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"Activista", "agitadora" y "feminista" son solo algunos de los términos usados para describir a Priscilla Misihairabwi-Mushonga, una ex diputada y ministra de Zimbabwe. Nadie se atrevería a decir que ella es una mujer débil. Sin embargo, a pesar de sus conexiones y algunos de los mejores abogados del país defendiendo su caso, después de la muerte de su esposo, ella fue obligada a salir con las manos vacías de lo que fue su casa matrimonial durante 13 años.

Antes de que Misihairabwi-Mushonga enviudase, ella y su esposo poseían tres casas, incluida una en el frondoso suburbio del Mt. Pleasant en el norte de Harare. Compartían cuentas bancarias y poseían varios vehículos. Algo de esto le fue dejado en un testamento.

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Sin embargo, después de la muerte de su marido, Misihairabwi-Mushonga casi todo lo que poseía, incluso su ropa, fue a parar a las manos del hermano de su difunto esposo, a varios otros parientes y a sus hijos de un matrimonio anterior.

"Soy un ejemplo típico de una persona que tenía acceso a la información, una ministra", dijo, "y así y todo desperté con nada".

Su destitución ilustra un problema más amplio. No es solo el gobierno el que se apropia de los bienes de otras personas en Zimbabwe. La familia política lo hace también. Decenas de miles de viudas son despojadas de sus bienes después de la muerte de sus maridos. Un informe publicado esta semana por Human Rights Watch, un grupo de vigilancia con sede en Nueva York, documenta numerosos casos de viudas zimbabwenses que perdieron sus hogares, la tierra que habían cuidado durante años y hasta la fruta que crecía en sus árboles.

Estos abusos son comunes en muchos países, dice Human Rights Watch. La Fundación Loomba, otra ONG, estima que 38 millones de viudas son extremadamente pobres. En Zimbabwe el problema es agudo debido a la corta esperanza de vida y a la tendencia de los hombres a casarse con mujeres mucho más jóvenes, especialmente si son ricas. El país tiene un número alarmante de viudas: Más de la mitad de las mujeres mayores de 60 años han enterrado al menos un marido.

La desposesión de las ancianas continúa a pesar de las leyes que, en el papel, las protegen de los suegros. Esto es gracias a dos caprichos en el sistema legal de Zimbabwe.

La primera es un remanente de una tradición llamada kugara nhaka (herencia de esposa) por la cual, en algunas partes de Zimbabwe, una viuda –y por lo tanto toda su propiedad– es heredada por el hermano de su marido. Esta costumbre ayudó al VIH a propagarse como un reguero de pólvora.

Aunque las esposas ya no son entregadas, sus hogares y propiedades todavía lo son. Esto se debe a que las leyes que restringen a las familias políticas se aplican solo a las mujeres que pueden probar que estuvieron casadas. Sin embargo, hasta el 80% de los matrimonios en el campo son "de hecho" y no están registrados por escrito en ninguna parte, por lo que las viudas que acuden a los tribunales para hacer cumplir sus derechos terminan por pedir a sus suegros que confirmen que estaban casados. Dado el botín en juego, muchos se niegan a declarar con honestidad.

"Las viudas se ven obligadas a confiar en la familia del marido", dijo Bethany Brown, de Human Rights Watch, "pero estas familias políticas pueden ganar si niegan que el matrimonio tuvo lugar".

Muchas viudas no pueden recuperar su propiedad sin un abogado y no pueden pagar a un abogado hasta que recuperen su propiedad. Que generalmente sean de la tercera edad y ya débiles las hace aún más fácil de quedarse al margen.

Resolver el problema no es una cuestión de aprobar una nueva legislación, sino de extender el dominio de las leyes escritas. Misihairabwi-Mushonga predijo que las viudas seguirán siendo desposeídas mientras las opiniones tradicionales sobre el matrimonio prevalezcan.

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