Andy Molinsky
En mi papel como profesor en la Escuela Internacional de Negocios Brandeis, enseño un curso cada otoño acerca de vivir fuera de la zona de confort personal. Cada estudiante en la clase elige una conducta fuera de su zona de confort para trabajar. Para algunos, es hablar en público. Para otros, es la creación de redes de trabajo, tener pequeñas charlas con extraños o mostrarse más firmes, más seguros. Los estudiantes tienen que ir a eventos reales de networking o dar discursos ante audiencias reales. Después del hecho, compilan un diario sobre sus experiencias y lo discutimos en clase.
Es una experiencia bastante aterradora para la mayoría de ellos. Una de mis estudiantes la describió así: "El nerviosismo, la ansiedad, los latidos cardíacos y los ataques de pánico que tuve antes del evento eran similares a como si alguien me pidiera que caminara sobre una cuerda floja". No fue solo ella quien tuvo sensaciones parecidas. Muchos de nosotros nos sentimos de manera similar en situaciones fuera de nuestras zonas de confort, tanto es así que a menudo las evitamos por completo.
Pero aquí está la cosa: Lo que he aprendido de la enseñanza de este curso año tras año es que la gente es mucho más resistente de lo que imagina. Los temores de mis estudiantes acerca de ser asertivos, hablar en público o desempeñarse en una red de trabajo son una guía completamente inútil e inexacta de cómo será cuando realmente se animen a dar el salto y se aventuren fuera de sus zonas de confort.
De mis observaciones, he descubierto que subestimamos sistemáticamente nuestra capacidad de desempeño y recuperación de cuatro maneras:
-Somos más flexibles de lo que nos damos crédito: a lo largo de su vida, usted ha sido entrenado para adaptarse y ajustar su comportamiento a través de contextos. Piense en la amplia gama de personas en su círculo social con las que ya interactúa. Usted ha adaptado y ajustado su comportamiento antes y puede hacerlo de nuevo.
-Somos más valientes de lo que pensamos: Considere todas las cosas que ya ha hecho en su vida y que demandaron de usted seriamente mostrar sus agallas. Todos tenemos nuestras propias experiencias que requieren cierto nivel de valentía y podemos aprovecharlas cuando nos enfrentamos a una situación fuera de nuestras zonas de confort.
-La situación que nos preocupa probablemente no es tan mala como creemos: el miedo se interpone en el camino del pensamiento claro. Nos preocupamos por el peor resultado posible. Realmente, siempre hay una pequeña posibilidad de que ocurra lo peor, pero la realidad es un poco más diversa que eso.
-Tenemos más recursos de los que pensamos: cuando se enfrenta a una situación realmente difícil, a menudo se podría sentir vulnerable, incluso desesperanzado. Pero usted no está solo en la situación. A menudo tiene muchos recursos para usar: mentores, colegas o amigos para guiarse, o pasos que puede tomar al prepararse para la situación.
En hechos fuera de nuestras zonas de confort, podemos sentirnos débiles o impotentes. Pero no subestime cuán flexible, valiente y capaz realmente es. Elija una situación fuera de su zona de confort, enfréntela y lo más probable es que terminará sorprendiéndose favorablemente.
(Andy Molinsky es profesor de comportamiento organizacional en el Brandeis International Business School).