Por Christian Pérez

Deportivo Capiatá se hundió en un nerviosismo inentendible y fue superado por la mayor jerarquía copera del Atlético Paranaense, que apuñaló de entrada y luego usó el oficio para desesperar al equipo paraguayo, devorado por la ansiedad, hasta entrar en la desesperación. El global dictó un 4-3 que despide al Auriazul.

El Escobero comenzó muy tímido, hasta no dimensionando lo que se jugaba ante su gente. Al minuto 11, Paranaense, que había pisado fuerte el Erico Galeano desde el inicio hizo sonar el despertador: córner de Carlos Alberto, la defensa paraguaya se duerme en dos ocasiones y "Lucho" González, el argentino de mil batallas firmó el 1-0.

El Furacão encontró muy rápido lo que vino a buscar y al Auriazul no estaba preparado para este escenario. Carlos Alberto, la novedad visitante, marcó mucha diferencia y se jugó a su ritmo por momentos.

Capiatá sintió el golpe y fue a buscar el empate, pero mezcló entusiasmo con ansiedad y el resultado era obvio: demasiadas imprecisiones.

Como de costumbre, el abanderado fue Julio Irrazábal, pero le faltó más aliados con decisión. A pesar de todo, el local tuvo dos claras para empatar, pero "Toto" Gamarra estaba confundido, sin contundencia.

En la complementaria, Gavilán hizo todo lo que pudo. Metió a Dante y "Kity" López, se jugó sin volante de marca y con una línea de tres, que jugó al borde del abismo, pero fue salvado en más de una ocasión por Bernardo Medina.

A las apuradas, carcomido por la ansiedad, Capiatá se instaló en terreno rival, pero por la vía equivocada: el aéreo. Con Thiago Heleno y luego Weverton, el rojinegro sacó todo y perdonó innumerables contragolpes.

Dejó el alma, le sobró corazón, pero le faltó oficio para cumplir el gran sueño que era entrar en la fase de grupos.

De los errores se aprende y Capiatá fue el orgullo guaraní en esta fase previa.

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