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¿La promesa del poderoso Donald Trump de reorganizar la política comercial de Estados Unidos se extiende a sus estadísticas? Según un reporte de The Wall Street Journal, están en marcha discusiones sobre cambiar la forma en que se calculan las cifras comerciales. La Oficina de Análisis Económico, el principal organismo estadístico del país, llama a esto "completamente impreciso". Pero en el comercio, como en todo lo demás, el nuevo gobierno parece inclinado a usar las estadísticas como un ebrio usa un poste de luz: para apoyarse en vez de iluminarse.

Se dice que la propuesta involucra eliminar algunas de las exportaciones de Estados Unidos de las cifras brutas. Estados Unidos vendió 1,5 billones de dólares en productos al extranjero en el 2016, pero, de eso, 0,2 billones de dólares fueron reexportaciones que salieron del país tanto como entraron. Este tipo de comercio ha estado creciendo, reflejando el papel de Estados Unidos como centro del comercio norteamericano. Como proporción de sus exportaciones combinadas a México y Canadá, las reexportaciones aumentaron de 12 a 20 por ciento entre el 2002 y el 2016. Las empresas de transporte terrestre y marítimo se benefician de este tipo de comercio. Pero los críticos lo ven como un "relleno", que eclipsa las tendencias más sombrías en las exportaciones "hechas en Estados Unidos".

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Eliminar las reexportaciones no tiene sentido cuando se piensa en el desequilibrio comercial general a menos que se haga un correspondiente ajuste en las importaciones. Eliminar las reexportaciones reduciría las exportaciones registradas de Estados Unidos a países como México y Canadá. Sin reducir la cifra de importaciones, también inflaría el déficit comercial registrado de Estados Unidos en productos, en 54.000 millones de dólares para México y 46.000 millones de dólares para Canadá (más del triple del balance bruto).

Así que excluir las reexportaciones del total daría a Trump algunas cifras más asombrosas con las cuales golpear a México. Sin embargo, una propuesta de manipular las estadísticas comerciales no necesita tener motivación política. También pudiera reflejar la (correcta) comprensión de que las mediciones estándar de las importaciones y las exportaciones no siempre captan lo que realmente está siendo "hecho en Estados Unidos". Los estadísticos en ocasiones hacen ajustes en las reexportaciones, lo cual puede encubrir las tendencias subyacentes. Por ejemplo, rutinariamente eliminan de las cifras de Hong Kong sus reexportaciones (con un valor asombroso de 498.000 millones de dólares en el 2016, comparado con exportaciones nacionales de 13.000 millones de dólares) para evitar contar doble las exportaciones de China en los totales del comercio mundial.

Se supone que esos ajustes hacen frente a la queja latente sobre las reexportaciones: que quizá no reflejen el valor agregado de un país. Pero abordar esto adecuadamente involucra un análisis mucho más profundo de los datos. También hay un valor agregado extranjero incrustado en las exportaciones estadounidenses, como las partes mexicanas en los autos producidos en Michigan. El lado de las importaciones es igual de importante. Las importaciones estadounidenses procedentes de México incluyen valor agregado estadounidense e insumos de otros países. Contabilizar todo esto es mucho más complicado que eliminar solo un componente.

Afortunadamente para Trump, expertos en comercio están involucrados en el caso. Robert Johnson, un experto en comercio del Dartmouth College, habla de una "revolución silenciosa" en el pensamiento de los economistas sobre el comercio. Conscientes de que los flujos comerciales brutos no capturan dónde se está creando el valor y a dónde se envía, la OMC y la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos, un grupo de análisis compuesto por países ricos, han armado meticulosamente los datos en que el gobierno de Trump estaría interesado. Las cifras disponibles más recientes, que cubren el 2011, sugieren que el valor agregado extranjero conforma hasta 15 por ciento del contenido de las exportaciones brutas de Estados Unidos. En general, esto es compensado por un ajuste correspondiente en las importaciones. La balanza comercial general de Estados Unidos con el resto del mundo no se ve afectada por un cambio a una medición del valor agregado.

Al analizar a fondo las relaciones comerciales bilaterales, contar el valor agregado tiene grandes efectos. Pero estos datos sugieren que algo podría no ser tan grande como a menudo se supone. Una trivialidad comúnmente citada es que 40 por ciento de las exportaciones mexicanas a Estados Unidos tiene contenido estadounidense incrustado. Las nuevas cifras de la OCDE sitúan la cifra en 14 por ciento.

Eso sigue siendo lo suficientemente alto para crear muchos perdedores estadounidenses si Estados Unidos suspende las relaciones comerciales. Y el efecto sobre el desequilibrio comercial reportado entre Estados Unidos y México es drástico. En general, sin embargo, cambiar a la más sofisticada medición del valor agregado de los flujos comerciales no ofrecería munición política tan poderosa como descartar las reexportaciones. Con base en una medición del valor agregado, el desequilibrio del comercio bilateral entre Estados Unidos y México en el 2011 fue 43 por ciento más pequeño de lo que sugerirían los flujos comerciales brutos. El déficit comercial con Canadá se habría vuelto 39 por ciento más pequeño.

Enfocarse en los datos comerciales del valor agregado es mejor que analizar los flujos brutos, pero Johnson cuestiona si siquiera el debate debería centrarse en los desequilibrios bilaterales. Cuando alguien incurre en un déficit comercial con una librería y un superávit comercial con su patrón, ninguno de los dos importa aisladamente; es el balance general el que importa. Y para el comercio de un país, eso se verá más determinado por factores macroeconómicos. Manipular las cifras quizá mueva el poste de luz; pero seguirá dejando en la oscuridad la dirección futura del comercio.

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