Landon Thomas Jr.

Los mercados odian la incertidumbre. Ese es uno de los dichos más antiguos en el mundo de las finanzas.

Empero, pese a la serie de escándalos políticos que han plagado al incipiente gobierno de Donald Trump, pese a las crecientes dudas sobre su capacidad de aplicar un programa favorable para los inversionistas, con reducción de impuestos, desregulación y gasto público, el mercado bursátil simplemente avanza a toda máquina.

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En las últimas dos semanas, mientras las políticas migratorias del presidente y sus vínculos con Rusia dominan los titulares, el índice de referencia de las 500 acciones de Standard & Poor's ha estado estableciendo nuevos récords.

En términos generales. Los tropezones del gobierno no han estado relacionados con la promesa que hizo Trump –y que los inversionistas recibieron con gusto– de recargar una economía que para muchos está creciendo por debajo de la media.

Sin embargo, el hecho de que esos inversionistas hayan decidido cerrar los ojos antes el caos que reina en Washington pone de relieve cuán profunda es su creencia de que, en el fondo, Trump es un presidente que aplicará políticas favorables para el mercado.

"Entiendo perfectamente la euforia… probablemente nunca haya habido un presidente más favorable para las empresas", señala Adrian Helfert, jefe de ingresos fijos globales en Amundi Smith Breeden. "Impuestos bajos y menos regulaciones son buenos para las empresas y los poseedores de valores".

Desde el día de las elecciones, el índice S&P 500 ha subido 9 por ciento y, ya que el dinero sigue fluyendo hacia las acciones desde los bonos y los fondos de mercado de dinero, el mercado alcista no da señales de querer parar.

El 15 de febrero, las acciones siguieron su racha por séptima sesión consecutiva, el período alcista más largo desde setiembre de 2013, según datos de Bloomberg.

Pero mientras los mercados suben y las tasas de interés para las empresas se mantienen en niveles bajos sin precedentes, a Helfert le preocupa que los inversionistas estén tomando demasiado a la ligera los posibles escollos de la presidencia de Trump, que puede redituarles mucho, pero que también implica grandes riesgos.

"Él está haciendo todo lo posible", asegura, "pero yo no creo que a los inversionistas se les esté recompensando por los riesgos que están corriendo".

Helfert señala el índice VIX, llamado "el calibrador del miedo" de Wall Street, que mide la expectativa de los inversionistas de que los mercados se convulsionen agudamente en el futuro. Desde que Trump llegó a la presidencia, ese índice se ha estado moviendo en niveles muy bajos, sin que lo perturbe el histrionismo político.

En efecto, para muchos analistas del mercado ha sido motivo de confusión y curiosidad que el presidente más volátil de la historia lo sea con un mercado que ha estado libre de volatilidad desde mediados de noviembre.

Por supuesto, también es cierto que un mercado que ha estado subiendo durante un período sostenido, sin las fuertes oscilaciones que han caracterizado a las corridas anteriores, no va a hacer sonar ninguna campana de alarma.

Y en ese sentido, los simpatizantes políticos de Trump en Wall Street aseguran que no les sorprende la disposición del mercado de seguir avanzando.

Lo que está impulsando el entusiasmo, señalan ciertos analistas, no es tanto que Trump esté pisando el acelerador con promesas de aumentar el gasto y de bajar impuestos, sino más bien su deseo de quitar el freno y eliminar restricciones para los inversionistas y los negocios en general. Trump ha declarado en repetidas ocasiones que sus principales prioridades son echar abajo las regulaciones establecidas por el presidente Barack Obama para mantener controlados a los grandes bancos y fondos de inversión.

El hecho de que Gary D. Cohn, ex presidente de Goldman Sachs, se haya colocado como uno de los asesores de Trump más cercanos e influyentes en este sentido, también es visto como una señal de que la desregulación permanecerá en el centro de la agenda de Trump.

Y quienes corren riesgos no solo se han sentido animados por el compromiso del gobierno de desmantelar la ley Dodd-Frank del 2010 de reestructuración de la industria financiera. El relajamiento ligero de las regulaciones financieras también ha proporcionado ánimos.

De ninguna manera se trata de medidas extraordinarias, pero sí constituyen un muy claro mensaje para los inversionistas frustrados por las restricciones impuestos durante el mandato de Obama.

Un administrador de dinero y activo recaudador de fondos para la campaña electoral de Trump dijo que, si bien muchos han visto desorden y desorganización en la Casa Blanca, lo que él ve es un hombre de acción haciendo todo lo necesario para hacer que la economía crezca más rápido.

Pero he aquí otra idea.

Quizá después de vivir diez años en miedo constante por una sucesión de cataclismos financieros y políticos, los inversionistas finalmente decidieron olvidarse de los titulares y concentrarse en cambio en una economía que, aunque no esté en óptimas condiciones, tampoco está tan mal.

Ed Yardeni, estratega del mercado bursátil, calcula que los depósitos de ahorro y los fondos de dinero de mercado, las dos opciones más seguras pero con menos rendimiento para quienes quieren evitar riesgos, se duplicaron de principios de 2009 a fines del mes pasado, pasando de 4.5 billones a casi 9 billones de dólares.

Esta cautela ha estado impulsada en gran medida por el trauma de la crisis financiera, por supuesto, pero se sostuvo en los años posteriores por la persistente preocupación de que los mercados iban a caer o de que la economía se iba a hundir de nuevo. Esas ansiedades se reflejaron en las persistentes oscilaciones del índice VIX de los últimos años.

Ahora, gran parte de ese dinero acumulado, que está produciendo ganancias casi nulas en términos de tasas de interés, está buscando dividendos más jugosos en el mercado bursátil.

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