuvo.

En las presentaciones y análisis que se han realizado a lo largo del tiempo sobre el libro, hay coincidencia en señalar que uno de los puntos más resaltantes mencionados –como apuntara Maquiavelo– es que la mentira y la política son muy buenas compañeras. Yo diría –enfatizó el comandante– son incluso como hermanas gemelas inseparables.

La única forma de enfrentar este grave problema, en un escenario sobrecargado de mentiras, es confrontarlo con la realidad.

Sacó su teléfono y buscó una página específica en Internet. Me gusta esta descripción, señaló y empezó a leer: "Es un libro mordaz y crítico sobre el eterno arte de mentir. En él, Jonathan Swift nos narra lo referente al arte de mentir y la importancia de las mentiras en nuestra vida diaria. Más cuando éstas provienen de la clase gobernante, que utilizan la mentira y su arte como una forma de perpetuarse en el poder –o para llegar al poder, acotó el comandante en una breve pausa a su lectura– y hacer de la mentira una barrera para evitar que la verdad, siempre espinosa, sea del conocimiento de los gobernados".

Hizo una breve pausa, puso el teléfono en la mesa y continuó analizando. La política genera una sarta de mentiras. La mayor parte del tiempo los políticos mienten y el que paga cuentas por esas mentiras es la sociedad, que, convengamos, parte de ella cree en las patrañas. La mentira está enquistada en la política misma, en todos los bandos. Los más desvergonzados no se cansan de mentir y no tienen problema alguno en decir algo un día, pero inmediatamente contradecirse después porque las circunstancias cambian para ellos.

En el escenario político, en el que sobresale la mentira, es enorme la desconfianza de la sociedad hacia la claque política. Tantas mentiras se dicen, que la gente no sabe en quién creer. Es natural ahora que los políticos usen como herramienta de comunicación –como mencionábamos hace unas semanas– medias verdades, mentiras y falacias.

La única forma de enfrentar este grave problema, en un escenario sobrecargado de mentiras, es confrontarlo con la realidad. Hay un dicho bastante común para tener un poco de esperanza, remarcó el comandante e inmediatamente detalló que es atribuido a Abraham Lincoln: "Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo". Convengamos que si cambiamos la palabra "engañar" por "mentir", será lo mismo. Lo bueno es que al enfrentar con la realidad cada mentira, en algún momento, indefectiblemente, ésta será desenmascarada. Es cuestión de tiempo.

De momento –dijo el comandante con una leve risa–, lo más real que podemos tener son "Los viajes de Gulliver". Eso.

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