• Por Juan Luis Ferreira E.
  • Socio ADEC

Inspirándome en la hermosa estrofa del himno argentino, me permito reflexionar que con mucha frecuencia arrastramos la referencia al pueblo, a la gente, al país, o a la voluntad popular tanto para fines nobles, como para otros discutibles. "Lo que el pueblo quiere…"; "lo que la gente necesita…" ; "lo que el país requiere…" , son frases habituales. Quiero aclarar en primer lugar, que no estoy calificado para hablar en nombre del pueblo, tanto por ignorancia, como por inexistencia de dicha autorización aunque desde luego, igual que cualquier otro, puedo opinar respetuosamente.

Por ejemplo, no puedo saber con certeza cuál es la problemática de los cultivadores de arroz. No puedo hablar de lo que necesitan las artesanas de Luque. No puedo hacer sugerencias válidas para los que están criando aves. Yo puedo simpatizar con la hidrovía, pero no puedo determinar si cuál debería ser su recorrido, o las implicaciones para su entorno. Me gusta el proyecto de construir edificios en el puerto de Asunción, pero sus riesgos y defectos están lejos de una adecuada comprensión. Y así sucesivamente. La historia local e internacional está llena de ejemplos donde lo que le convenía a la gente era exactamente opuesto a lo que deseaba. Los parisinos, en gran número, antes, durante y décadas después se opusieron a la Torre Eiffel. Es innegable que a pesar de algunas razones válidas es difícil imaginar la "Ciudad Luz" sin dicha construcción emblemática.

Formar una opinión crítica, fomentar la innovación, y las relaciones conciliatorias y constructivas como proceso educativo, nos permitirán construir vínculos útiles a largo plazo.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Las sociedades que avanzan, que se mantienen saludables para sus integrantes, logran equilibrar la expresión de las opiniones con las decisiones que benefician a todos, y con el respeto a las prioridades. Para ello son imprescindibles buenos representantes, buena educación, y buena participación. Esta última es una carencia terrible. Queremos que las cosas se hagan, que alguien las haga, pero nos cuesta mucha participar o intervenir. La comodidad del mero espectador nos absorbe. El otro factor, la buena educación, es una discusión pendiente que no puede ser seguir siendo postergada. Formar una opinión crítica, fomentar la innovación, y las relaciones conciliatorias y constructivas como proceso educativo, nos permitirán construir vínculos útiles a largo plazo.

Y finalmente, sin agotar la necesidad de otros componentes, si podemos tener educación y participación, tendremos buenos representantes. Desde 1992 el poder que tiene el Parlamento es gravitante y a veces se nos olvida que entre otras cosas, ahí se decide el presupuesto, nacen y mueren iniciativas, y se aprueban o desaprueban grandes proyectos. El ejercicio de elegir correctamente arranca desde la clase, desde el barrio, desde cualquier tamaño de emprendimiento.

Nos acercamos nuevamente a épocas de decisiones y momentos donde nuestra participación y capacidad de elección serán decisivos para que las prioridades (salud, justicia, educación, entre otras) sean respetadas.

Que Dios nos ilumine para interesarnos, opinar, elegir y corregir.

Déjanos tus comentarios en Voiz