- Por: Cristóbal Nicolás Ledesma Salas
La sorpresa económica anunciada por el presidente de la Asociación Paraguaya de Fútbol en la semana no es comparable, para el hincha, con un gol de su equipo preferido, el de la clasificación de la Albirroja o la salvación de una categoría y ni siquiera hablemos de un campeonato.
Los aficionados al fútbol escucharon la noticia y la comentaron, algunos a favor y otros en contra, en las redes sociales y duró lo que da la pantalla de un celular mientras se suceden otras informaciones en esta inmediatez de las noticias, la mayoría de ellas de nulo interés o trascendencia.
El monto, superior a los 1.300.000 dólares por club de la liga Profesional, no alcanza como para hacer un festín en el caso de los dos grandes, incluso para los dos de segunda línea, pero sí para los otros ocho clubes que se debaten en angustiosos rebusques para cumplir con las responsabilidades que implican el manejo de una institución.
A partir de aquí y en todos los casos, dependerá de la buena administración que pueda hacer cada club para que el destino impensado de ese dinero tenga el provecho ideal en un futuro cercano. Sabemos que las necesidades son superiores y el dinero que entra sirve para tapar agujeros, pero también que es un buen punto de partida para apostar por las inferiores.
Los chicos que aparecen y nos dan tremendas alegrías, como ocurrió con Walter Bogado en ese precioso centro que Roque definió para la clasificación franjeada, es una muestra de la calidad de nuestros canteranos, pero los mismos surgen, en la mayoría de los casos, como producto de lo innato y no de procesos laborales que apunten a ello.
Si se define mejor el camino a seguir podremos hacer más naturales nuestras grandes presentaciones. La calidad se volvió a evidenciar en el hazañoso triunfo de Capiatá en Lima, de cuyo rendimiento no teníamos dudas, pero que necesitó de una bofetada, de una mojada de oreja, de agresiones verbales, para que la reacción tenga una fuerza pocas veces vista para dejar sobre la cancha esa entrega propia del hombre paraguayo, pero acompañada de la calidad también existente en nuestro fútbol.
¿Cómo se puede sostener un nivel de rendimiento tan bueno como tuvo el elenco de la ciudad de los mitos y las leyendas? En buscar siempre esa excelencia, por ejemplo, se deberían destinar parte de esa recategorización monetaria que tuvieron los clubes.
Si mañana es el juego ante Ecuador y Chiqui Arce pone a, por lo menos, ocho jugadores de esta épica victoria capiateña, no va a estar equivocado. Y debería ser así ya que lo que se busca es el "momento" del futbolista, pero cómo garantizamos ese nivel es el gran tema.
Especialistas en contención anímica, en fuerza emocional y en la capacidad para nivelar el rendimiento, etc., deben ser apuestas prioritarias en nuestros clubes, incluso por encima de los directores técnicos. El futbolista paraguayo sabe jugar al fútbol –o sino vean el golazo de Hernán Pérez– y falta potenciar esa cualidad.
¡se imaginan si nuestros equipos alcanzan siempre el rendimiento de Capiatá en Lima! La entrega, la garra, ya naturales, y el toque del técnico sumarán superlativamente para esa competitividad que tanto esperamos.
De ser así, el técnico de nuestra selección se sentará tranquilo a la espera de la fecha de los partidos de nuestra Albirroja y los dirigentes de nuestros clubes tendrán sorpresas aún mayores.