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Cuando Charlie Brooker, creador de "Black Mirror", una serie de televisión sobre el impacto social de la nueva tecnología, sale de fin de semana con su familia, su hijo pequeño ocasionalmente encuentra algo quizá demasiado bárbaro incluso para el programa distópico de su padre: un televisor antiguo con canales y un horario fijo de programas. En vez de poder ver lo que quiera en cualquier momento, tiene que esperar hasta cierta hora de cierto día en cierto canal.

"Simplemente le parece aterradoramente anticuado", dijo Brooker.

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Ese tipo de televisión eventualmente estará condenada al olvido. La gente podrá seleccionar cualquier programa a cualquier hora en algunas plataformas favoritas, como Netflix –que alberga a "Black Mirror"– o Amazon, así como Facebook y Snapchat para videos compartidos por amigos y celebridades. Todo lo de Fox, digamos, estará en un canal en vez de en muchos. El pequeño Brooker podrá fácilmente buscar un ejército de marcas: un canal de Lego, un canal de Harry Potter, un canal de "Star Wars".

Ese momento quizá se esté acercando, pero aún hay muchos obstáculos en el camino.

El internet ya ha cambiado lo que los espectadores ven, qué tipo de programación de video se produce para ellos y cómo la ven, y eso está empezando a alterar los horarios televisivos de cientos de canales. Sin embargo, todo esto está sucediendo en cámara lenta, porque durante las últimas décadas la televisión ha desarrollado uno de los modelos de negocios más rentables en la historia del entretenimiento, y los distribuidores y cadenas tienen profundo interés en conservarlo.

La televisión de paga y la pública, aún la base del entretenimiento en video en casa en gran parte del mundo, está siendo erosionada desde dos flancos. En un extremo, la gente está viendo videos gratis en grandes plataformas sociales como Facebook, Instagram, Snapchat y Youtube. Cada una de estas plataformas ahora tiene millones de reproducciones al día.

Los videos gratuitos son apoyados por publicidad, la cual empezará a comerse al mercado de la publicidad televisiva, actualmente con un valor de 185.000 millones de dólares. Muchos de estos videos quizá sean desechables –literalmente en el caso de Snapchat, cuyas historias habitualmente desaparecen después de 24 horas– pero las plataformas sociales como Facebook tienen información excelente sobre quién está viendo y por cuánto tiempo, lo que les permite vender publicidad altamente segmentada.

Facebook, Snapchat y Youtube también tienen la escala necesaria para mantener a los usuarios en sus plataformas por periodos largos a la vez. En promedio, los usuarios de Facebook pasan casi una hora diaria usando el propio Facebook, Instagram y Messenger, además del tiempo que pasan en Whatsapp.

En el otro extremo, la gente está consumiendo video de calidad premium en servicios de suscripción como Netflix, Amazon y Hulu en Estados Unidos, y en muchos otros servicios de streaming (o transferencia continua) en todo el mundo. Los 94 millones de suscriptores de Netflix ven el servicio durante casi dos horas al día y va en aumento. Netflix y Amazon están amasando grandes bases de usuarios cobrando una suscripción baja –entre ocho y 12 dólares mensuales– e invirtiendo fuertemente en contenido libre de anuncios. Ese frenesí de gasto está elevando el costo de producir televisión de calidad para todos los demás. Por tanto, la economía del internet gradualmente está estrangulando a un modelo de negocios bien establecido: la televisión por cable.

El giro de la televisión pública a la de cable a fines del siglo XX fue una especie de evento long-tail (o de cola larga). Las compañías de medios ofrecían un gran paquete de canales que contenía algo para todos, inicialmente a un precio razonable. La audiencia total para la televisión siguió creciendo conforme a los clientes se les ofrecían más canales de los cuales elegir, y los distribuidores y productores de contenido de video cosechaban las recompensas de las suscripciones y la publicidad. El número de canales proliferó conforme las compañías de medios descubrieron que servir a públicos nichos podía generar grandes ingresos: Fox News, creado en 1996, contribuye con más utilidades que cualquier otro activo del imperio de Rupert Murdoch, al igual que ESPN, una cadena deportiva, sigue siendo la parte más rentable de Disney y el canal más rentable de todos.

Conforme las compañías de medios siguieron añadiendo canales, sin embargo, la televisión de paga dejó de ser un buen negocio para los espectadores. En 1995, los estadounidenses tenían un promedio de solo 41 canales de los cuales elegir, y veían 10 de ellos a la semana. Para el 2008, los suscriptores de cable tenían un promedio de 129 canales de los cuales elegir y veían 17,3 de ellos a la semana, según Nielsen, una compañía de investigación de mercados. Cinco años después, tenían acceso a 189 canales, pero seguían viendo solo 17,5 de ellos a la semana, casi lo mismo que antes. Hay un límite para cuánto de la cola pueden aprovechar los consumidores.

Al mismo tiempo, están pagando mucho más por tantas opciones, y los horarios son inflexibles. En Estados Unidos, la factura típica de la televisión de paga casi se ha duplicado en una década, a más de 100 dólares mensuales, según Leichtman Research Group, mientras que los ingresos disponibles han permanecido mayormente sin cambio.

Eso creó una oportunidad para los proveedores de video en internet. Netflix podía dar a los espectadores muchos programas en un lugar, para que los vieran cuando quisieran, por menos de 10 dólares al mes. Las redes sociales estaban ofreciendo video a demanda gratuitamente.

Por tanto, la audiencia televisiva habitual está en declive. En Estados Unidos, el mercado más desarrollado, la audiencia para la televisión pública y de cable para todos los grupos de edad cayó en 11 por ciento en los seis años concluidos en el otoño del 2016, a ligeramente más de cuatro horas por día, según datos de Nielsen recopilados por Redef, un boletín de medios. Durante el mismo período, la audiencia televisiva en el grupo de entre 12 y 24 años de edad se desplomó en un asombroso 40 por ciento. La penetración de mercado de la televisión de paga en Estados Unidos se ha deslizado de casi 90 por ciento en el 2010 a ligeramente más del 80 por ciento conforme la gente abandonaba el cable por completo, se trasladaba a paquetes menos caros o nunca se suscribía para empezar a paquetes de televisión de paga; las personas conocidas en la industria, respectivamente, como "cord-cutters", "cord-shavers" y "cord-nevers".

La cancelación de contratos de televisión por cable apenas está empezando en Estados Unidos y, hasta ahora, no se ha dado mucho en los mercados menos desarrollados, donde la penetración y los precios son mucho menores. Si continúa, sin embargo, será devastador para las compañías de contenido, que han estado disfrutando de márgenes de utilidad bruta de entre 30 y 60 por ciento en la televisión por cable.

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